Tras dos años de pandemia por SARS-CoV-2, permanecen los recuerdos de los difíciles momentos que los profesionales sanitarios vivieron en la atención a los pacientes con COVID-19, sobre todo al principio. Esta situación también se produjo en los hospitales y centros de mayores de Sanitas. Médicos y enfermeras, como los de cualquier otro hospital del Sistema Nacional de Salud, tuvieron que vivir y afrontar conflictos y situaciones inéditas, que les generaron no poca incertidumbre y sufrimiento. Con todo, en Sanitas dispusieron de grupos de apoyo que se constituyeron en los inicios de la pandemia y que surgieron como respuesta a los conflictos éticos y morales que se manifestaron, según la incidencia del virus aumentaba exponencialmente.
Gracias a este recurso, los profesionales que trabajan en los hospitales de Sanitas han contado con ayuda para poner nombre y gestionar los conflictos vividos. Con la gestión emocional y la información adecuada que facilitan los grupos de apoyo, médicos y enfermeras pueden afrontar las situaciones difíciles que sigue generando la pandemia en unas mejores condiciones laborales. Esta iniciativa se enmarca en el plan de cuidado de Sanitas a sus empleados, que sigue plenamente vigente y operativo, y que hasta la fecha se ha saldado con 478 nuevos contratos, entre refuerzos asistenciales, enfermeras y asesores médicos, y 8 millones de euros de inversión en equipos de protección individual (EPI), respiradores, fungibles y dos hospitales de campaña, como medidas de mayor alcance.
Además, el plan incorpora otras ventajas como servicio de atención psicológica 24 horas, guardería y alojamiento para profesionales en primera línea asistencial, formación en protocolos y medidas de seguridad, incluyendo atención sanitaria gratuita en hospitales de Sanitas y la instrucción de guardar cuarentena y no regresar al trabajo hasta que el profesional infectado estuviera libre de coronavirus vía PCR negativa.
El trabajo de los grupos de apoyo ha merecido la atención de Gloria Marinas, enfermera de Urgencias del Hospital Universitario La Zarzuela, que ha recopilado y analizado la actividad de este soporte, sobre todo en las primeras semanas tras la irrupción del virus. La experiencia se ha presentado en el Congreso Nacional de Bioética, que ha celebrado en Vitoria su XV edición y le ha dedicado una de sus comunicaciones. »Hemos realizado una síntesis de los conflictos más frecuentes vividos sobre todo al principio de la pandemia, que ha dejado una gran huella en todos nosotros y que nos ha puesto ante la tesitura de validar emociones y sentimientos para aflorar ese sufrimiento que se haya podido quedar adentro», explica su autora, que es también la vicepresidenta del Comité de Ética Asistencial (CEAS) de Sanitas Hospitales.
No por conocidos, los conflictos vividos dejan de ser menos impactantes. Algunos están hoy afortunadamente superados pero en su momento generaron »una ansiedad muy importante, al conocer el riesgo que asumíamos al seguir atendiendo a los pacientes en esas circunstancias. Todo era incertidumbre en los primeros momentos de la pandemia», recuerda Marinas.
El miedo al contagio llegaba hasta el último rincón de los hospitales y los centros de Mayores de Sanitas y después alcanzaba los domicilios de los profesionales, que llegaban a temer más porque el virus afectara a sus familias. De ahí que la limitación de los contactos fuera algo habitual, pero no por ello menos traumático y difícil. Los profesionales debieron ser muy cuidadosos en sus casas y muy estrictos en el hospital para evitar que las familias pudieran ver a sus familiares enfermos. »Nos hemos enfrentado a situaciones en las que el paciente muy posiblemente iba a fallecer, pero no podíamos dejar pasar a ningún familiar para que le viera. Teníamos que organizar y propiciar una suerte de despedida antes del acceso al hospital o a la residencia. Estas situaciones fueron duras, muy duras».
Otros conflictos muy habituales los vivieron profesionales que no estaban habituados a estar en puestos de UCI o en hospitales de campaña que se montaron en las semanas más críticas, cuando todo recurso disponible era insuficiente. Algunos de esos mismos profesionales, que prestaron toda su capacidad y conocimiento a especialidades que no eran las suyas, seguramente retrasaron la comunicación de sus propios síntomas de la enfermedad para seguir en su puesto, ayudando a sus compañeros y evitando el colapso del Hospital, ante la inaudita presión asistencial que se estaba viviendo.
En todos y cada uno de los casos notificados, el Grupo de Apoyo valoró el alcance del conflicto y buscó recursos intermedios, tal y como se les denomina en Bioética, para intentar resolver o al menos paliar, la situación generada. La gestión emocional y la búsqueda adecuada de información, siempre apoyada en la evidencia científica, han sido dos de las herramientas más utilizadas por el Grupo de Apoyo para ayudar “a profesionales que llevaban días fuera de su ámbito habitual de trabajo y que estaban haciendo cosas para las que nadie estaba preparado: hacer frente a una pandemia».
Según Marinas, la ayuda psicológica ha sido uno de los apoyos más demandados. »Hemos procurado promover la conversación y el intercambio de sentimientos y sensaciones entre los profesionales». Por extensión, la Bioética también ha funcionado y ha ofrecido una ayuda alternativa: »Cuando hay conflictos de valores, es bueno buscar una deliberación sosegada y encontrar esos cursos intermedios de acción para intentar no dañar ninguno de los valores que están en juego», añade Marinas.
Más allá de la labor extraordinaria del Grupo de Apoyo, el CEAS de Sanitas ha estado ahí y sigue ahí para ayudar a profesionales, y también a pacientes, en situaciones difíciles, para buscar alternativas que permitan manejarlas. »Quizá en algunos casos no podamos solventarlas del todo, pero sí paliarlas y, en última instancia, aliviar a los que las están sufriendo».
Los comentarios están cerrados.