26 de noviembre de 2024
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La venta de empresas inquieta a inversores, proveedores y empleados

La venta de empresas inquieta a inversores, proveedores y empleados

Una práctica habitual es la división de la compañía, como se ha hecho con Dinosol

Los fondos de capital privado se han convertido en los principales actores de los movimientos empresariales por su gran capacidad financiera. Compañías como Panrico, Telepizza, Cortefiel o Vip"s están bajo su control. Para los accionistas que han vendido su empresa, el fenómeno es muy positivo porque pagan precios altos. Los fondos también han contribuido a profesionalizar muchas compañías. Sin embargo, sus prácticas inquietan porque las empresas adquiridas asumen una elevada deuda y son habituales los despidos.
Los fondos de capital controlan cada vez más la economía española. Su desembarco comprando empresas por elevadas cantidades ha hecho de oro a muchos de los accionistas que han vendido, pero también genera inquietud entre inversores, proveedores y empleados.

Sólo el año pasado los fondos de capital invirtieron 2.715 millones de euros en la adquisición de 612 empresas españolas, según los datos de la patronal del sector Ascri. En sus redes cayeron compañías como el grupo Iberostar, que pertenecía a la familia Fluxá; Telepizza, de los hermanos Ballvé, o Grupo Levantina, que surgió de la fusión de varias canteras en la zona de Levante. Algunas estirpes familiares, como los Costafreda, ex propietarios de Panrico, han visto un filón en este sector para deshacerse de su compañía y hacer caja.

A este sector en EE. UU. se le conoce como private equity, mientras que en España se tiende a generalizar con el nombre de fondos de capital Euroloc riesgo o capital privado. Su objetivo es adquirir compañías para obtener rentabilidades por encima del 20%. Permanecen entre tres y siete años y después las venden a un socio industrial, al equipo directivo o, algo cada vez más frecuente, a otra firma de capital privado.

En realidad, riesgo es poco el que asumen, ya que analizan las compañías de arriba abajo antes de tomar decisiones. El auge del negocio está provocando que los despachos de abogados, las auditoras y la banca de inversión estén sacando también tajada de este bollante negocio.

Los fondos tienen mala prensa entre los empleados, incluso se les llega a llamar tiburones financieros, por el miedo a los ajustes de plantilla. Sin embargo, su entrada hace que los consejos de administración se profesionalicen, se tomen decisiones estratégicas y, sobre todo, es positivo para los vendedores-accionistas, ya que muchos de ellos se han convertido en millonarios, tras la puesta en valor de su empresa. Se están pagando múltiplos de entre 12 y 20 veces el beneficio bruto de explotación de la empresa adquirida, cifras impensables años atrás.

Cada vez que se anuncia la posibilidad de que estos gestores van a entrar en el accionariado de una empresa saltan las alarmas de si habrá despidos o no, así como cuáles son sus intenciones en la compañía para el futuro. En ocasiones, cambian al equipo directivo por completo, mientras que en otras sólo toman algunos asientos en el consejo de administración para dar directrices, pero sobre todo para verificar las cuentas.

Cortefiel cerró las factorías de Madrid y Málaga, lo que supuso 470 despidos. Este ajuste laboral fue iniciado por la familia propietaria Hinojosa, pero los fondos de inversión – CVC, PAI y Permira- que adquirieron la firma de moda en el 2005 echaron el cerrojo definitivo. Apax ha vendido las fábricas de Panrico de Paracuellos del Jarama (Madrid), Valladolid, Murcia y Puente Genil (Córdoba), con el único objetivo de reducir la deuda, que ascendía a 605 millones en el 2006. Este tipo de noticias sale a la palestra de forma tímida, ya que los fondos prefieren estar en silencio y, en cierto modo, ocultar su secreto de cómo dar la vuelta a las cifras en las empresas adquiridas. Su máxima es la rentabilidad financiera y, por ello, no les tiembla el pulso a la hora de tomar medidas drásticas.

Los fondos de capital privado se han puesto de moda por las ingentes cantidades de dinero que mueven. Las cincuenta firmas más importantes del mundo cuentan con unos 370.000 millones de euros en caja, que sirven para hacer compras por valor de dos billones de euros, cifra que equivale a tres veces el producto interior bruto (PIB) español. De estas gestoras, algunas como 3i, Permira, Carlyle, Apax, Advnet o Bridgepoint llevan años en el mercado español. Otras acaban de aterrizar como Blackstone, Candover o Doughty Hanson, mientras que otras tantas se están planteando entrar, como es el caso de Bain, Cinven, KKR o Texas Pacific Group (TPG). Esta última ya ha anunciado que pujará por Iberia junto a fondos nacionales. La francesa PAI también ha hecho público que, junto a CVC, están dispuestas a pagar 50 euros por cada acción de Altadis, con el fin de arrebatársela a Imperial Tobacco.

