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17 de abril de 2025
rrhhdigital

200.000 vascos ganan menos de 1.000 euros

200.000 vascos ganan menos de 1.000 euros

La implantación del euro no sólo ha alterado la percepción que los ciudadanos tienen de la riqueza y propiciado la escalada de los precios de productos de bajo coste. También ha servido para sentar los criterios de identificación de una nueva clase social, caracterizada por unos ingresos mensuales por debajo de la barrera de los 1.000 euros -es decir, 166.000 de las antiguas pesetas-, cuyas condiciones de vida, ya bastante limitadas por sus ajustados medios económicos, se han visto agravadas en los últimos años por la espectacular carestía de la vivienda, ya sea en propiedad o en alquiler. En el País Vasco alrededor de uno de cada cuatro trabajadores -en torno a 200.000- perciben un salario neto inferior a ese umbral. Se trata, en la mayoría de los casos, de jóvenes, mujeres e inmigrantes, cuya reducida retribución va acompañada con gran frecuencia de una alta precariedad y temporalidad laboral, según coinciden en señalar sindicatos y sociólogos.

Esa cifra es fruto de la actualización aproximada de la última encuesta de estructura salarial del Instituto Nacional de Estadística (INE), conocida recientemente pero cuyos datos corresponden a 2002. Ese informe desvela que un 25 por ciento de los asalariados vascos cobraba entonces unos 900 euros 'limpios' al mes, multiplicados por 14 pagas anuales. Esos empleados son los que percibían hasta 14.876 euros al ejercicio, lo que se quedaría para un soltero en 12.700 una vez realizados los descuentos de Hacienda y las cotizaciones.

Aunque desde entonces los sueldos se han revalorizado, no lo han hecho demasiado en los tramos más bajos. Primero, porque numerosos convenios en Euskadi no han sido renovados; y, segundo, porque buena parte de las nuevas ocupaciones corresponde a inmigrantes y mujeres, dos colectivos cuyas retribuciones son inferiores a la media. Por ejemplo, una de cada cuatro mujeres se llevaba a casa aquel año poco más de 700 euros por paga, según el INE.

El salario mínimo de la mayor parte de los convenios colectivos sectoriales del País Vasco está bastante por debajo de los 1.000 euros. Un estudio de UGT -el sindicato hará hincapié este año en la negociación colectiva en que todos los trabajadores superen ese listón- estima que la media de esa retribución en tales acuerdos de ese tipo es de 855 euros brutos al mes -menos de 800 netos-, por 14 pagas.

La situación, además, se ve agravada por el retraso de años que algunos pactos acumulan en su renovación. Álava, donde el proceso está más al día, tiene por esta causa el salario mínimo medio más alto, con 883 euros, frente a los 838 de Vizcaya y los 835 de Guipúzcoa, según UGT.

El salario medio en la comunidad autónoma es de 2.036 euros, por 12 pagas. Se trata del segundo más alto de España y rebasa en más de un 17 por ciento la media nacional, según datos del último trimestre del pasado ejercicio. Esa cifra está un 104 por ciento por encima del mínimo recogido en los convenios.

La mayor parte de la nueva clase trabajadora que gana menos de 1.000 euros desarrolla su actividad en los servicios, cuya media es de 1.879, un 8 por ciento inferior a la del conjunto de Euskadi. En numerosos casos se trata de jóvenes en sus primeros años de actividad, empleados en actividades en las que, en general, no es necesaria una gran cualificación. Entre los convenios con retribuciones más bajas sobresalen el del comercio de Guipúzcoa y los vizcaínos de farmacias, oficinas y despachos, hostelería y centros de enseñanza privados, apunta Pilar Collantes, responsable de negociación colectiva de UGT.

Sin embargo, en los últimos años se ha incorporado un nuevo segmento a este amplio colectivo, que tiene características propias muy específicas. Son los denominados 'mileuristas': jóvenes titulados universitarios con una gran preparación académica, que tienen como principal nexo de unión el ganar en torno a los 1.000 al mes tras muchos años de estudio. Se dividen en dos grandes grupos: los que acaban de estrenarse en un puesto de su especialidad en el que, además de trabajar, mejoran su formación -el bajo salario se convierte así en una especie de inversión a medio plazo-; y los que no han encontrado un empleo acorde a sus estudios y ocupan otro de menor cualificación tanto profesional como económica.

'Están dolidos en su autoestima. Se sienten frustrados porque ven que, pese a estar mejor formados académicamente que la generación anterior, no pueden superarla ya que sus ingresos no les permiten comprar una vivienda para independizarse', explica María Silvestre, decana de Sociología de la Universidad de Deusto. Su situación no responde a las expectativas creadas y al esfuerzo invertido en formación, añade. 'Cuando a un joven no se le reconoce profesionalmente y no se le remunera de acuerdo a su formación y su responsabilidad, se está manteniendo un estado de inmadurez en gente que, en realidad, ya ha alcanzado la edad adulta'.

Los efectos de este fenómeno trascienden de lo individual para convertirse en problemas sociales. Así, señala Silvestre, cuando la etapa de 'mileurista' se prolonga demasiados años, la tasa de natalidad se resiente, la edad a la que se tiene el primer hijo se retrasa.

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