23 de noviembre de 2024
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El medio ambiente, pilar fundamental en la RSC

Las estrategias de adaptación al cambio climático propiciarán la aparición de oportunidades de inversión en sectores como la energía -en renovables-, las nuevas tecnologías o el transporte -en coches eléctricos.
Existen muchos falsos mitos en torno a la responsabilidad social corporativa, motivados en buena medida por el desconocimiento que tienen los inversores sobre este tipo de soluciones. Por ello, lo más importante es responder primero a la pregunta: ¿qué es la inversión socialmente responsable (ISR)? Este concepto puede diferir ligeramente de una firma a otra pero en general las inversiones socialmente responsables aplican tres grandes criterios a la hora de seleccionar las compañías: el buen gobierno corporativo, los aspectos sociales y el medio ambiente. Cada uno de estos factores pondera diferente en función del sector. Por ejemplo, en industrias potencialmente contaminantes, como puede ser la química, el factor verde es uno de las claves.
Una de las principales creencias erróneas que se tienen a la hora de hablar de ISR es que estas inversiones no son rentables. Esto no es cierto entre otras cosas porque los fondos que siguen estos criterios buscan sus inversiones en los mismos universos corporativos que el resto de productos. La gestión de los fondos ISR es exactamente igual, aunque estos permiten incluso una mejor gestión del riesgo. Lo que hacen es aplicar criterios diferentes.
El aspecto medioambiental en la ISR ha ido ganando importancia con el paso de los años. No es extraño, si tenemos en cuenta que la comunidad científica estima que el 90 por ciento de las actividades que realiza el ser humano tiene un impacto medio ambiental. El aumento del calentamiento global también está contribuyendo a esta tendencia: mayor sequía, extinción de especies, inundaciones, migración de enfermedades tropicales a más bajas latitudes y demás.
Hay dos posibles opciones para luchar contra el cambio climático. En primer lugar, implementar estrategias mitigadoras para reducir las emisiones y por consiguiente reducir la magnitud del cambio climático. Debemos cambiar nuestros hábitos de consumo de energía que representan alrededor de dos tercios de las emisiones de gases causantes del efecto invernadero. Además de ser un contribuyente clave, nuestro consumo de energía está aumentando y el 80 por ciento está constituido de combustibles fósiles. Realizar este cambio, requerirá mayor esfuerzo por parte de numerosos sectores provenientes de la industria eléctrica, transporte y construcción.
También debemos detener la deforestación, que, a través de la eliminación de los sumideros de carbono es responsable de casi el 20 por ciento del cambio climático. Este problema, que afecta principalmente al Amazonas y los bosques en el este de África ecuatorial y del sur de Asia, tiene numerosas causas, tales como la conversión de bosques a zonas agrícolas o pastos, y la tala ilegal.
Además, es esencial tomar el control de los métodos que utilizamos en la producción agrícola, que actualmente son responsables de alrededor del 15 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero. De hecho, el uso cada vez más habitual de fertilizantes en la agricultura ha dado lugar a una enorme contribución de las emisiones de gases de efecto invernadero al calentamiento global.
La reducción de las emisiones tiene que ser una prioridad. Incluso si la cantidad invertida actualmente en el problema es alta, el coste de la inactividad sería mucho mayor. Sin embargo, incluso con esfuerzos importantes de lucha, parte de los problemas ocasionados por el cambio climático serían inevitables.
En segundo lugar, por lo tanto, junto a las estrategias mitigadoras de emisiones hará falta implementar estrategias de adaptación específicas para mitigar ciertos efectos: protección de recursos hídricos, cultivos resistentes a las sequías, instalación de espigones y reubicación de algunas actividades, entre otras.
Los planes de acción para reducir la magnitud del cambio climático pueden adoptar varias formas, dependiendo de la actividad de cada compañía. Sin embargo, entre las estrategias más comunes podemos encontrar varios tipos.
La primera es la reducción de las emisiones directas de dióxido de carbono. Todas las industrias pueden marcar una diferencia sólo con esta política. Esta opción es especialmente apropiada para los grandes emisores, como las empresas eléctricas, empresas de cemento y acero, refinerías, fabricantes de papel o vidrio. Implementar estrategias de reducción de emisiones es necesario si se quiere anticipar las restricciones reglamentarias y cumplir con ellas, o incluso para diferenciarse de los competidores desde el punto de vista de un cliente, el Gobierno u otras partes interesadas.
La segunda es la reducción de las emisiones algunos proveedores de energía. En este sentido, algunas compañías dentro del sector de la electricidad, transporte, construcción o industria deben aprovechar la oportunidad de ofrecer soluciones innovadoras para reducir las emisiones de sus clientes. Por ejemplo, un grupo constructor podría ofrecer bajo consumo en soluciones de construcción, permitiendo a la empresa diferenciarse del resto de compañías mientras se anticipa a la evolución de regulaciones térmicas.
La tercera es el desarrollo de una agricultura sostenible. Algunas empresas agrícolas tienen un papel clave ante la lucha contra la deforestación y la reducción de las emisiones relacionadas con la agricultura. Por ejemplo, una solución sería la utilización de fertilizantes de liberación controlada para maximizar el rendimiento y reducir la necesidad de más tierra cultivada, además de rebajar la demanda global de fertilizantes.
Las estrategias de adaptación al cambio climático propiciarán la aparición de oportunidades de inversión en sectores como la energía -en renovables-, las nuevas tecnologías o el transporte -por ejemplo, los coches eléctricos-. Mirova, la división de inversión responsable de Natixis Global AM, selecciona ganadores del futuro: negocios que son rentables a largo plazo y utilizan modelos que tienen en cuenta los desafíos que supone un crecimiento más sostenible.

