Enero es sinónimo de rebajas. Incluso, en el sector de la construcción. Por ello, para las empresas de la industria y para aquellos particulares que se estén planteando realizar algún tipo de reforma en su hogar o se encuentren presupuestando una edificación desde cero, este podría ser el mes más idóneo para adquirir los mejores materiales de construcción a precios asequibles. Y es que, pese a que lo que más llama la atención en una obra arquitectónica es el diseño y el resultado final, los materiales y la calidad de los mismos serán los elementos más importantes si quieren evitarse problemas futuros.
Los expertos de Sto, multinacional alemana especializada en la elaboración de elementos constructivos, explican siete posibles consecuencias de usar materiales de poca calidad:
- Riesgo de enfermedades. Uno de los primeros criterios a la hora de elegir un material es que éste sea natural, libre de tóxicos e inocuo. Se ha comprobado que, ya sea por agentes químicos, biológicos (bacterias, hongos, esporas…) o físicos (ruido, ambiente térmico, humedad…), una mala elección de productos y sistemas puede provocar en los inquilinos de un inmueble enfermedades respiratorias de todo tipo, mareos, jaquecas, náuseas, irritación de piel y ojos, somnolencia, alteraciones del gusto y el olfato, etc. De hecho, la Organización Mundial Salud ha definido el término “síndrome del edificio enfermo”. Se trata de un conjunto de enfermedades originadas o estimuladas por la contaminación de espacios cerrados.
Según este organismo, el 30% de los edificios sufre este síndrome. Tal y como apuntan los expertos, se considerará que existe dicho problema cuando, al menos, el 20% de los ocupantes presente quejas referentes a su salud y las causas sean difíciles de identificar.
- Menor durabilidad y más posibilidad de desperfectos. La durabilidad de los materiales está directamente relacionada con la calidad de los mismos. Por tanto, si se opta por materia prima “barata”, los problemas comenzarán al poco tiempo de concluir la fase constructiva, existiendo, además, peligros mayores como el desplome de edificios o secciones estructurales. Eso sin contar las graves consecuencias que podría acarrear en zonas propensas a desastres naturales (terremotos, huracanes, riadas, tsunamis…).
- Contribución a una mayor contaminación. Es aconsejable que los materiales sean sostenibles en su ciclo de vida, es decir, que tengan un bajo impacto ambiental durante todas las etapas de vida del producto (extracción, producción, distribución, uso y desecho). Por ejemplo, se estima que el 6% de la emisión de CO2 proviene de la producción y uso del cemento de la construcción. Evidentemente, esta condición aumentará el valor del producto, pero el planeta lo agradecerá.
- Gastos económicos a largo plazo. El clima es uno de los factores determinantes a la hora de proyectar una construcción: no solo hay que adaptar el diseño, la orientación o el tipo de construcción, también la elección de materiales. Y es que las características de estos elementos serán, precisamente, las responsables de la eficacia a la hora de controlar la influencia en la vivienda del clima exterior. Si estos son de baja calidad aumentará la factura de energía para compensar lo que el inmueble no puede conseguir. Esto sin contar el desembolso económico que supondría subsanar este problema mediante otra reforma.
- Posibles consecuencias legales. Muchas veces, se adquieren productos de poca calidad simplemente porque se presentan como buenos y a buen precio, cuando realmente no lo son. Así, todos los anteriores inconvenientes pueden devenir en acciones legales de los usuarios finales del inmueble con los proveedores de materiales, la empresa constructora, los promotores o, incluso, la empresa inmobiliaria.
- Menos flexibilidad de diseño. Actualmente, también es importante invertir en detalles de diseño más sofisticados. Para su puesta en marcha, el proyectista deberá tener en cuenta la calidad espacial, la constructiva y, sobre todo, la de los sistemas de ejecución de la obra. Los materiales de calidad aseguran, por un lado, la seguridad requerida y, por otro, la consecución de espacios con identidad gracias a su libertad creativa.
- Carencia de confort interior. El confort es una sensación de bienestar en la que no existe ninguna molestia o distracción en el ambiente que perturbe al inquilino. Si este estado de comodidad en la vivienda se perturba por la incidencia de factores externos provocados por una mala regulación de la temperatura, el ruido, la humedad, la velocidad del aire o la iluminación, pueden producirse alteraciones en los ciclos de actividad y descanso, reducción de la eficiencia del desempeño cotidiano o, incluso, en importantes trastornos de salud, como se comentaba en el primer punto.
Los comentarios están cerrados.