El asma ocupacional es la enfermedad respiratoria más frecuente y el riesgo atribuible a la exposición laboral es del 10 al 25 por ciento de los casos. Sin embargo, el temor a perder el empleo es la principal dificultad en el tratamiento de esta patología, según han informado desde la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica.
Los factores de riesgo más influyentes para el desarrollo del asma ocupacional son el grado y la duración de la exposición a los agentes responsables. Además, existen otros factores como la predisposición genética, las alergias, la rinoconjuntivitis, el consumo de tabaco y el sexo del trabajador.
«En mujeres la mayor prevalencia de casos de asma ocupacional se encuentra en aquellas expuestas a productos de limpieza, persulfatos, alérgenos biológicos y fibras textiles. En hombres, el mayor número se concentra en la exposición a harinas, fibras, soldaduras y disolventes», ha afirmado la neumóloga y miembro de SEPAR, Isabel Urrutia.
EXPOSICIÓN A SUSTANCIAS QUÍMICAS
Después de una revisión de los factores de riesgo, la experta en neumología encontró que «las personas con antecedentes familiares de alergias son más propensas a desarrollar asma ocupacional, en particular a algunas sustancias como la harina, los animales y el látex».
Cabe destacar que «incluso sin antecedentes médicos es posible desarrollar esta enfermedad si existe exposición a las condiciones que la inducen. La asociación del tabaco como factor de riesgo de asma ocupacional se ha demostrado que depende del tipo de agente contaminante», añade.
Los productos químicos pueden causar asma hasta en un 10 por ciento de los casos. Los irritantes en altas dosis que inducen al asma ocupacional incluyen el ácido hidroclórico, el dióxido de azufre o amoniaco, especialmente utilizados en las industrias de petróleo o productos químicos, incluso en la pintura en aerosol, la instalación de aislamientos y en la fabricación de plásticos, goma y espuma.
«La exposición a estas sustancias químicas en concentraciones altas puede desarrollar disnea, tos y sibilancias que empeoran en el trabajo y mejoran fuera del mismo. Los trabajadores que ya tienen asma u otros trastornos respiratorios también pueden experimentar un aumento de sus síntomas durante la exposición a estos agentes irritantes», asegura la doctora.
DIFICULTADES PARA EL TRATAMIENTO
Aunque la prevalencia es elevada, el asma es una enfermedad altamente infradiagnosticada debido a las dificultades de su detección. El diagnóstico requiere demostrar la existencia de asma y, seguidamente, confirmar la relación con el medio laboral.
«Una de las mayores dificultades es que una vez se confirma el diagnóstico por una sustancia es imprescindible que el paciente cese por completo la exposición a dicha sustancia, por lo que tiene que abandonar el puesto de trabajo. El uso de protectores como mascarillas es ineficaz», ha explicado la doctora.
En este sentido, es importante que el paciente diagnosticado con asma ocupacional esté correctamente informado de su condición y que reciba el tratamiento farmacológico adecuado, en función de la gravedad del asma según las pautas establecidas en las guías de manejo, como en la Guía Española para el Manejo del Asma (GEMA).
«Los especialistas debemos potenciar la formación en asma ocupacional con el fin de mejorar los índices de prevalencia, así como difundir y concienciar a la población de los síntomas principales y de las posibles complicaciones que conllevan, especialmente en aquellos trabajadores que desarrollan actividades profesionales de riesgo», concluye.
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