La Unión Europea (UE) debe flexibilizar sus leyes migratorias y aceptar, en los próximos 20 años, un mínimo de 20 millones de trabajadores inmigrantes. O no podrá mantener su actual nivel de vida. Así de claro lo expuso ayer, ante los ministros de Interior y Justicia europeos, el comisario del ramo, el italiano Franco Frattini. Además, pidió el compromiso de todos para evitar la muerte de jóvenes africanos en barcas de madera en el Atlántico y el Mediterráneo y para “ver la inmigración como un enriquecimiento, no como una amenaza”.
Esos objetivos se concretarán con la presentación, el 23 de octubre, de una propuesta de directiva comunitaria para crear una “tarjeta azul”, similar a la “green card” de EEUU, que sirva para atraer inmigrantes de alta cualificación, pues ya no se trata sólo de ocupar puestos de trabajo en sectores como construcción, agricultura o turismo. La UE empieza a necesitar, por ejemplo, médicos, ingenieros o especialistas en informática.
Los datos de Eurostat -la Oficina Europea de Estadísticas- dicen que en la UE hay tres millones de puestos de trabajo sin cubrir y que la tendencia es a aumentar.
Bruselas estima que para 2010 faltarán 300.000 trabajadores sólo en empresas de tecnología de la información. Además, el envejecimiento -en 2050, uno de cada tres europeos tendrá más de 65 años- deja a un amplio porcentaje de la población fuera del mercado laboral, un segmento poblacional que exige pensiones de jubilación y otras prestaciones sociales.
“Europa tiene que competir con Australia, Canadá, Estados Unidos y las potencias emergentes de Asia”, dijo Frattini, quien dijo estar convencido de que “los inmigrantes son una parte crucial de la estrategia competitiva de la UE, pero no será posible darse cuenta de su pleno potencial hasta que les demos las oportunidades para que se integren en la sociedad y la economía a la que llegan”.
En la actualidad, EEUU se lleva al 55% de la inmigración calificada mundial, mientras la UE apenas alcanza el 5%. Sirva como ejemplo el dato de que más de la mitad de los jóvenes con título universitario del norte de Africa viven en EEUU y Canadá. Por el contrario, la UE recibe al 85% de los que no pasaron por la universidad. La tarjeta permitiría a su beneficiario residir y trabajar legalmente en un país de la Unión Europea durante un plazo de dos años, al final del cual podría renovarla o trasladarse a otro país europeo, algo imposible hoy pues los permisos no tienen valor en otro país.
Para obtener este futuro documento, el inmigrante tendría que llegar a Europa con un contrato de trabajo bajo el brazo y con una oferta salarial superior al sueldo mínimo del país de destino. Además, se creará un régimen específico para jóvenes profesionales sin familiares a cargo. Y los años acumulados en Europa, aunque sea en distintos países, serán contados a la hora de acceder a permisos de residencia y trabajo definitivos.
También se podrán acoger al nuevo permiso quienes ya residan en Europa y trabajen de forma legal. Según Eurostat, en la UE viven actualmente 18,5 millones de inmigrantes con papeles, casi el 4% de la población total de la UE.
Los planes de Frattini pueden verse truncados por las reticencias de varios gobiernos y la tendencia general a endurecer los requisitos a los inmigrantes.
En Francia, el presidente Nicolas Sarkozy promueve medidas para endurecer la inmigración que incluyen pruebas de ADN a aquellos que pidan la reunificación familiar. Y el primer ministro británico, Gordon Brown, habló el jueves de “preferencia nacional” a la hora de acceder a un puesto de trabajo. Además, Alemania ha sido tradicionalmente reticente a ceder a Bruselas competencias de política migratoria.
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