Resulta alarmante, tal y como ponen los datos de relieve, la cifra de afectados que hay en la Administración y, sobre todo, en el sector de la educación alcanzando a un 39% del total de las víctimas. A este respecto, el presidente de la asociación, Benito Yáñez, manifiesta que el 60% de las bajas laborales que se dan en el ámbito público se deben al ‘mobbing’, motivo por el que ambas plataformas -Riscam y Pridicam- se han unido a la moción del Senado que insta al Gobierno a elaborar un protocolo de actuación para prevenir y evitar el acoso laboral en la Administración.
«una jerarquía clasista». En su opinión, la Universidad es junto con el Ejército y la Iglesia la única institución de la democracia que mantiene «una jerarquía clasista» que da lugar a que este tipo de conductas encuentren «un buen caldo de cultivo» y la impunidad por parte de su entorno. «Además de que hablamos de funcionarios, la posición de poder es mucho más ostensible de modo que ese ‘mobbing’ institucional, en el que unos se tapan a otros, no favorece una investigación trasparente», sostiene Yáñez.
La asociación, que se constituyó legalmente en octubre siguiendo los pasos de la Plataforma de la Comunidad de Madrid (Pridicam), nació para dar respuesta a esta lacra social que se ha revelado como «una necesidad existente no cubierta». Una realidad que precisa de un marco jurídico y de la concienciación por parte de toda la sociedad porque, como señala Yañez, «nos puede pasar a cualquiera».
De 2004 a 2007, Pridicam fue la encargada de dar respuesta a las personas afectadas por ‘mobbing’ en Castilla-La Mancha. Sin embargo, el aumento del número de casos, hizo necesaria la puesta en marcha de una plataforma propia en la región.
El menosprecio y la humillación son las principales formas que adopta el acoso laboral en la provincia. Así, según explica Benito Yáñez, «el trabajador se siente confundido». «De repente, sufre sobrecarga de tareas con la intención de que no pueda sacarlas adelante, mientras que en otras rachas no se cuenta con él para nada», precisa.
Las mujeres de edades comprendidas entre los 30 y los 45 años son las más afectadas por la discriminación laboral pero, como incide Yáñez, «el ‘mobbing’ está dejando de entender de sexos».
La formación en competencias emocionales y habilidades sociales es fundamental ya que en más del 70% de los casos el atropello es vertical, es decir, se trata de un abuso de poder por parte del jefe hacia el subordinado. «Las armas que utilizan los acosadores pasan por un lenguaje retórico, las medias tintas y la insinuación», afirma el presidente de Riscam que describe al agresor psicológico como «una persona con un vocabulario muy cuidado, pero de una crudeza sibilina y sutil».
Esta conducta provoca en un gran número de casos que la víctima no se dé cuenta de lo que le está pasando y que, en consecuencia, le cueste reconocerse como tal. «De repente se ve envuelto en una espiral destructiva, siente que su trabajo no se valora o que se encuentra haciendo cosas que van en contra de su voluntad», indica Benito Yáñez.
Testigos mudos del acoso.
El hostigamiento hacia la víctima suele coincidir, según pone de manifiesto el presidente de Riscam, con una carencia o desvirtuación de los valores de su agresor. «Suelen ser personas con dos caras fácilmente identificables. Por una parte está la brillantez, el éxito social y un curriculum vitae extenso; mientras que por otra, se esconde una vida personal desastrosa y carente de afecto», revela. Así, según matiza, «esas deficiencias emocionales las acaba proyectando en su trabajo y a través de un abuso de poder».
Los comentarios están cerrados.