Una epidemia de consumismo descontrolado está barriendo el mundo con una compulsiva búsqueda de dinero y posesiones que hace a la gente más rica pero más triste.
Esa es la lúgubre advertencia del psicólogo británico superventas Oliver James después de viajar por siete países y comprobar cómo la opulencia desarrolla depresiones.
"Nos hemos convertido en adictos del tener en lugar que del ser y confundimos nuestras necesidades con nuestros deseos", dijo a Reuters en una entrevista con motivo de la publicación el jueves de su obra "Affluenza" ("Opulencia", en inglés).
Viajando de Nueva York a Sydney, de Singapur a Shanghai a través de Copenhague, Moscú y Auckland, concluyó tras entrevistar a 240 personas que el "capitalismo egoísta" ha enloquecido.
Casas más grandes, más coches, televisiones mejores, rostros más jóvenes – esos son los objetivos que persiguen frenéticamente los adictos al trabajo de clase media afectados por la "Opulencia".
"Estudios en muchos países diferentes demuestran que si uno concede un gran valor a esas cosas, está más predispuesto a sufrir depresión, ansiedad, adicciones y desórdenes de la personalidad", dijo.
James aseguró que "la gente en las naciones angloparlantes tiene el doble de probabilidades de enfermar mentalmente que la gente que vive en los países de la Europa continental".
Querer siempre más es un camino sin salida emocional, alega este psicólogo, presentador y escritor de 53 años.
Lo que diferencia a "Affluenza" de la legión de libros de autoayuda que ofrecen atajos manidos hacia la felicidad son las biografías de los sujetos a los que entrevista. Nueva York por ejemplo.
Compara y contrasta a Sam, un millonario desdichado, ateo y adicto al sexo que trata a las mujeres como objetos para obtener satisfacción, con Chet, el taxista nigeriano contento, optimista, sexualmente fiel y religioso.
En Singapur, donde se encontró con que comprar era la obsesión nacional, James se sintió "triste y sin vida", mientras que Dinamarca era digna de elogio, respetable aunque no exactamente "un barril de risas".
Pero no todo fue desesperanza para este psicólogo ambulante.
Admiró a los chinos por su estoicismo de "lo mejor es suficientemente bueno" y dijo que "los que más me gustaron fueron los moscovitas porque aún están interesados en la vida de la mente".
James, optimista, cree que ya ha comenzado el retroceso.
"Estamos en el punto de inflexión. Mis argumentos se solapan con los ecologistas – no podemos seguir consumiendo de esta manera y seguir confiados en que nuestros bisnietos tendrán algún futuro. Esto nos lleva inevitablemente a cuestionarnos el consumismo".
"La gente está harta. Ya no quiere más capitalismo egoísta".
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