La aportación de los inmigrantes a la economía española en los últimos años es incuestionable, en términos de afiliación, creación de empleo y ocupación en sectores que demandaban mano de obra ante la falta de trabajadores nacionales que quisieran cubrirlo. En marzo, el número de afiliados a la Seguridad Social superó los 19 millones de personas, de los que casi dos millones son inmigrantes, el 10,5% del total de afiliados.
Eso significa que uno de cada dos inmigrantes que residen en España (el último dato oficial, correspondiente a de enero de 2006, los cifraba en 4,1 millones) están afiliados y contribuyen a aumentar el superávit de la Seguridad Social y a ocupar puestos de trabajo, sobre todo en los servicios y la construcción, que muchas veces los españoles no están dispuestos a desempeñar.
Sin embargo, la mayor integración de la mano de obra extranjera no sólo ha traído efectos beneficiosos. También ha producido un estancamiento de la productividad laboral y de la renta por habitante, según un informe que acaba de elaborar el gabinete de estudios de CC OO.
El estudio afirma que la diferencia de productividad entre un trabajador nacional y un inmigrante es cada vez más grande. Pasó a ser de 6.025 euros en 2002 (37.192 euros por ocupado en los nacionales y 31.998 euros en los inmigrantes) a 7.070 en 2004 (37.793 en los nativos y sólo 30.723 en los extranjeros). En porcentaje, la diferencia de productividad (a favor del nativo) ha pasado del 14,3% al 18,7% en sólo tres años. Lo que ha provocado el crecimiento de la diferencia no es la menor profesionalidad de los inmigrantes, si no su distribución. Uno de cada cuatro encuentra un empleo en sectores poco productivos, como agricultura y construcción.
El problemas además se ha agrandado con el tiempo, ya que entre 2002 y 2004, la brecha de productividad ha crecido por la progresiva especialización de los inmigrantes en la construcción, donde trabajan uno de cada cuatro ocupados. 'Según aumenta el peso de los sectores menos productivos, que utilizan intensivamente mano de obra inmigrante, el crecimiento de la riqueza se traduce en un menor incremento del PIB per cápita, lo que a su vez está relacionado con el modelo de crecimiento por el que apuestan empresarios y Gobierno', señala el informe.
En este sentido argumenta que por cada punto de crecimiento del PIB en España, la renta per cápita subió 0,9 décimas entre 1996 y 1999, porcentaje que bajó hasta 0,6 décimas entre 2000 y 2004 para quedarse en 0,5 décimas en 2005. 'El aumento de la población no es condición suficiente para que se desacelere el PIB per cápita, ya que si la que se suma se ocupara en actividades medias-altas, su aportación al crecimiento compensaría e incluso rebasaría el alza de la población', señala. El estudio concluye que el menor crecimiento del PIB per cápita es fruto de la rebaja de costes laborales en menoscabo de actividades intensivas en capital y mano de obra cualificada.
La inmigración mitiga la tasa de dependencia nacional
La tasa de dependencia en España, que mide el número de personas inactivas y en paro que dependen económicamente de otras ocupadas, ha bajado sensiblemente gracias a la aportación de la población inmigrante. Según un estudio de Caixa Catalunya, la tasa de dependencia global en 2006 fue de 1,24 personas frente a 1,61 de 2000.
En la rebaja ha sido fundamental la masiva llegada de población inmigrante, cuya tasa de dependencia es tan solo de 0,61 personas, por la juventud de la población que llega y porque la ocupación en esas edades es más elevada que la nacional. La tasa de dependencia de cada residente español fue de 1,35 personas en el año 2006.
Carlos Molina
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