Las estrategias de adaptación al cambio climático propiciarán la aparición de oportunidades de inversión en sectores como la energía -en renovables-, las nuevas tecnologías o el transporte -en coches eléctricos.

Existen muchos falsos mitos en torno a la responsabilidad social corporativa, motivados en buena medida por el desconocimiento que tienen los inversores sobre este tipo de soluciones. Por ello, lo más importante es responder primero a la pregunta: ¿qué es la inversión socialmente responsable (ISR)? Este concepto puede diferir ligeramente de una firma a otra pero en general las inversiones socialmente responsables aplican tres grandes criterios a la hora de seleccionar las compañías: el buen gobierno corporativo, los aspectos sociales y el medio ambiente. Cada uno de estos factores pondera diferente en función del sector. Por ejemplo, en industrias potencialmente contaminantes, como puede ser la química, el factor verde es uno de las claves.

Una de las principales creencias erróneas que se tienen a la hora de hablar de ISR es que estas inversiones no son rentables. Esto no es cierto entre otras cosas porque los fondos que siguen estos criterios buscan sus inversiones en los mismos universos corporativos que el resto de productos. La gestión de los fondos ISR es exactamente igual, aunque estos permiten incluso una mejor gestión del riesgo. Lo que hacen es aplicar criterios diferentes.

El aspecto medioambiental en la ISR ha ido ganando importancia con el paso de los años. No es extraño, si tenemos en cuenta que la comunidad científica estima que el 90 por ciento de las actividades que realiza el ser humano tiene un impacto medio ambiental. El aumento del calentamiento global también está contribuyendo a esta tendencia: mayor sequía, extinción de especies, inundaciones, migración de enfermedades tropicales a más bajas latitudes y demás.

Hay dos posibles opciones para luchar contra el cambio climático. En primer lugar, implementar estrategias mitigadoras para reducir las emisiones y por consiguiente reducir la magnitud del cambio climático. Debemos cambiar nuestros hábitos de consumo de energía que representan alrededor de dos tercios de las emisiones de gases causantes del efecto invernadero. Además de ser un contribuyente clave, nuestro consumo de energía está aumentando y el 80 por ciento está constituido de combustibles fósiles. Realizar este cambio, requerirá mayor esfuerzo por parte de numerosos sectores provenientes de la industria eléctrica, transporte y construcción.

También debemos detener la deforestación, que, a través de la eliminación de los sumideros de carbono es responsable de casi el 20 por ciento del cambio climático. Este problema, que afecta principalmente al Amazonas y los bosques en el este de África ecuatorial y del sur de Asia, tiene numerosas causas, tales como la conversión de bosques a zonas agrícolas o pastos, y la tala ilegal.

Además, es esencial tomar el control de los métodos que utilizamos en la producción agrícola, que actualmente son responsables de alrededor del 15 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero. De hecho, el uso cada vez más habitual de fertilizantes en la agricultura ha dado lugar a una enorme contribución de las emisiones de gases de efecto invernadero al calentamiento global.

La reducción de las emisiones tiene que ser una prioridad. Incluso si la cantidad invertida actualmente en el problema es alta, el coste de la inactividad sería mucho mayor. Sin embargo, incluso con esfuerzos importantes de lucha, parte de los problemas ocasionados por el cambio climático serían inevitables.

En segundo lugar, por lo tanto, junto a las estrategias mitigadoras de emisiones hará falta implementar estrategias de adaptación específicas para mitigar ciertos efectos: protección de recursos hídricos, cultivos resistentes a las sequías, instalación de espigones y reubicación de algunas actividades, entre otras.

Los planes de acción para reducir la magnitud del cambio climático pueden adoptar varias formas, dependiendo de la actividad de cada compañía. Sin embargo, entre las estrategias más comunes podemos encontrar varios tipos.

La primera es la reducción de las emisiones directas de dióxido de carbono. Todas las industrias pueden marcar una diferencia sólo con esta política. Esta opción es especialmente apropiada para los grandes emisores, como las empresas eléctricas, empresas de cemento y acero, refinerías, fabricantes de papel o vidrio. Implementar estrategias de reducción de emisiones es necesario si se quiere anticipar las restricciones reglamentarias y cumplir con ellas, o incluso para diferenciarse de los competidores desde el punto de vista de un cliente, el Gobierno u otras partes interesadas.

La segunda es la reducción de las emisiones algunos proveedores de energía. En este sentido, algunas compañías dentro del sector de la electricidad, transporte, construcción o industria deben aprovechar la oportunidad de ofrecer soluciones innovadoras para reducir las emisiones de sus clientes. Por ejemplo, un grupo constructor podría ofrecer bajo consumo en soluciones de construcción, permitiendo a la empresa diferenciarse del resto de compañías mientras se anticipa a la evolución de regulaciones térmicas.

La tercera es el desarrollo de una agricultura sostenible. Algunas empresas agrícolas tienen un papel clave ante la lucha contra la deforestación y la reducción de las emisiones relacionadas con la agricultura. Por ejemplo, una solución sería la utilización de fertilizantes de liberación controlada para maximizar el rendimiento y reducir la necesidad de más tierra cultivada, además de rebajar la demanda global de fertilizantes.

Las estrategias de adaptación al cambio climático propiciarán la aparición de oportunidades de inversión en sectores como la energía -en renovables-, las nuevas tecnologías o el transporte -por ejemplo, los coches eléctricos-. Mirova, la división de inversión responsable de Natixis Global AM, selecciona ganadores del futuro: negocios que son rentables a largo plazo y utilizan modelos que tienen en cuenta los desafíos que supone un crecimiento más sostenible.

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