La calidad de vida relacionada con la salud –que implica cuestiones físicas, psicológicas y sociales- ha sido muy analizada en relación con múltiples problemas sociales y de violencia, incluyendo el bullying, pero todavía no se había estudiado su impacto sobre el ciberacoso.
Ahora, varios investigadores del grupo de Ciberpsicología de UNIR han realizado un estudio empírico cuyo principal objetivo ha sido el de analizar de qué manera afecta a los adolescentes ocupar preferentemente uno de los roles propios del ciberacoso: ciberagresor, ciberobservador, cibervíctima y ciberagresor-víctima. Además, dicha investigación relaciona qué dimensiones de la calidad de vida percibida están asociadas a un tipo u otro de rol.
La investigación se llevó a cabo durante cinco meses en los que se recogieron dos evaluaciones. En un primer momento, el estudio se realizó con 920 estudiantes y posteriormente, en un segundo momento, participaron de nuevo 313 de estos. Todos ellos son alumnos de entre los 11 y los 18 años de institutos de Educación Secundaria de Asturias, Madrid y Valencia.
Los datos muestran que las conductas de ciberacoso reduce significativamente la calidad de vida percibida en perfiles relacionados con la condición de cibervíctima (cibervíctima y cibervíctima-agresora) en comparación con ciberagresores, ciberobservadores y participantes que se declaran ajenos a la situación, independientemente del género y el rango de edad. El bienestar psicológico, el estado de ánimo, las relaciones con iguales y profesores, y con los padres, se relacionan inversamente con la ciberagresión. Es decir, cuanta más ciberagresión reporta sufrir un participante, peores son sus puntuaciones en las dimensiones descritas.
Para Joaquín González-Cabrera, investigador principal del grupo de Ciberpsicología de UNIR, la relevancia de este estudio viene dada por las especificidades del cyberbullying, ya que diferentes investigaciones han mostrado que este tipo de violencia genera más estrés que el bullying convencional e incrementa la probabilidad de sufrir enfermedades físicas y mentales en la edad adulta. “Ahora también tenemos evidencias empíricas de que la calidad de vida percibida se ve mermada cuando los adolescentes están relacionados con la cibervictimización; es decir, sienten peor bienestar físico y emocional, peor estado de ánimo, peores relaciones con iguales y padres/profesorado, etc”, asegura.
Dados los resultados, los investigadores González-Cabrera y Manuel Machimbarrena recomiendan que profesores, orientadores y equipos pediátricos “evalúen también la calidad de vida percibida cuando hay problemas de ciberacoso, por las posibles consecuencias que tenga para el bienestar general del adolescente, ya que aporta información bio-psico-social de gran relevancia”.
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