El pasado mes de diciembre, el Instituto Nacional de Empleo de Noruega -país cuyo nivel de vida ocupa el primer lugar del mundo en el Índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas- hacía un peculiar anuncio: «Necesitamos más desempleados para el bien de nuestra economía», afirmaba Tor Saglie, director del organismo, que pronosticaba una tasa de paro en torno al 2% para 2007, la más baja registrada por el país escandinavo desde 1988. «Dependemos de cierto nivel de desempleo para tener un mercado laboral que funcione bien. La baja tasa de paro dificulta la realización de proyectos que requieren mano de obra, enfriando con ello la economía. Nuestra tasa de desempleo comienza a ser contraproducente», explicaba Saglie.
Otras economías desarrolladas con excelentes cifras de creación de puestos de trabajo e instaladas en tasas de paro natural -tasas que corresponde a una situación de equlibrio generalizado entre oferta y demanda-, como Reino Unido (4,9%) o Estados Unidos (4,5%), corren el riesgo de tropezar con problemas estructurales para seguir reduciendo su desempleo: por debajo de esas cifras el mercado laboral actúa con rigidez y el peligro de iniciar un proceso de inflación de costes bloquea muchas decisiones relacionadas con la política laboral.
¿Deberíamos comenzar a tomar nota? «Los expertos consideran que una tasa entre el 6 o el 6,5% se podría considerar muy próxima al pleno empleo. «Veremos esa cifra en muy poco tiempo -declaraba el ministro Jesús Caldera en la valoración de los últimos datos de la EPA, presentados en enero-. Hoy podemos decir que estamos mucho más cerca y que la tasa de paro seguirá cayendo, de forma que durante este año estaremos más cerca del 7% que del 8%».
Aunque hablar de pleno empleo en un país con más 1.800.0000 parados puede resultar para algunos cuanto menos precipitado, lo cierto es que según la Encuesta de Población Activa dos comunidades autónomas -Navarra y Aragón-, ya se encuentran en ese escenario. El número asciende prácticamente a once cuando se observan las tasas de paro masculino.
Josep Oliver, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona, lleva años midiendo y registrando las enormes tensiones entre oferta y demanda a las que ha estado sometido nuestro mercado laboral y cree que hablar de pleno empleo es un hecho más que justificado. ¿Qué hubiera ocurrido si las comunidades autónomas con mayor porcentaje de ocupación de trabajadores inmigrantes (Madrid, Cataluña, Valencia, Murcia, La Rioja, Baleares y Canarias) no hubieran recibido este impacto en los últimos años? ¿Y si todos los trabajadores nativos de esas comunidades se hubieran empleado?
«Pues, sencillamente, que la tasa de paro teórica se habría situado en 2005 en torno a un -12,3% -afirma Oliver-. No deja de ser una situación hipotética, pero supone un indicador objetivo para reflejar la tensión entre la fuerte progresión del empleo y el menor aumento de la oferta de trabajadores nativos en estas comunidades. Hablar de pleno empleo no parece, por tanto, muy descabellado».
El factor demográfico
Hasta 1978, en España nacían cada año entre 650.000 y 700.000 niños. Desde entonces, hasta 1998 -en un intervalo de tan sólo 20 años-, esa cifra se fue reduciendo hasta 360.000, nada menos que una caída de 3,4 millones de españoles. El verdadero efecto llamada para el profesor Oliver. «Pero que nadie se equivoque. Si la inmigración no hubiese llegado tampoco estaríamos en pleno empleo, y puede que nuestras tasas de paro fueran mayores -afirma Juan Carlos Martínez Lázaro, profesor de Entorno Económico del Instituto de Empresa-. Los inmigrantes no han venido a competir por los puestos de trabajo de los españoles, sino a ocupar aquéllos que éstos no cubren. Tras las espectaculares cifras de los últimos años (en 1996 trabajaban 12,4 millones de personas y ya hemos alcanzado la cifra récord de 20 millones) se encuentra el magnífico periodo de crecimiento de nuestra economía, que no habría sido tan intenso sin la presencia de la inmigración».
