Conseguir un puesto digno, relacionado con una formación académica determinada, se está convirtiendo en un reto cada vez más complicado. La masificación de la mayoría de títulos universitarios y la posterior incorporación de los recién licenciados al mercado laboral ha derivado en un aumento progresivo de estudiantes en paro.
El esfuerzo durante los años de formación de muchos jóvenes de hoy en día se ve descompensado con la situación que se encuentran al finalizar sus estudios. Plantearse la independencia, la compra de una vivienda o mantener una familia es algo que en la actualidad está muy lejos de las perspectivas o posibilidades de la mayoría de jóvenes que han pasado años delante de libros y apuntes. El futuro que les espera es incierto para ellos, pues no saben a qué podrán atenerse el día de mañana y con qué podrán contar para vivir de manera decente.
Entre las opciones que tienen para seguir su camino está la elección de una profesión que nada tiene que ver con sus estudios o bien conformarse con un contrato en prácticas, por obra y servicio o de uno, tres o seis meses, para después volver a las listas del INEM o, con mucha suerte, ir ascendiendo poco a poco hasta llegar a formar parte de los mileuristas del siglo XXI.
Sin embargo, existe otra forma de asegurarse un futuro laboral estable y ahí en ese camino hacia la meta, las oposiciones se configuran como un buen método para alcanzar ese puesto tan deseado. Estudiar, estudiar y estudiar es el medio para llegar al objetivo final. Cada vez son más los jóvenes que se decantan por la opción de la oposición, renunciando con ello en muchas ocasiones a la diversión. María José, Almudena y Ángel son tres ejemplos de estudiantes que se preparan para unos exámenes en los que tendrán que enfrentarse a mucha gente que como ellos lucha por un mismo puesto de trabajo.
María José Calderón es licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Extremadura. Cuando acabó la carrera realizó el CAP (curso de adaptación pedagógica) y poco tiempo después se embarcó en la 'aventura' de la oposición, que lleva preparando unos quince meses. «Cuando empecé la carrera sabía que tendría que estudiar oposiciones. Lo hago para tener un puesto fijo, un futuro de vida y un trabajo relacionado con mis estudios».
Su vida diaria se centra en estudiar, comer y dormir, para lo que tiene que rechazar la diversión y salidas que otros amigos sí se pueden permitir. «Me levanto y me pongo el uniforme, como yo le llamo al chándal o la ropa de estar por casa. No descanso hasta la hora de comer y luego sigo hasta la cena». Su mejor momento, confiesa, es precisamente el rato de descanso antes de irse a la cama. «Me gusta llamar a alguna amiga, ver la tele o hablar con la familia, comunicarme con alguien porque normalmente te sientes muy sola». El sábado llega el día de descanso y María José elige entre salir con los amigos o quedarse en casa sin hacer nada. «Muchas veces no te apetece ni salir, te agobia la gente aunque por otro lado quieras estar por ahí».
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