El estigma sigue siendo una barrera que “dificulta mucho el acceso al empleo de las personas con enfermedad mental”. Así lo ratifica Raúl Naranjo, coordinador del centro de Rehabilitación Laboral de Retiro de la Línea de Rehabilitación Psicosocial de las Hermanas Hospitalarias (LRHP), que como parte de la Consejería de Políticas Sociales, Familias, Igualdad y Natalidad de la Comunidad de Madrid gestiona dos centros de Rehabilitación Laboral en Madrid que atienden a un total de 130 usuarios.
“Las personas que tienen funciones de contratación, tienen los mismos prejuicios hacia las personas con enfermedad mental que tenemos el resto de la sociedad. En general existe una idea de que son personas peligrosas, que no es fácil tratar con ellos, imprevisibles o con síntomas y dificultades muy incapacitantes y presentes continuamente. Todas estas ideas son erróneas”, argumenta Naranjo, que explica que no existe un único perfil de persona con trastorno mental: “obviamente existen personas que tienen un grado de deterioro y dificultades en su funcionamiento que hace muy difícil que puedan trabajar (al menos hasta que no haya una mejoría). Pero también existe una gran parte de personas con trastorno mental que están en condiciones de funcionar adecuadamente en un empleo, con buen rendimiento y buena adaptación social. De hecho, ya lo están haciendo pese a los estigmas existentes”.
Para el experto, la mejor manera de combatir esos estigmas es permitiendo que quienes tienen la posibilidad de contratar conozcan de forma directa a estas personas. “No hay nada tan transformador de nuestros prejuicios como una experiencia directa de relación con el otro. Sentir a través de la interacción cómo muchas de tus ideas se van desconfirmando o transformando a la vez que comienzas a conocer la realidad de esa persona más allá de las etiquetas diagnósticas”, reflexiona antes de destacar que una inserción laboral no solo tiene un impacto para la persona que se integra, sino que “también sirve para ir derribando poco a poco ese muro del estigma e ir transformando la visión social que existe sobre estas personas”.
Beneficios de la integración laboral en las personas con enfermedad mental
Según explica el responsable de la LRHP, la integración laboral puede tener diferentes beneficios para las personas con enfermedad mental. Para Naranjo, desde un punto de vista subjetivo, muchos usuarios viven la integración laboral “como un paso en la normalización o como un escape a la vivencia de ser alguien diferente, apartado de algunas esferas públicas como puede ser el empleo”. En ese sentido, asegura, esta integración en el mundo laboral tiene un efecto “muy beneficioso” en la autoestima de los usuarios que se añade a la “satisfacción subjetiva con la tarea realizada”.
Desde un punto de vista práctico, por su parte, la integración laboral permite a los usuarios “desarrollar relaciones e interacciones sociales con otras personas”, les otorga beneficios económicos “que pueden ser un medio para emprender otros proyectos y desarrollarse como personas”; y, además, les permite una “estructuración de su tiempo”, creando espacios diferenciados para el trabajo y el ocio, “algo que es difícilmente alcanzable si no es con una actividad laboral, formativa o un voluntariado”.
No obstante, argumenta Raúl Naranjo, estos beneficios pueden ser “muy variables” entre unos y otros usuarios. Se da el caso de usuarios en los que la integración tiene un impacto muy alto y rápido en sus vidas por alguna de las circunstancias antes citadas. Sin embargo, también hay otros en los que el impacto de la integración laboral es escaso. “Esto se debe en ocasiones a que el trabajo conseguido no aporta una satisfacción subjetiva, a que suelen ser trabajos con bajas remuneraciones, o al hecho de que junto a los beneficios que puede presentar, el trabajo también aporte situaciones que pueden ser estresantes para la persona”, reflexiona. Según el experto, cuando el usuario desea trabajar para sentirse normalizado, este empleo tiene “inicialmente un impacto muy favorable”. Lo complicado, añade, es “sostener” ese impacto en el tiempo “si ese empleo no aporta otros beneficios o no sirve para otros propósitos”.
Esa falta de vocación por los trabajos realizados y la precariedad de los empleos son dos de las grandes limitaciones en el acceso al empleo de las personas con enfermedad mental. “Obviamente no es lo mismo trabajar en un empleo relacionado con lo que siempre quisiste hacer y con buenas condiciones laborales, que hacerlo en un empleo precario y en una actividad que no tiene ningún significado para ti o que incluso te resulta desagradable”, razona Naranjo, que no obstante considera que este problema es “perfectamente aplicable” a una parte importante de la población general, sobre todo a los jóvenes.
Por último, el psicólogo señala una última limitación, la falta de cualificación formativa de muchos usuarios. Esto se debe en buena parte a que este tipo de trastornos mentales suelen aparecer en la primera juventud, en un momento crucial para el desarrollo formativo de cualquier persona. “No existen adecuados planes para garantizar que cuando estas patologías aparezcan, se puedan detectar y hacer las adaptaciones o intervenciones necesarias para garantizar que la formación de estas personas no se vea interrumpida. Ahora lo que suele pasar es que cuando la crisis aparece los estudios se abandonan y posteriormente se hace difícil retomarlos. Afortunadamente, eso sí, hay excepciones y tenemos usuarios con ingenierías, doctorados y otro tipo de formaciones superiores”, concluye.
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