Una nueva fuerza laboral capaz de salir al quite en dos importantes capítulos de nuestro particular peregrinaje hacia el pleno empleo. El primero: la contención de la inflación. «La escasez de personal se está cubriendo con mano de obra inmigrante que, en muchos casos, es contratada en origen y, salvo tareas muy especiales, el coste de esa mano de obra no está encareciendo los procesos productivos, sino más bien, abaratándolos. Mientras que la falta de personal sobrevenga en tareas para las que no sea difícil contratar a trabajadores extranjeros, no creo que debamos preocuparnos especialmente por los costes salariales y, por ende, por la inflación».
Y antes de que se pueda producir esa situación, el profesor Oliver matiza: «La teoría nos dice que cuando un conjunto de trabajadores tiene poder de mercado puede imponer sus condiciones, pero en la práctica, y en el contexto internacional que estamos viviendo, tasa de paro e inflación no siempre van de la mano. Estados Unidos ha llegado al pleno empleo con contenciones salariales a niveles muy bajos y cada vez es más habitual, como ya hemos visto en muchos casos, permutar garantía de ocupación por aumentos de salario».
La movilidad geográfica es el segundo capítulo. «Existen comunidades autónomas instaladas prácticamente en el pleno empleo, con tasas de paro más bajas, incluso, que las americanas o las japonesas, mientras que otras todavía presentan cifras del orden del 15% -explica José Ramón Pin, profesor del área de Dirección de Personas y Comportamiento Organizacional del IESE-. Que esas diferencias se den dentro de un mismo país y a menos de cien kilómetros de distancia dice algo sobre la falta de movilidad geográfica de la mano de obra en España, incluso en el contexto de una fortísima inmigración exterior que ha actuado de estabilizador. En definitiva, si nosotros no nos movemos ellos lo hacen por nosotros».
Un efecto estabilizador que invita a no perder de vista uno de los datos de la última EPA. A pesar de que seis de cada diez nuevos empleos creados en 2006 fueron ocupados por extranjeros, el paro en este colectivo ha aumentado en los últimos meses: mientras los españoles reducían su desempleo en 136.000 personas, los extranjeros en esta situación aumentaban en 105.700, con una tasa de paro de un 12,02%.
En nuestro camino hacia el paro natural seguiremos necesitando a los inmigrantes, tanto como medidas que permitan flexibilizar aún más nuestro mercado de trabajo. «Es la única receta para seguir arañando puntos al desempleo -explica Gregorio Izquierdo, director de estudios del Instituto de Estudios Económicos-. Nuestra tasa de paro actual no está acelerando la inflación (el 2,7% con que la inflación española ha cerrado el año pasado es la cifra más baja de un mes de diciembre desde 2003) y eso hace pensar que aún hay recorrido a la baja».
Temporalidad
Izquierdo considera que la temporalidad es, precisamente, una de las consecuencias de la rigidez que encorseta nuestro mercado laboral. «Es el cauce temporal y transitorio a través del que el mercado de trabajo incorpora a nuevos colectivos, -explica-. Tras fuertes ritmos de creación de empleo suelenproducirse aumentos en las tasas de temporalidad; pero según va pasando el tiempo, y eso está demostrado, la temporalidad se convierte en contratación indefinida. Lo importante no son los contratos en sí, sino el porcentaje que van representando los indefinidos». En este sentido, los últimos datos de la EPA traen buenas noticias: el fomento y bonificaciones a las conversiones de contratos temporales en indefinidos, incrementan en un 64% su variación anual respecto al cuarto trimestre de 2006.
«No creo que la temporalidad haga especialmente frágil al pleno empleo -explica Oliver-. Aunque, indudablemente, la contratación indefinida proporciona estabilidad, la verdadera fragilidad viene por una economía mucho más globalizada con impactos que proceden de muchos más sitios de los que podemos llegar a considerar. Y eso es algo independiente del tipo de contratación que predomine».
