Todas las organizaciones tienen una cultura determinada. Cómo si se tratara de una pequeña sociedad, todos sus miembros conocen, sean o no sean conscientes, que existen valores, creencias y prácticas compartidas. Es más, todas las organizaciones también tienen subculturas internas que, en el mejor de los casos, complementan y potencian la global y, en otras ocasiones, generan contradicciones y pueden llegar a desembocar en conflictos.
A la vez, la mayoría de la población adulta pasamos la parte central de nuestro tiempo en el puesto de trabajo. Inevitablemente, el mundo laboral condiciona nuestros hábitos, también los que tienen que ver con la salud. Esta realidad, en cuanto a bienestar, no solo impacta sobre las personas, sino que también lo hace sobre las empresas a nivel de productividad, retención del talento, compromiso o absentismo.
Conocemos que el estigma es la principal barrera para abordar la salud mental en los centros de trabajo. El miedo y el desconocimiento propician que no seamos capaces de crear espacios mentalmente saludables. Muchas organizaciones deciden empezar a trabajar la gestión emocional de sus plantillas instaurando servicios de acompañamiento psicológico o generando protocolos de prevención, es un error muy común obviar el peso enorme que tiene la cultura empresarial en la buena salud mental de los colaboradores.
Sabemos que el 90% de las personas que han pasado por un problema de salud mental no se han sentido capaces de hablar abiertamente en el trabajo.
Por otro lado, el 76% de las empresas considera una preocupación la salud mental de sus equipos, pero el tabú y el desconocimiento hacen que solo el 30% del personal de dirección disponga de formación al respeto.
Claramente, aquí vemos un gap entre el impacto de la salud mental en las organizaciones, la importancia que directivos y managers le otorgan, y la capacidad para buscar soluciones. Cómo comentábamos anteriormente, la cultura empresarial tiene un peso importantísimo en este proceso de cambio. Y son los líderes los que tienen la mayor responsabilidad. Al fin y al cabo, son las personas con mayor capacidad real de asentar valores que ayuden a romper con el estigma alrededor de la salud mental.
Cualquier cambio cultural requiere un enfoque de arriba hacia abajo para tener éxito. Los líderes tienen que tratar la salud mental como una prioridad estratégica. No puede quedar relegada a recursos humanos o prevención. Tienen que convertirse en los aliados que fomenten un en torno a transparencia y apertura. Construir una cultura libre de estigma tiene que ser la piedra angular de nuestras políticas de salud mental.
Es interesante diferenciar entre cultura formal e informal. La primera es aquella que queda recogida en documentos, normativas y comunicaciones oficiales. Mientras que la segunda es la que todo el mundo acaba aprendiendo con el paso del tiempo y muchas veces condiciona mucho más la cotidianidad que la primera.
Los líderes tienen en su mano que cultura formal e informal vayan alineadas y no entren en colisión. No sirve de nada tener planes de prevención de riesgos psicosociales si después nuestros equipos entienden que pedir ayuda o simplemente hablar de salud mental condicionará su carrera laboral.
Es muy importante que directivos y managers inicien estas conversaciones. Y todavía es más importante que compartan experiencias propias para romper con falsas creencias que alimenten un imaginario colectivo que puerta al silencio y retrasen un proceso de cambio imparable alrededor de la salud mental en el mundo laboral.
A su vez, los empleados tienen la responsabilidad de participar activamente en esta transformación puesto que impacta en su propio bienestar y en el beneficio colectivo de la organización. Afortunadamente, ninguno de estos elementos requiere una gran inversión, simplemente un compromiso constante y sincero para mejorar la salud mental en el puesto de trabajo.
Nuestros responsables empresariales tienen que formarse sobre estigma y salud mental desde una perspectiva de liderazgo y de nuevas habilidades que transformen sus organizaciones y consigan mejoras tangibles en la cuenta de resultados.
Una cultura empresarial que normalice la salud mental forma parte del camino al éxito.