Uno de cada tres trabajadores en España es fumador. Desde que en el año 2006 entrara en vigor la denominada “Ley Antitabaco”, que limitaba fumar en los centros de trabajo públicos y privados, el paisaje de muchos de estos espacios ha cambiado: entornos laborales más saludables, tanto para los fumadores activos como pasivos y ambientes más agradables, libres de contaminación y de malos olores.
Pero no todos los efectos han sido positivos. La restricción de los lugares en los que se puede consumir cigarrillos ha traído consigo algunas consecuencias indeseadas e imprevistas.
En primer lugar, la necesidad de tener que desplazarse para poder fumar implica, lógicamente, una pérdida de tiempo dentro de la jornada laboral. Un estudio de la Sociedad de Prevención de Fremap y la farmacéutica Pfizer calcula que la disminución de la productividad tiene aparejado un gasto aproximado para las empresas de unos 1.500 euros anuales por empleado.
Una productividad que también puede verse afectada por el estado anímico del trabajador fumador, sometido a unas limitaciones que no siempre se ajustan a su nivel de dependencia del hábito y que, en ocasiones, pueden generar cierta tensión e irascibilidad, según constatan los expertos.
Por último, ante la migración masiva de trabajadores fuera de los centros o, en su defecto, la proliferación espontánea de zonas de fumadores que no cuentan con requisitos mínimos de salubridad, ni están sujetas a un control específico, algunas organizaciones han decidido habilitar áreas específicas para este fin. Una medida que también implica un coste añadido y que no siempre es posible llevarla a cabo por las necesidades estructurales que conlleva (debe situarse en sitios al aire libre).
Alternativas a los tradicionales cigarrillos
Ante esta problemática existen en la actualidad otras formas de consumir tabaco que son más sostenibles y respetuosas con el entorno y el resto de compañeros.
Además de las propuestas dirigidas a la deshabituación tabáquica (parches, inhaladores, pastillas, etc…), que se venden en farmacias y exigen cierta predisposición por parte del fumador, existen otras posibilidades como los chicles de tabaco. Éstos pueden encontrarse en estancos y están especialmente indicados para aquellas personas que quieren seguir disfrutando del tabaco, pero están interesados en otras fórmulas que no precisen de combustión.
El mercado de chicles de tabaco se encuentra en estos momentos en pleno desarrollo. Según estudios realizados por la marca de chicles de tabaco TJU, España es uno de los principales referentes de este segmento, pues se trata del país europeo con mayores posibilidades de crecimiento (uno de cada cuatro ciudadanos de 15 y más años es fumador, según los datos publicados por el INE).
En este sentido, diversas organizaciones científicas y del ámbito de la salud, entre ellas la Organización Mundial de la Salud (OMS) han avalado que los modelos de consumo de tabaco que no precisan de combustión son menos dañinos que los cigarrillos tradicionales.
Por este motivo, desde el ámbito de la prevención de algunas empresas es cada vez más habitual que se ofrezca información acerca del consumo de chicles de tabaco como un elemento sustitutivo al cigarrillo tradicional, especialmente indicado para aquellos fumadores que no desean abandonar el hábito, aunque este puede ser un primer paso para tomar esa decisión.
Ventajas de los chicles de tabaco en el entorno laboral
Según la marca TJU, comercializada por la compañía Richmark y una de las pioneras en este segmento en Europa, las ventajas de optar por este producto en los espacios de trabajo son numerosas. Entre ellas:
- Pueden consumirse en cualquier lugar, sin ningún tipo de restricción normativa.
- No tienen incidencia en las personas que se encuentran alrededor (fumadores pasivos).
- Es una de las formas de consumo de tabaco con menos riesgos para la salud.
- Es discreto y no produce malos olores.
Su coste por unidad es similar al de un cigarrillo
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