19 de noviembre de 2024
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Las empresas privadas desconfían de los mejores universitarios

Las empresas privadas desconfían de los mejores universitarios

Académicamente cualificados y con grandes cualidades, pero con problemas para colocarse en el mercado laboral. Así están muchos investigadores en nuestro país. Los de las carreras humanísticas porque despiertan desconfianza al ser, quizás, demasiado teóricos; los del sector científico o tecnológico, por el desconocimiento de las empresas sobre lo que pueden realmente hacer.

Según la Oficina de Jóvenes Investigadores de la Comunidad de Madrid, el 33% de los investigadores españoles trabaja en el sector privado, mientras que la media europea alcanza el 48%. Y peor lo tienen aún los doctores: tan sólo un 10% se ha colocado en alguna empresa. Nada extraño si se tiene en cuenta que únicamente un 4% de las compañías españolas otorga valor a disponer de un doctorado a la hora de contratar.

"La creación de más departamentos de I+D en las empresas es una buena vía para paliar esta situación, pero no la única. Lo esencial es que en las compañías haya una persona cuyo trabajo consista en ser el nexo de unión entre el mundo empresarial y el universitario". Federico Baeza, doctor en Biología y subdirector de la Fundación para la Innovación Tecnológica Cotec, sabe de lo que habla porque durante años ejerció este trabajo en una empresa de Estados Unidos. "Se trata de un profesional que se dedica a transmitir a los organismos públicos de investigación cuáles son las necesidades y las realidades del mercado, al tiempo que persigue que su firma y el mismo mercado comprendan el sustento científico, por poner un ejemplo, de la experimentación en biomedicina, así como su necesidad y sus usos prácticos".

Baeza considera que esta figura laboral del mediador en I+D, con una pata científica y otra empresarial, resulta ideal para firmas de 20 o 30 empleados que, por su dimensión, no pueden crear un departamento de investigación. Hacer de puente entre universidad y empresa sería la tarea de estos profesionales, que además podrían suturar otra fractura más, la que separa, dentro de compañías de mayor tamaño, a los departamentos comerciales de los de investigación.

"Las empresas suelen preferir a un licenciado con máster que a un doctor", sostiene Pilar Corral, responsable de Innovación de la Fundación Universidad Empresa (FUE). "Se identifica a un doctor con el entorno académico; cuando entra en un proceso de selección aparecen pegas, como que reclamará que se le pague más por su mayor formación, o que en cuanto tenga oportunidad se irá a un ámbito de investigación público", prosigue. Además, "se suele dar el caso de que los doctores empiecen a buscar empleo en el sector privado cuando rondan los 30 años, lo que implica que les vean menos adaptables a la cultura empresarial, menos versátiles y sin la experiencia de los licenciados que entraron en empresas al acabar su carrera".

Poco saben las compañías, en cambio, de las virtudes que aporta un doctor. Desde la FUE, indica Pilar Corral, "les recomendamos que en un proceso de selección, para sortear su falta de experiencia, hagan hincapié en sus competencias, que son muchas". Entre ellas, capacidad para el trabajo en equipo, análisis y gestión de la información, hábitos de planificación y organización, disposición al aprendizaje, creatividad, el conocimiento que se deriva de sus estancias en el extranjero y dominio de idiomas.

La percepción que tienen los doctores sobre qué valor dan las empresas a su titulación es, sin embargo, bastante negativa. Según la encuesta de la Oficina de Jóvenes Investigadores de la Comunidad de Madrid, de los 858 doctores y doctorandos que respondieron, sólo el 25,4% cree que las compañías ven el título de doctor como un valor añadido. Sin embargo, el 38,8% percibe que lo consideran un inconveniente y el 35,7% que les es indiferente.

Mentalidad funcionarial

"Es gente muy capacitada y con una gran especialización, muy necesaria para las empresas innovadoras", opina Emilio Ramiro, director general de Ramem, compañía del sector aeronáutico con una treintena de empleados, de los que cuatro son doctores (tres físicos y un ingeniero agrónomo). Todos ellos trabajan en innovación, en tareas como la fabricación de sensores que imitan a la nariz animal para detectar explosivos y otras aplicaciones. "A veces son los doctores los que no quieren ir a la empresa, cuando deberían buscar un camino más abierto, con más posibilidades, como el que ofrece el sector privado, y dejar la mentalidad funcionarial", mantiene.

Para facilitar que las empresas contraten doctores existen programas de ayudas públicas. Además de los autonómicos, el Ministerio de Educación dispone, desde 2001, del programa Torres Quevedo. En 2007 propició la transferencia de 824 doctores y tecnólogos, por 719 en 2006, y 551 en 2005. En 2008, prevé conceder 982 ayudas por valor de 18,2 millones de euros (15,3 en 2007). Según Montserrat Torné, directora general de Investigación del Ministerio de Educación, entre las actuaciones pendientes "resaltaría el fomento de la cooperación público-privada para potenciar las actuaciones concertadas o cooperativas, y la puesta en marcha de un programa de apoyo a la realización de tesis doctorales en temas de interés empresarial".

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