La mayor parte de las compras se realiza mediante subastas, y la puja la gana el que más pone sobre la mesa. Estos procesos no son públicos y los hacen habitualmente los bancos de inversión, que tienen los mandatos de venta. ¿Quién se atreve a afirmar que en estos concursos se juega siempre limpio?

Empiezan a surgir las primeras voces contrarias a estos fondos. Los sindicatos franceses y los ingleses han sido los primeros que han levantado la voz de alarma. Estos últimos reclamaron a la Comisión Europea y al G-8 una regulación para el sector, pero las autoridades están haciendo oídos sordos aludiendo a que crean riqueza para el país.

Los dos sindicatos mayoritarios españoles, UGT y CC. OO., apuntan que cuando empieza a negociarse la venta de una empresa casi nunca se da acceso al comité de empresa. "Cambian los planes de la compañía a nuestras espaldas y siempre nos enteramos a posteriori, quedando muy poco margen de maniobra", apunta Toni Ferrer, secretario de acción sindical de UGT.

Los puntos negros del sector son varios. Por una parte, se trata de un sector poco transparente a la hora de dar información a los analistas y a la prensa en general. Bien es cierto que la constitución de las gestoras está regulada por la CNMV, pero después tienen manga ancha a la hora de actuar, sobre todo al adquirir o vender compañías. "Al no estar sometidos a la lupa del mercado realizan valoraciones poco ortodoxas", explica Juan Carlos Ureta, presidente de Renta 4. Javier Loizaga, presidente durante este año de la patronal europea Evca y socio de Mercapital en España, dice que se ha planteado el reto de que los operadores españoles sean más transparentes.

Cuando anuncian una adquisición, las gestoras hacen público el valor de la compañía, pero no hacen distinciones entre la aportación real y la deuda. Después, a la hora de vender, les gusta hacer gala de sus plusvalías, pero si la cosa ha ido mal no dan a conocer sus minusvalías. Por ejemplo, el fondo Impala vendió la empresa murciana de transporte frigorífico Paconsa con pérdidas, pero nunca salieron a la luz las pérdidas. Normalmente, las pérdidas se justifican con el argumento de que lo importante es obtener rentabilidad en el conjunto de la cartera de participadas. Esto está más regulado en Estados Unidos.

Las gestoras manejan el dinero de grandes inversores institucionales, como fondos de pensiones, universidades o grandes fortunas. Para ello, crean vehículos inversores, con un periodo de vida de entre cinco y ocho años, que, según la patronal europea Evca, están dando retornos medios anuales del 21,3%. Está claro que para estos inversores lo único importante es la rentabilidad obtenida, independientemente de lo que hagan con sus participadas.

Otro ejemplo de opacidad es cuando estos fondos entran en el accionariado de compañías cotizadas y las excluyen de la bolsa. Es cierto que cuando están diseñando la operación tienen que ser muy rigurosos. Por una parte, al ser compañías cotizadas las que quieren adquirir, si existiera información privilegiada la CNMV les multaría y, por otra parte, el precio se dispararía. Sin embargo, las quejas no están en esa fase del proceso, sino una vez que han caído en sus redes. Habitualmente, estas compañías dejan de hacer presentaciones a las firmas de análisis y de ofrecer resultados a la prensa. Es el caso del proveedor de tecnología para la industria del turismo Amadeus, que, tras caer en el saco de dos firmas extranjeras – BC Parnerts y Cinven-, apenas ha ofrecido noticias de su evolución del negocio en España y de sus planes estratégicos.

Algo similar pasó con Parques Reunidos. Advent excluyó a la empresa de ocio de la bolsa española en el 2003 y prácticamente no se supo nada de ella hasta que volvió a ponerse en venta, que fue este año, cuando la compró la firma Candover por 900 millones de euros,

Otro de los peligros de estos fondos es la posibilidad de fragmentar la compañía.

Dos ejemplos claros son las futuras ventas de la cadena catalana Caprabo o la tabaquera Altadis. Si son adquiridas por socios inversores, su futuro podría pasar por la división, ya que su valor de mercado es mayor por separado. Permira ha hecho lo propio con la cadena de supermercados Dinosol. Poco a poco se ha ido deshaciendo de supermercados. Recientemente vendió dos en Las Palmas a Carrefour.

Otra de las sombras es el alto endeudamiento de las empresas adquiridas. Como norma, se aporta un tercio en fondos propios y se apalanca el resto. Jaime Caruana, director del departamento de asuntos monetarios y mercados de capitales del Fondo Monetario Internacional (FMI), advirtió recientemente que "la ola de adquisiciones de empresas por parte de fondos de capital riesgo, financiadas principalmente con la emisión de deuda, puede cargar a estas compañías con demasiadas obligaciones externas, lo que aumenta su vulnerabilidad ante cualquier cambio en el buen ambiente económico actual".

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