Pablo Casado es desde este sábado el nuevo presidente del Partido Popular. El ganador de las primarias cerró este sábado el largo periodo de poder de Mariano Rajoy, y desplazó con el peso buena parte de los compromisarios el modelo continuista de Soraya Sáenz de Santamaría, respaldado por el aparato político. El resultado total fue de 1.701 votos para Casado, 1.250 para Santamaría y, 18 votos en blanco.
Desde la primera hora se notaba en el ambiente del Hotel Marriot Madrid Auditorium. Aparentemente, resultaban mucho más distendidos los ánimos entre el equipo de Pablo Casado que entre el de Soraya Sáenz de Santamaría. El número de abrazos, de fotos, de encuentros con afiliados. Y el número de aplausos. Atrás quedaba la noche intensa de llamadas de teléfono para atornillar los votos. Unos se emplearon más que otros.
Ya en el plenario, la intervención de Casado fue hartamente más ovacionada por el conjunto que la de Santamaría. Metodología pardal, pero daba pistas. Discurso de partido, tono mitinero pero con planteamientos, y sobre todo pleno de ilusión, el de Casado, frente al discurso personalista de la exvicepresidenta con un argumento estrella: «soy la candidata más votada del partido más votado de España». Un abanico con los colores de la bandera de España reforzó el mensaje de la número dos de Rajoy, a cuya oratoria hizo varios guiños adoptando las mismas tesis de lealtad, coherencia, prudencia y experiencia del expolítico gallego.
Finalizada la presentación de candidaturas, los compromisarios se dirigieron a las mesas de votación. Concretamente 25 mesas repartidas en una enorme sala a la que tardaron en llegar los candidatos que iban parándose cada dos por tres atendiendo a sus afines. Casado caminaba acompañado de su esposa, y de algunos miembros de su equipo. Un recorrido largo en el que fue adelantado a las puertas de la sala por el grupo cerrado de Santamaría, con ella en medio y escoltada, apartando del camino a unos cuantos entregados de su causa.
Ya en la sala de votaciones, Santamaría se dirigió a su mesa y Casado, más tarde, a la suya. El hoy presidente tomó la decisión a continuación de ir saludando uno a uno a los responsables de las mesas. Al unirse prácticamente en la que todavía se encontraba Santamaría, ésta emprendió camino –probablemente sin darse cuenta- y en un quiebro emuló a Casado. Es decir, saludó a todos los componentes de las mesas.
El entusiasmo se apreciaba en los de Casado, iba creciendo. Mientras, la intranquilidad y la contención en los de Santamaría iba en aumento. Unos subían a una habitación del hotel en la que siguieron el desarrollo de las votaciones, y otros, los del exvicesecretario de Comunicación departían con la prensa, en corrillos, comentaban las sensaciones, compartían su entusiasmo, pedían paciencia, pero con vibraciones positivas como dice el argot ciclista, de que algo bueno estaba por llegar.
A las puertas de las mesas de votaciones, se arremolinaban los medios. Representantes del equipo de Casado comentaban los resultados. En cuatro mesas cerradas de 25, Casado ganaba. En diez mesas cerradas de 25, Casado ganaba. En 17 mesas cerradas de 25, Casado seguía ganando. Estruendo en los pasillos y aplausos por doquier. Un informativo anuncia la victoria de Pablo Casado. Pero aún quedan mesas. Dos minutos apenas, se abre una puerta tras el recuento completo y las actas en las manos. Desde allí comunican que «ya tenemos presidente. Y es niño», comenta uno de ellos a los medios apostados en el quicio de esa puerta principal. Alguien de Casado añade: «Es el fin del aparato. Es lo mismo que pasó en el PSOE con Sánchez».
Compromiso con España
El resto del relato ya queda inmortalizado en imagenes. La vuelta de Soraya Sáenz de Santamaría al plenario con gesto serio, contenido, guardando el tipo, pero sabedora de su derrota. Estuvo elegante saludando a Casado, y éste correspondió con un abrazo, y un aplauso que hizo levantar a parte de la concurrencia. Pablo Casado anuncia unidad en su discurso, tal y como nos pidió Rajoy, vino a decir. Habrá que esperar al lunes o al martes para saber hasta qué punto es esa integración. Pero antes, y habiendo comunicado que, nada más conocer el resultado de las primeras primarias nacionales del PP llamó al Rey y le expresó su lealtad a la corona y a la Constitución, dio paso al enunciado de su «Compromiso con España».
Casado quiere ganar las elecciones y de ahí que ayer presentará una suerte de decálogo que rehará el ideario y las fuentes de las que bebe el nuevo presidente del PP: Regeneración política, donde se introduzca la fórmula de la doble vuelta en la elección de alcaldes y presidentes de comunidad en el caso de que no puedan conformar gobierno en la primera vuelta; revolución fiscal, con supresión de impuestos de patrimonio, donaciones o, bajar el impuesto de sociedades; actualización de la administración y unidad de mercado; pensiones justas y garantizadas; una sanidad que no sea partidista; medidas a favor de la natalidad y en contra de la despoblación; retos energéticos y pacto nacional del agua y, entre otras proposiciones, seguridad estratégica y realineamiento atlántico.
«Va a haber integración, por lo menos por mi parte», afirmó Pablo Casado entre los aplausos de los compromisarios y con el abrazo de Rajoy y de Cospedal y otros compañeros suyos como Fernando Martínez Maíllo y Rafael Hernando, todos deseándole mucha suerte.
Este lunes o martes, Pablo Casado podría dar a conocer el verdadero organigrama de su equipo de confianza dentro del comité ejecutivo formado por 35 personas. Será el momento de apreciar la integración y el deseo de su adversaria de hacer realidad la unidad y también el compromiso del propio Casado, porque, ya lo adelantó un miembro de su equipo días antes de las primarias: hay muchos puestos intermedios, no todos están en el partido, existen responsabilidades importantes en el Congreso, en el Senado, y la dirección junto al presidente y el secretario. Así pues, queda tela por cortar.
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