20 de septiembre de 2024
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Buscar el primer trabajo a los cuarenta

Buscar el primer trabajo a los cuarenta

Antes, cuando sólo trabajaba mi marido, podíamos ahorrar todos los meses y ahora, aunque los dos traemos dinero a casa, no guardamos ni un duro”. Sin lugar a duda, no hay forma más clara que sus propias palabras para explicar lo que empujó a María José García a buscar un empleo fuera de casa tras cumplir los 42 años y después de toda una vida dedicada a su familia. Desde que esta cordobesa se casó, el sueldo de su marido había sido suficiente para llegar a final de mes y además, “como no tenía con quién dejar a mi niña, me dediqué a ella, a mi marido y a mi casa”, explica.

Sin embargo, hace sólo unos cinco años, “cuando mi niña fue algo mayor”, añade, el aumento de los gastos familiares y del nivel de vida llevaron a María José a buscar un empleo. Desde entonces, al trabajo que ya hacía en su casa ha unido la limpieza de cuatro hogares más a los que dedica unas cuatro horas diarias de lunes a viernes. Y, a pesar de que su sueldo no alcanza los quinientos euros mensuales, “nos ayudan a pagar, a cubrir los gastos de mi hija y a llegar a final de mes y porqué no, a darnos algún que otro capricho”.

María José no imagina su vida sin la obligación de arreglarse cada mañana e irse al trabajo, también confiesa que le habría gustado encontrar un empleo de dependienta en lugar de limpiando casas. “Me gusta el trato con la gente y trabajar de cara al público pero, ¿quién va a contratar a una mujer de mi edad y después de tantos años en casa?”, explica.

Precisamente la edad, la falta de experiencia y de titulación son algunos de los obstáculos que encuentran las mujeres mayores de cuarenta años que buscan un empleo. El técnico de la Unidad de Orientación Profesional de la Asociación de Parados Mayores de cuarenta (PM-40), Manuel Crespo, explica que “estas condiciones las limita a puestos de trabajo no cualificados, son un colectivo con necesidad de reciclaje” pues, su escasa experiencia laboral se remonta a su juventud.

Para ellas cualquier tipo de formación, ya sea enfocada al manejo de nuevas tecnologías o centrada en aspectos de motivación y concienciación, puede ayudarlas a encontrar trabajo pues, pese a que las opciones son muy escasas, “la mayoría tienen ansias de formarse y los datos demuestran que las mujeres que deciden formarse son constantes y finalizan los estudios y cursos que comienzan con éxito”.

La necesidad hace la obligación

Sin embargo, para Lucía, una mujer separada y con dos hijas pequeñas, dedicar tiempo a realizar cursos de formación o reciclaje que la ayuden a incorporarse al mundo laboral son “todo un lujo que no va a dar de comer a mis niñas”.

Lucía, que ha preferido permanecer en el anonimato, y no aparecer en imágenes para evitar lo que ella misma llama “los interminables problemas del divorcio con mi exmarido”, forma parte del colectivo de mujeres en situación de riesgo social que, tras haber permanecido casadas y apartadas del mundo laboral durante años se ven obligadas a buscar un empleo que poder combinar con el cuidado de sus hijos, un perfil que la responsable de la Secretaría de Mujer de CCOO, Pepa Contreras, encuentra cada vez más habitual en el centro de Nuevos Empleos para Mujeres (Nemco). De hecho, para Lucia, ninguna titulación le ha ayudado a acceder a un puesto de trabajo cualificado pues, aunque es auxiliar en Jardín de Infancia y realizó cinco años en la Escuela de Arte y Oficios antes de casarse, “cuando planteas que tienes dos niñas pequeñas, que estás separada y que necesitas un horario determinado porque no tienes con quién dejarlas, se te cierran muchas puertas”, explica.

Como tantas mujeres que viven en una situación similar, Lucía vió sus posibilidades de empleo reducidas al servicio doméstico o a la atención a personas dependientes por horas y como no, a la hostelería. En su caso la carga familiar que suponen dos niñas pequeñas fue la principal barrera que encontró para acceder a un puesto de trabajo cualificado, con seguridad y mejor remunerado que el suyo. Por el momento, explica, “no puedo trabajar por las tardes, sino tendría un trabajo en condiciones”. Lucía no está dada de alta en la Seguridad Social, su jornada la dedica a limpiar en domicilios a cambio de 400 euros al mes. Un sueldo que, unido a una manutención que no alcanza los quinientos euros, son el ingreso mensual que esta mujer ve entrar a final de mes a su casa y con el que, además de criar a dos hijas, paga un piso y los gastos de cualquier familia.

Satisfacción personal

Charo Moreno es la otra cara de la moneda. Para ella encontrar un trabajo fue más una necesidad personal que económica. Después de 18 años en los que el sueldo de su marido había sido suficiente para mantener a toda la familia, y una vez que sus hijos crecieron, la casa se le venía encima. “Necesitaba una satisfacción que me ayudara a ver reconocido mi trabajo, que me sirviera de aliciente para salir y entrar y me ayudara a olvidarme de los problemas”, explica Charo.

Como ella, muchas mujeres de su edad se encuentran a sí mismas con cuarenta años y habiendo dedicado su vida a sus hijos y su hogar. A esa edad, explica el técnico de la Unidad de Orientación Profesional de PM-40, “buscan una forma de relación con la sociedad en el trabajo que las alejará de sentimientos de fracaso y de perder la ilusión”.

Una sensación similar a la que describe Manuel Crespo fue la que un buen día empujó a Charo a hacer cursos formativos de todo tipo, a participar en talleres de fotografía y a participar en toda una serie de actividades relacionadas con las asociaciones de mujeres. Toda una serie de ocupaciones que, aunque al principio le sirvieron sólo como entretenimiento, le abrieron muchas puertas. “Antes sólo podía hablar de comida, marido y plancha, ahora tengo otro camino y he aprendido a desenvolverme por mí misma”.

Durante estos años, Charo ha tenido tiempo de obtener la titulación de Auxiliar Administrativo, Auxiliar de Clínica y de Jardín de Infancia. Hace ya unos siete años que esta mujer comenzó a trabaja como cuidadora de personas mayores que están hospitalizadas o necesitan cuidados en su casa; un empleo al que califica como “mi gran satisfacción personal”.

No obstante, aunque la necesidad económica no fue la motivación que empujó a esta mujer a buscar un trabajo fuera de casa, ella misma confiesa que a nadie le amarga un dulce. De hecho, su trabajo no sólo le ha servido para crecer como persona sino que “gracias a mi sueldo mi familia puede permitirse viajar más y vivir en un piso más grande, algo que nos sería muy difícil si sólo trabajara mi marido”.

Las historias de estas tres mujeres son al mismo tiempo, el reflejo de una misma realidad a la que se enfrentan cientos de mujeres en todo el país a la hora de moverse dentro del mundo laboral y una vez superados los cuarenta años. Diferentes motivaciones marcadas por necesidades económicas o personales pero que, en cualquier caso, como sentencia María José García, “sólo consiguen ponernos las cosas más y más complicadas según avanzan los años”.

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