19 de septiembre de 2024
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La baja productividad frena en seco en 2006 la renta per capita española

La baja productividad frena en seco en 2006 la renta per capita española

La convergencia de España respecto a la Unión Europea en términos de renta comienza a dar síntomas de agotamiento. Tanto es así, que en 2006 se habrá producido un frenazo en seco en el proceso de aproximación a la renta media que disfrutan los ciudadanos de la Unión Europea. Así lo ponen de relieve las últimas previsiones de la Comisión Europea, que en el informe de otoño de este año (datos hasta noviembre) sitúan el PIB per cápita (en términos de paridad de poder de compra) en un 98,4%, es decir, exactamente el mismo porcentaje que un año antes. El resultado es que en 2006 la economía española no habrá mejorado su nivel relativo de riqueza respecto a 2005.

¿La causa? Sin lugar a dudas, los pobres resultados obtenidos por la productividad, que lejos que de converger se aleja cada vez más de los resultados medios obtenidos en los países más avanzados de la Unión Europea. Mientras que la productividad del trabajo por ocupado en 2005 (en términos de poder adquisitivo) se situó en 97.500 euros, durante el año que está a punto de finalizar se han alcanzado únicamente los 96.400 euros. Para hacerse una idea del grado de deterioro de la productividad española -relación entre el Producto Interior Bruto y la población- hay que tener en cuenta que en 2003 se alcanzaron los 100.300 euros. Una cifra que puede parecer alta respecto a los niveles actuales, pero que es significativamente más baja que la lograda en años anteriores. La productividad del trabajo por ocupado en 1995 -un año que marca el punto de inflexión- alcanzó ese año los 111.000 euros en precios reales, lo que significa un notable deterioro en apenas una decena de años. Las cosas no solamente no han ido a mejor sino que, claramente, han ido a peor.

La misma productividad que en los 80

Expresado con otras palabras. Si la productividad total de los factores -relación entre el crecimiento del PIB real y la evolución del trabajo y el capital- se situó en 1995 en 100 puntos, una década después se alcanza los 97,8 puntos. Esto significa que España ha recuperado niveles de productividad de los años 80.

El deterioro de esta variable básica desde el punto de vista de la sostenibilidad del crecimiento (en la actualidad el 80% del crecimiento está basado en el factor trabajo, principalmente inmigrante) puede achacarse -si se hace una lectura superficial- al aumento de la población (la tarta hay que repartirla entre más comensales). Pero la realidad es muy distinta. Lo que las cifras ponen de manifiesto es que el patrón de crecimiento de la economía española se basa en la entrada masiva de inmigrantes que trabajan en sectores de baja productividad (principalmente construcción, hostelería o agricultura).

Es decir, que si en lugar de ocuparse en esos sectores lo hicieran en otros de mayor valor añadido (como ocurrió en Francia o Alemania durante los años 50 y 60) el PIB per cápita sería ya incluso superior a la media de la Unión Europea. Dicho de otra manera, si las personas que se suman a la población se ocuparan en actividades de productividad media-alta, su aportación al crecimiento hubiera sido positivo, sin que los incrementos demográficos hubieran afectado negativamente a la distribución de la riqueza por habitante.

Informe de CC.OO.

Comisiones Obreras, en su último informe sobre la situación económica española, ofrece unas cifras verdaderamente relevantes sobre la naturaleza del problema. Si en 2002 la productividad media de un inmigrante era un 14,3% inferior a la de un trabajador español, en 2003 la diferencia era del 17,1%; mientras que en 2004 la distancia se situaba ya en un 18,7%. Entre 2002 y 2005, la productividad de los españoles ha crecido un 1,6%, pero es que la de los trabajadores inmigrantes -alojados laboralmente en los sectores de baja tecnología y escaso valor añadido- ha caído un 3,7%, lo que incide de forma verdaderamente extraordinaria en la evolución de este indicador, básico desde el punto de la sostenibilidad del crecimiento.

Tal y como reconoce el Plan Nacional de Reformas aprobado por el Consejo de Ministros, si la productividad no hubiera divergido con Europa entre 2000 y 2005, la renta per cápita de España sería ya superior a la media europea. En concreto del 103,6%. Ha sucedido, sin embargo, justo lo contrario. Si en el año 2000 la productividad española representaba el 102,3 de la media comunitaria (a 25), en 2005 esta variable ha bajado al 97,4%.

Estos escasos progresos en productividad -incluso se podría hablar de retrocesos- son los que explican la necesidad que tienen España de abrir sus fronteras a la inmigración, ya que los avances en términos de renta sólo puede producirse por el factor trabajo, no por la eficiencia del aparato productivo. Algunos estudios han estimado que España necesita la entrada anual de entre 300.000 y 500.000 inmigrantes para mantener su actual ritmo de crecimiento económico, ya que ni puede abastecerse de modo suficiente con la población autóctona (baja natalidad) ni con el uso de su aparato tecnológico, ya que se trata de unos de los países de la UE con menor penetración de la investigación, el desarrollo y la innovación.

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