El mundo se ha vuelto low-cost. La situación económica, la inflación y la recesión han obligado a muchas familias a cortar gastos, a comprar pasajes en aerolíneas baratas, sustituir marcas con reputación en el supermercado por marcas blancas o a buscar gasolineras que cobren menos por el litro de carburante. La pregunta es: ¿Podemos reemplazar todos los servicios por servicios low-cost? ¿Qué servicios no estamos dispuestos a cambiar? Hace tiempo leí que quitar una aceituna de las comidas de una aerolínea supuso un recorte de millones y los pasajeros apenas lo notaban. La pregunta es hasta donde estamos dispuestos a llegar. ¿Quitaríamos pruebas médicas de prevención para ahorrar en salud?
Desde principios de siglo, algunos proveedores de servicios para el bienestar laboral como Healthy Work llevamos ofreciendo servicios para el cuidado de la salud y el bienestar de los empleados en todas las empresas. Cuando todavía la preocupación laboral era solo la de la nutrición y nadie se atrevía a invertir en la salud mental, unos pocos ofrecíamos soluciones para cuidar a las personas y su bienestar mental. Argumentábamos que hacerlo suponía un beneficio importante para la productividad e invertir en salud (mens sana in corpore sano) tenía unos beneficios utilizando los pocos estudios científicos que hablaban de ROI (return on investment). Por cada dólar gastado en un programa de asistencia al empleado la empresa ahorraba entre 3 y 4. Los programas de asistencia al empleado se salían de la oferta de café para todos ofreciendo salud psicológica individualizada. Cualquier empleado podía acceder 24/7 a un psicólogo para abordar no solo los problemas laborales sino también los personales que interfieren en el rendimiento laboral. El apoyo psicológico se extendió al apoyo legal y financiero de grandes profesionales. La ayuda para el bienestar mental estaba disponible en el momento y en un número limitado de sesiones, ya entonces cara a cara u online. El modelo de ayuda era breve y centrado en encontrar soluciones. No era terapia para para explorar las relaciones con nuestros padres o para abordar patologías complicadas.
Pues bien, contando con grandes profesionales, de esos a quienes uno puede confiar su salud, no hemos podido remunerarles cómo se merecen. No solo no cobran más 14 años después, sino que incluso cobran menos. ¿Les merece la pena? ¿Tenemos que contratar profesionales low-cost para atender la necesidad de bienestar laboral de las empresas? De verdad queremos cuidar de las personas o solo queremos aparentar que lo hacemos.
Una buena atención a la salud mental no puede ser low-cost. Con la aparición del Covid, la concienciación de que las personas pasamos por momentos difíciles que interfieren en nuestro trabajo y de que es la obligación de una empresa ayudar (no solo por la repercusión en resultados) ha aumentado de forma significativa la demanda de nuestros servicios. Pero también han aparecido competidores que a base de rebajar costes han dejado de respetar la valía de los psicólogos, financieros y abogados que componen un programa de asistencia al empleado. Un servicio de calidad cuesta dinero. Que nadie se engañe. Ningún proveedor de servicios de bienestar puede ofrecer calidad a precio de saldo. Recursos humanos debe comprar olas, no espuma. Hoy en día cuesta mantenerse competitivo. Healthy Work lo ha conseguido preservando la calidad que la salud y el bienestar requieren.
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