Algunas empresas pueden recurrir a medidas de control que son ilegales, como colocar cámaras en vestuarios o servicios, grabadoras en los teléfonos o micrófonos direccionales
Cámaras, micrófonos, vigilantes, cadenas…, no es una cárcel sino el almacén de un centro comercial, y el objetivo, la prevención de hurtos de los empleados. "Un problema que se banaliza pero que puede comerse la mitad de los beneficios netos de un comercio", señala Benjamín García Roche, autor del Manual de la pérdida desconocida,editado por la central de compras Euromadi. Oun "temor irracional que hinchan las empresas de seguridad para ganar clientes", responde Simón Rosado, secretario de acción sindical de CC. OO. de Catalunya. La eficacia de las medidas de control, de cualquier forma, viene limitada por su coste y por las restricciones legales que salvaguardan el derecho a la intimidad de los trabajadores.
Los robos afectan a todas las empresas, pero son más importantes en la distribución porque "todos sus productos están terminados, listos para el consumo, tienen una rotación elevada y están situados en zonas de fácil acceso", señala García Roche. Sin embargo, cualquier empresa se enfrenta a hurtos internos. Empresas de automoción como Seat o Nissan han sufrido robos de componentes o equipos musicales y han aplicado registros de salida a las bolsas de mano de los trabajadores; los centros de salud tienen protocolos especiales para evitar los hurtos de fármacos, estupefacientes y psicotrópicos. Son sólo dos ejemplos.
El sector de la distribución es el que más ha cuantificado el fenómeno: según la asociación de codificación comercial Aecoc, la "pérdida desconocida", causada básicamente por hurtos, ocasiona pérdidas de más de 1.700 millones de euros anuales, equivalentes a un 1,05% de las ventas del sector. De estas cifras, un 29% proviene de los hurtos de los propios trabajadores.
"No es infrecuente encontrarnos pares de zapatos viejos en el almacén", recuerda Carmen, ex trabajadora de un centro comercial. La sospecha, un empleado que coge unos zapatos y se va con ellos puestos. En otros casos "desaparecen videojuegos o pequeños electrodomésticos", señala. Según la Aecoc, los productos que se sustraen con más frecuencia son de los lineales de droguería-perfumería, música-ocio-informática, bebidas y alimentación fresca y envasada, bazar y textil.
Para Rosado, "los pequeños hurtos de los empleados no son un problema. Cuando hay robos de forma permanente o a gran escala en una empresa están involucrados los mandos intermedios, que son cómplices de la situación. Y siempre revelan que la empresa tiene un problema de fondo, que fallan los sistemas de organización y de gestión de los recursos humanos". Según la Aecoc, el perfil del empleado que hurta es el de un menor de 30 años, fijo o eventual, que trabaja en las zonas de almacén, cajas de salida o trastienda y que en cada hurto "distrae" mercancías (en el 55% de los casos) o dinero por valor de más de 60 euros.
Para frenar los hurtos, las empresas de distribución han aumentado el gasto en sistemas de seguridad, que según la Aecoc ha pasado de un 0,3% a un 0,5% de las ventas. El manual de Euromadi recomienda colocar taquillas transparentes y sin cerradura en los vestuarios ( "de esta manera los empleados nunca estarán seguros de tener un escondite a salvo dentro de la empresa"), diseñar uniformes sin bolsillos para los empleados, especialmente para las cajeras; instalar circuitos cerrados de televisión para controlar las zonas de mayor riesgo, como el área de cajas, y de cámaras ocultas para controlar a algún trabajador sospechoso; anclar las cajas registradoras para que no puedan sustraerse y sujetar con cadenas el material valioso o colocar los servicios y los vestuarios fuera del almacén. Es también muy frecuente la contratación de vigilantes que controlan las entradas y salidas de los trabajadores.
Algunas empresas, sin embargo, pueden recurrir a medidas de control que son ilegales, como colocar cámaras en vestuarios o servicios, grabadoras en los teléfonos o micrófonos direccionales que permiten grabar las conversaciones en prácticamente todo el recinto de la empresa. "Estas medidas atentan contra el derecho a la intimidad del trabajador", señala García Roche.
ROSA SALVADOR
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