Desde el Instituto de Estudios Económicos coinciden en que, más que mirar hacia la temporalidad, convendría vigilar el sostenimiento del ciclo expansivo de nuestra economía. «Y ahí encontramos dos amenazas: los desequilibrios del exterior y el freno que para la demanda interna pueda suponer la subida de tipos de interés. Pero también dos oportunidades: que la economía europea consolide su recuperación y que nuestro sector exterior nos ayude», explica Gregorio Izquierdo.
Un nuevo modelo de gestión
No obstante, más allá de los datos estadísticos y de los indicadores económicos, conviene plantearse que la sociedad del pleno empleo exigirá un nuevo modelo de gestión para el que no todas las empresas están preparadas. Alfonso Jiménez, socio director de la consultora PeopleMatters, se ha dedicado durante los últimos años a formar y a asesorar a grandes compañías en esta cuestión, a las que no deja de recordar el precedente que sufrieron las empresas tecnológicas en España entre 1996 y 1999, cuando el baile de profesionales a golpe de talonario se generalizó en un sector que se olvidó del paro durante esos años.
Además del riesgo, por ahora contenido, del círculo vicioso «incremento de costes salariales, aumento de inflación, pérdida de competitividad», en un entorno de alta demanda y baja oferta la rotación podría incrementarse de forma considerable. Los costes de reposición y de formación para las empresas serían prohibitivos.
«Tampoco deberíamos descartar una nueva dinámica contractual para determinadas posiciones, en las que las cláusulas de rescisión de contratos por parte de los empleados podrían comenzar a contemplar indemnizaciones -afirma Alfonso Jiménez-. La disminución del compromiso y la creación de una cultura mercenaria es otro de los peligros que acechan en este contexto. La dificultad para generar un «sentimiento de pertenencia» justo en un momento de alta competencia internacional llevará a muchas compañías a incrementar costes laborales en formato «no salarial», principalmente a través de herramientas de retención de profesionales».
¿Está el mundo empresarial, no ya preparado, sino concienciado para estas nuevas reglas del juego? «Dudo mucho de que la mayor parte de las empresas estén preparadas para un entorno en el que tengan que luchar por su plantilla, a pesar de que a todas se les llena la boca diciendo que su principal activo lo constituyen sus empleados. Pero ese entorno va a llegar, o incluso ya ha llegado a determinados ámbitos o niveles. Hoy es habitual que las grandes empresas fidelicen a sus directivos con toda clase de incentivos y creo que esa tendencia se ampliará hacia otros colectivos, en la medida en que la escasez de personal disponible se convierta en un factor de riesgo para las empresas. Y ese momento llegará por el propio devenir demográfico y económico de nuestro país en los próximos años», explica Martínez Lázaro.
Comienza la criba
Y el primer paso para afrontar este salto pasa por contemplar a los recursos humanos no como un coste, sino como una inversión. «No veo amenazas en el pleno empleo, más bien una oportunidad para hacer mejor las cosas -afirma Ignacio Serrano, profesor de Recursos Humanos de ESADE-. No creo en los modelos extraordinariamente competitivos basados en sueldos bajos, tipo « Wal-Mart». La estrategia competitiva debería descansar en el servicio que se da al cliente y eso implicará trabajadores mejor preparados, mejor formados, mejor pagados y, por tanto, más motivados. Hasta ahora las empresas no tenían que esforzarse para atraer personal, pero esto ya está cambiando».
Josep Oliver habla de criba. «Las empresas que no respondan a la creciente exigencia de productividad irán desapareciendo. Una mayor productividad implicará una mayor necesidad de formación en el puesto de trabajo y mayor dificultad para tener una mano de obra que sea «fácilmente sustituible»».
Los expertos advierten: «Ojo con el mercado laboral que viene, porque no va a tener nada que ver con el que hemos conocido. La sociedad del pleno empleo está más cerca de lo que creemos. Aún hay tiempo para convertir este escenario en una oportunidad».
LAURA SÁNCHEZ
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