El impulso que ha experimentado la población activa y el empleo en España en los últimos años tiene su principal explicación en la llegada masiva de inmigrantes, cuya población ha pasado de las 900.000 personas en el año 2000 a más de cuatro millones en 2006, según un artículo elaborado por Juan F. Jimeno, del Servicio de Estudios del Banco de España, y publicado por la Fundación de las Cajas de Ahorro (Funcas).
De acuerdo con este informe, la población activa aumentó en España a una tasa anual media del 2,5% entre 2000 y 2006. La contribución de la inmigración a dicho crecimiento fue del 73%, aumentando la población activa extranjera a una tasa anual promedio del 31%. Asimismo, y a pesar de que los extranjeros sufren mayores tasas de paro, el 25% del crecimiento de la tasa de empleo española entre 2001 y 2005 es atribuible al impacto de la inmigración.
En este contexto marcado por el 'boom' de la inmigración y el previsible envejecimiento de la población activa, el autor de este informe considera que el futuro de la oferta de trabajo dependerá de la integración, movilidad y pautas de retorno de los extranjeros a sus países de origen y de la permanencia en la actividad de los trabajadores de mayor edad.
Respecto al primer punto, no existen demasiados datos para el caso español, aunque sí se cuenta con la experiencia de otros países. Por ejemplo, se estima que de los 30 millones de personas que fueron admitidas entre 1900 y 1980 en Estados Unidos, unos 10 millones regresaron a sus países de origen.
El factor más decisivo para volver al país de nacimiento parece encontrarse, según Juan F. Jimeno, en la situación del país de origen. Normalmente, los inmigrantes que deciden quedarse tienen mejores experiencias laborales, salarios más altos y niveles educativos más elevados.
En cuanto a los efectos del envejecimiento de la población sobre la oferta laboral, su principal impacto estará en función de las pautas de salida del mercado laboral de los trabajadores de mayor edad. Las empresas se muestran reacias tanto a contratar empleados mayores como a mantener en su plantilla a trabajadores con edades próximas a la jubilación.
En el informe se apuesta por articular políticas de empleo que eviten la salida anticipada de estos trabajadores del mercado laboral. Para ello, el autor considera necesario adoptar una legislación sobre protección al empleo "más neutral" en relación con la edad, reducir las vías de ajuste laboral basadas en jubilaciones anticipadas y prejubilaciones, aproximar los salarios a la productividad, y facilitar una mayor movilidad y disposición a trabajar de los empleados de mayor edad.
En este sentido, asegura que los programas destinados a fomentar la empleabilidad de estos trabajadores y la reforma del sistema de pensiones "deberían ocupar un lugar prioritario en la agenda de los responsables políticos".
IMPULSAR LA PRODUCTIVIDAD
En este artículo se constata además que desde mediados de los 90 se ha producido en España una notable desaceleración de la productividad que resulta difícil de explicar en un periodo que se ha caracterizado por la introducción y el avance de las nuevas tecnologías.
Detrás de esta "paradoja", se afirma, puede encontrarse el intenso crecimiento que ha vivido el empleo, especialmente en sectores de baja intensidad de capital y de productividad aún más baja, la escasa innovación tecnológica de las empresas españolas, la inadecuada utilización del capital humano y las posibles deficiencias del mismo.
Para Juan F. Jimeno, recuperar unas tasas de crecimiento de la productividad más elevadas resulta imprescindible para seguir convergiendo hacia los niveles de renta per cápita de los países más avanzados. De hecho, advierte el autor, si la deficiencia en productividad, junto a otros problemas ya señalados, no se solucionan, la economía española podría ver lastrado su crecimiento.
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