Érase una vez… Hugo y la vacante maldita
En un reino muy, muy lejano —más concretamente, en una oficina con demasiadas tazas de café sucias y una carpeta titulada «CVs sin leer (¡URGENTE!)»— vivía Hugo. Se ganaba la vida como responsable de selección y lucía unas ojeras permanentes. ¿El motivo? Una vacante maldita. Así rezaba la oferta de empleo:
Después de semanas recibiendo currículums que no encajaban ni por asomo, entrevistando sin parar y rehaciendo briefings, Hugo empezó a pensar que el candidato ideal era un mito. Como los unicornios. O los viernes sin reuniones.
Desesperado, Hugo llegó a plantearse dejar todo y montar un chiringuito en la playa. Pero justo cuando la sombra del burnout se cernía sobre él, le llegó un misterioso mensaje por LinkedIn:
“El unicornio existe. Cambia tu forma de captar talento con ayuda de la Inteligencia Artificial y podrás darle caza”.
Sonaba tentador. Y algo místico.
Con el último sorbo de café y un clic cargado de escepticismo, Hugo se adentró en el curso “Inteligencia Artificial para la Adquisición de Talento”. Y fue ahí donde comenzó su transformación.
Del caos de opciones al diseño con propósito
Lo primero que descubrió fue que su problema no era la falta de herramientas, sino el exceso de ellas. Como tantos otros, Hugo estaba atrapado en un laberinto de opciones sin salida.
El curso le propuso algo radicalmente diferente: pensar antes de implementar.
Aprendió a ver el proceso de selección como un sistema ordenado y redefinió su estrategia desde tres coordenadas mágicas:
- El “Core” – Empezó a rediseñar el flujo operativo, dándole coherencia y continuidad.
- Lo “Corporate” – Alineó la estrategia de selección con la cultura y el propósito de la empresa. Ya no era solo fichar rápido, sino fichar bien.
- La “Community” – Colaboró con hiring managers, tech leads y hasta foros de analítica para entender mejor qué necesitaban realmente.
Un rediseño en tres actos
Con sus nuevas armas conceptuales, Hugo dejó de improvisar entrevistas genéricas y empezó a co-crear las preguntas junto a los equipos técnicos, usando mapas de empatía generados con IA. Dejó de “buscar talentos” y pasó a “diseñar viajes” para atraerlos.
Descubrió que podía usar la IA como copiloto —no para dejar de trabajar él, sino para ver más claro, priorizar con criterio y tomar decisiones basadas en patrones—.
Dejó de valorar CVs por keywords y comenzó a analizar conductas con marcos claros de evaluación ligados al nivel de seniority requerido. Las entrevistas dejaron de ser interrogatorios y se convirtieron en conversaciones con propósito.
Y entonces, como por arte de magia, todo empezó a fluir.
La candidata que cambió el cuento
Una buena mañana, mientras Hugo revisaba perfiles con su sistema recién afinado, apareció ella: Claudia. Ingeniera de datos con experiencia en entornos complejos, una comunicación impecable… y un proyecto personal de dataviz que enamoró al equipo.
La entrevista fue como la seda: preguntas personalizadas, escucha activa y criterios compartidos. Claudia no solo aceptó la oferta. Dijo que había sido el proceso de selección más humano y coherente en el que había participado.
Y Hugo… bueno. Hugo ya no pensaba en montar un chiringuito en la playa. Aunque seguía soñando con los viernes sin reuniones.
Y colorín colorado…
Este cuento no termina aquí. Porque, como dice Laura Cortés, formadora del curso Inteligencia Artificial para la adquisición de talento:
“El verdadero futuro del talento no está solo en la tecnología, sino en la capacidad de diseñar juntos los procesos que queremos vivir”.
Lo que hizo Hugo no fue aplicar una herramienta más. Fue rediseñar con cabeza, corazón y criterio. Co-pilotando con la IA, sí. Pero también con su equipo, sus valores y una hoja de ruta clara.
¿Tú también estás en medio de un proceso imposible, una bandeja de entrada infinita o un caos de herramientas sueltas? Quizás sea hora de reescribir tu cuento.
Y quién sabe… quizá te salve el mismo curso que salvó a Hugo.