La Fundación 38 grados se ha presentado en sociedad, ante más de 300 personas, en el espacio Platea de Madrid en un evento que ha recibido el apoyo de un amplísimo número de personalidades de diferentes ámbitos de la sociedad, como , como Matías Prats, Vicente del Bosque, Sergi Arola, Nieves Herrero, Blanca Fernández Ochoa, Perico Delgado, Eduardo Inda, Maira Gómez – Kemp, Beatriz Cortázar, Alfonso Merlos, Jaime de Vicente, Miguel Abellán, Mónica Carrillo, Cristina Sánchez y Juan Antonio Corbalán entre otros.
Esta presentación ha sido posible gracias a la colaboración desinteresada de éstas y otras muchísimas personas anónimas que han querido apoyar un proyecto único, que nace de la voluntad de sus fundadoras de aliviar el sufrimiento de las personas al final de su vida, ayudándolas a resolver sus temas pendientes de una forma única y especial.
El propósito de esta entidad sin ánimo de lucro es actuar dónde no pueden llegar ni los profesionales, ni las familias, ayudando al enfermo a resolver sus últimos anhelos, de forma completamente gratuita, para que puedan cerrar el círculo de su vida con más paz y serenidad.
Estos anhelos son muy diversos: la reconciliación con un hijo o un hermano, volver al lugar de origen, decir adiós a su casa o despedirse de un amigo especial, tal y como han explicado sus fundadoras. Y estos momentos especiales reciben el nombre de GRADOS.
Los beneficiarios de la Fundación 38 grados no son solamente las personas que se encuentran al final de su vida, sino también todos aquellos familiares, amigos y profesionales sanitarios que muchas veces no pueden atender las últimas voluntades de los enfermos terminales.
Todas aquellas personas interesadas en colaborar con la fundación pueden hacerlo de tres formas: con una aportación económica, puntual o periódica; apadrinando un GRADO completo; o como voluntario, con su dedicación y talento.
Un encuentro “mágico”
La fundación nace del encuentro mágico de cuatro mujeres, que tras diferentes experiencias con la muerte, sienten una fuerte vocación de ayudar a las personas y a sus familias en el difícil momento de la despedida, con un objetivo común: humanizar y dignificar la última etapa de la vida de las personas, desde el respeto, la integridad, la delicadeza, la pasión y el compromiso.
Con este objetivo, exploraron dónde podrían aportar su esfuerzo y conocimientos para completar la importante labor que ya realizan las familias, los equipos socio-‐sanitarios, los voluntarios, los asesores espirituales…, y encontraron esas necesidades no resueltas que añaden mucha angustia a la ya difícil vivencia de la despedida.
Desde entonces, trabajan desde la empatía y emoción para resolver de forma desinteresada los temas pendientes de los enfermos terminales y contribuir a que el final de la vida, más allá del duro trance que supone, se convierta en una experiencia transformadora para todos.
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