Con 63 millones de enfermos mentales de los que cerca de 16 millones padecen psicosis severa, China se enfrenta a la difícil tarea de impulsar la psiquiatría y desarrollar una red de salud mental. La carencia de especialistas es grave: menos de 17.000 psiquiatras en todo el territorio.
Según explica Zou Yizhuang de la Sociedad China de Psiquiatría, los principales obstáculos para la consolidación del sistema de salud mental en China son la falta de fondos, la carencia de profesionales y el rechazo social a la enfermedad mental.
La medicina occidental para el tratamiento de los trastornos mentales se ha introducido poco a poco y con gran dificultad en el país asiático. Hasta finales del siglo XIX la neuropsiquiatría occidental no llegó a China. El primer hospital para enfermos mentales se abrió en 1898 en Guangzhou. Pronto lo siguieron los de Shanghai y Pekín.
Desde entonces la psiquiatría se ha desarrollado con eficacia, excepto durante la Segunda Guerra Mundial. Los especialistas occidentales se encargaron de instruir a los médicos chinos. No obstante, a pesar de los esfuerzos iniciales, a finales de la década de los 40 había menos de 60 psiquiatras y 1.000 camas destinadas a enfermos mentales. Hoy en día las cifras tampoco son muy halagüeñas. Los datos de 2004 del Ministerio de Sanidad chino señalan que el país cuenta con tan sólo 16.383 psiquiatras, entre un 5% y 10% de los que existen en los países desarrollados.
La primera Conferencia Nacional de Salud Mental se celebró en 1958. Allí se establecieron las directrices que impulsarían la constitución de la red de salud mental del país. A partir de ese momento, los hospitales se multiplicaron y comenzaron a aparecer centros públicos en muchas ciudades. Hasta 10 años más tarde no tuvo lugar la segunda reunión.
El rechazo social, la mayor dificultad
En 1978 China comenzó su reforma económica a raíz de su política aperturista. Gracias a ello, en los años 80 la sociedad china ya había asimilado ciertos patrones occidentales y cuando en 2001 se celebró la Tercera Conferencia Nacional de Salud Mental, acudieron cerca de 300 representantes de institutos especializados y redes públicas. Los objetivos de la reunión eran trazar la estrategia de salud mental del nuevo siglo, lo que incluía divulgar y educar a la población sobre la enfermedad mental.
De acuerdo con la OMS, los trastornos mentales suponen el 20% de los problemas de salud del país, mientras que la media mundial es del 10%. En los países del Pacífico Este es del 15%, fundamentalmente por el estigma, la baja educación y, por lo tanto, la falta de prevención e identificación rápida del trastorno. Además, se prevé que la cifra de China aumente hasta el 25% en los próximos 20 años.
Tanto los enfermos como las familias sienten rechazo a la idea de acudir al médico. Por ejemplo, menos del 10% de los deprimidos buscan la ayuda de un especialista y sólo la mitad de los pacientes de esquizofrenia acuden al psiquiatra. Así, la mayoría de los pacientes no reciben atención temprana y aumenta la gravedad de la enfermedad.
En palabras de Zou Yizhuang, "no será difícil para los psiquiatras chinos aprender a utilizar los nuevos medicamentos, los centros de día o complementos como la musicoterapia, pero será más complicado educar a la población para que cambie su actitud ante la enfermedad mental […] por las diferencias entre la historia oriental y occidental, su cultura, política, religión, sistema legal, social y económico".
El papel de la medicina tradicional
Hasta el siglo XX, en China la medicina tradicional se ocupaba de los enfermos mentales. Esta forma de tratar patologías se basa en la relación entre los órganos y las emociones. La furia provoca daños en el hígado, estar demasiado contento perjudica al corazón, el miedo hiere los riñones y la tristeza afecta a los pulmones. La salud consiste en un equilibrio entre el mundo interior (yin) y el exterior (yang).
La mayoría de la población busca refugio en la medicina tradicional antes que en la occidental, basada en el método científico, sobre todo en las áreas rurales. De hecho, gran parte de los médicos tienen conocimientos sobre esta práctica ancestral y en muchos hospitales hay doctores que la utilizan.
Es común mezclar antipsicóticos con medicamentos típicos de la medicina tradicional. Por ejemplo, para frenar la psicosis utilizan neurolépticos como el haloperidol y para paliar sus efectos secundarios como la boca seca, las disquinesias o mejorar el sueño utilizan medicinas tradicionales.
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