El trabajo nos aporta en la vida sustento, red social, realización personal, experiencias diversas… Pero también puede llegar a ponerse muy cuesta arriba cuando la velocidad, el ruido, la presión o las tensiones acaban definiendo el día a día de los trabajadores.
Si eso sucede, además de que el sustento, red social, realización y experiencias pueden verse afectadas, es nuestro bienestar psicológico lo que está realmente en juego. ¿Qué tal si bajamos el volumen, disminuimos las revoluciones e intentamos que el trabajo sea un ámbito más apacible? Los psicólogos de ifeel, la plataforma holística de apoyo psicológico para empresas y trabajadores, nos enseñan varias tácticas para que, en la medida de tus posibilidades, puedas darle un toque un poco más zen a tu faceta profesional.
1. Calibra bien la verdadera importancia de tu trabajo
Es obvio que, trabajemos en lo que trabajemos, nuestro trabajo es importante y debemos tomárnoslo en serio. Sin embargo, las exigencias que nos llegan desde fuera -y que no tardamos en incorporar- nos llevan a funcionar constantemente como si cada cosa que hacemos fuera de vida o muerte o como si de nuestro rendimiento rápido e hiperproductivo dependieran cosas de lo más trascendentales. Lo creamos o no, esto es verdad solo en un puñado de empleos. Los demás son importantes y hay que realizarlos con profesionalidad y eficiencia, pero no requieren necesariamente el nivel de urgencia y relevancia que a menudo les atribuimos. Si conseguimos ajustar bien estas expectativas y valoraciones será más fácil trabajar de manera relajada.
2. Date cuenta de tus ritmos e inercias
Convertir tu empleo estresante en un trabajo zen incluye diferentes acciones. Antes de llevarlas a cabo de manera desordenada conviene que te eches un vistazo y detectes qué aspectos de tu trabajo y de tu propia manera de trabajar tienen que reajustarse. Observa la velocidad a la que funciona tu sistema (la mente, el cuerpo, el comportamiento), date cuenta de tu estilo acelerado, abrupto o sobrecargado a la hora de trabajar. Es posible que, si te fijas, detectes algunas de las necesidades, miedos o creencias “mal” aprendidas que están detrás de esa manera de trabajar. Es en ellas donde tendrás que actuar.
3. Hacer menos, hacer mejor
De acuerdo, no siempre tenemos capacidad de decisión sobre el volumen de nuestra tarea, las fechas de entrega y los distractores que se nos van cruzando por el camino y que pueden obstaculizar nuestro rendimiento. No obstante, siempre que puedas, date cuenta de que a veces es mucho más satisfactorio hacer menos cosas pero con más cuidado que producir mucho de una manera más pobre o chapucera. Si lo consigues, no solo disminuirás el estrés de tener que hacer más y más, sino que sentirás más satisfacción con tus resultados.
4. Piensa menos y ponte en marcha
No a todo el mundo le sirven las mismas recetas y lo que a algunos les ayuda a relajarse, bajar pulsaciones y mejorar su estado de ánimo a otros puede resultarles indiferente o crisparles. Así que imagina de manera realista tres cosas que te relajarían y podrías aplicar mañana mismo en tu puesto de trabajo. Deben ser cosas que a ti en concreto te ayudarían a regular mejor tu estado interior y a tener más tranquilidad. Si están en tu mano y no van en contra de tu rendimiento, sal de la pereza y ponlas en práctica.
5. Desconexión digital
Para una adecuada conexión psicológica (en la mente, las emociones y la conducta) fuera y dentro del trabajo es importante que el trabajo no nos invada. Recuerda que implicarte con tus tareas las 24 horas del día es implicarte más tiempo, pero no hacerlo mejor. Tu rendimiento necesita pausas y momentos de refresco para poder estar en buenas condiciones y que tengas buenas ideas, igual que tu organismo necesita dedicarse a otras cosas que no tienen nada que ver con lo laboral. No tengas miedo a bajar la persiana del todo en el momento que toca para que no le cojas aversión al trabajo y mañana puedas levantar esa persiana con la mejor actitud.
6. Organiza adecuadamente el trabajo
Siempre que puedas, no juntes demasiadas reuniones, o no las programes en el peor momento del día o el peor día de la semana. Si es posible, procura que no haya tiempos muy prolongados con muy poca tarea (en los que más que relajarte lo que puede ocurrir es que te aburras) y luego momentos en los que las tareas se apelotonan y hay que hacerlo todo deprisa y corriendo, con un gran nivel de estrés. El equilibrio en el trabajo siempre va a favor de la experiencia zen.
7. Programa correctamente tu horario
Estructura tus horas de trabajo de manera que estén al servicio de tu salud. Es importante organizarse lo mejor posible en nuestro día a día para llegar a la oficina con tranquilidad, sin prisas, y ponerse a la tarea con reposo, no con el acelerador ya pisado y la chispa ya encendida. Entrar cada día al trabajo ya con la sensación de que vamos mal, y abrir el ordenador como un elefante que entra a una cacharrería no ayuda a generar una disposición relajada para trabajar.
8. Come con tranquilidad
El momento de la comida es importante y hay que dedicarle atención. Siempre que puedas, intenta no comer rápido, como si tuvieras prisa, como si hubiera que ir a apagar un fuego dentro de cinco minutos. A veces es cuestión de dedicarle diez o quince minutos más: pueden parecerte muchos minutos en un entorno laboral depredador donde el tiempo es oro pero recuerda: estamos hablando de diez o quince minutos, ninguna catástrofe va a ocurrir solo porque te los tomes para comer como una persona. Si estás en la oficina intenta compartir ese momento con compañeros de cuya compañía disfrutes. Es un momento distendido que contribuye a generar un buen clima laboral.
9. El orden y la limpieza, fundamentales
Mantén el lugar de trabajo en buenas condiciones de orden y limpieza. Si estás en la oficina, y especialmente si teletrabajas, debes tener en cuenta la influencia del ambiente en tu estado de ánimo y tu capacidad para concentrarte. En la oficina tenemos menos margen de maniobra pero si trabajas desde casa, asegúrate de que lo haces en el lugar más adecuado posible en cuanto a los ruidos y la luz. Procura que sea un lugar sin muchas distracciones, que esté limpio y a una temperatura adecuada e introduce los elementos que consideres necesarios para volverlo más cómodo y agradable. Ya sea de manera presencial o en remoto, asegúrate de que tu mesa está despejada, sin elementos que contribuyan a la distracción o el desorden, o que generen una sensación de barullo que no te ayudará a situarte en lo que tienes que hacer.
10. Prioriza el silencio
Cada cual sabe qué le distrae, qué le entretiene y qué le ayuda a fluir en la realización de sus tareas laborales. No obstante, si de verdad deseas tener una experiencia zen a la hora de trabajar no es posible encontrar un aliado mejor que el silencio. Algunas personas no están acostumbradas porque el silencio hace que, paradójicamente, aumente el ruido que escuchamos desde nuestro interior. Sin embargo, el silencio es el comienzo de la conexión con uno mismo y nos ayuda a alinearnos con el momento presente.
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