José María Prieto, catedrático de Psicología del Trabajo de la Universidad Complutense de Madrid, lo tiene claro: «Implica que las personas tengan tiempo para ellas». «Algo imprescindible desde el punto de vista de la higiene mental —añade—, y que introduce racionalidad en nuestros peculiares horarios». Sin embargo, el origen de esta medida no contemplaba el bienestar psicológico del empleado, sino que tenía un fundamento bastante más práctico como evitar las horas de mayor calor, que impedían trabajar a pleno rendimiento. El cuidado de los niños durante sus vacaciones escolares y el ahorro energético reforzaron, posteriormente, la necesidad de contraer los horarios de trabajo durante el verano. Rita Moreno, adjunta en la secretaría de acción sindical de CC.OO., respalda que éstas son las principales ventajas de la jornada continua, y apunta otra más, «el incremento de productividad», precisamente el aspecto que más encontronazos genera.
¿Menos es más?
Según el último Euroíndice Laboral realizado por IESE y Adecco , que analiza el mercado laboral de diversos países de la Unión, España es el tercer país con la jornada laboral más larga y que menos rendimiento obtiene por hora trabajada. De cada una de las 38,3 horas por semana que en promedio trabaja cada ocupado se obtiene un valor añadido de unos 30 euros. Por tanto, del estudio se desprende que la relación entre la duración de la jornada y su aprovechamiento es inversamente proporcional.
Aunque no todos los actores del mercado laboral comparten este punto de vista. La Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE) quiso dejar patente el año pasado que, contrariamente a lo que se cree, para disminuir las horas de trabajo es necesario reforzar la productividad para que no se vea afectada.
Opinión similar comparte la consejera delegada de la consultora de recursos humanos Ábaco siglo XXI Margarita García de la Calle: «Su implantación no es tan sencilla e inicialmente puede generar pérdidas». Una afirmación que se sustenta en la dificultad que puede tener el profesional para organizar su trabajo en menos horas, por lo que recomienda que «se aplique a trabajadores con cierta madurez y experiencia».
Las palabras de José María Prieto y Rita Moreno representan el bando opuesto. Ambos insisten en que la concentración del horario —con el consiguiente recorte de tiempos muertos en comidas, descansos…— no repercute negativamente sobre la eficiencia del trabajador. «Por parte del empleado no hay pérdidas —apunta Moreno—, y sobre el volumen final de negocio suelen ser mínimas». El psicólogo va más allá al asegurar que «por nuestras costumbres sociales, el trabajo de un empleado durante una tarde de verano, no compensa».
El trabajador, por su parte, también puede verse negativamente afectado por el horario continuo. Para disfrutarlo es necesario ampliar las jornadas del resto del año o entrar demasiado pronto, un inconveniente que, según la representante de CC.OO., se complica en las grandes ciudades.
A pesar de todo son cada día más los que se dejan atraer por las jornadas reducidas, y no sólo en verano. El Indicador Laboral de Comunidades Autónomas IESE-Adecco revela que el 51,5% de esta modalidad de contratos lo solicita el candidato, ya sea para compatibilizar con estudios (un 12,9%) o, algo cada vez más significativo, por motivos familiares (un 26,1%).
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