El sector de la automoción en Guipúzcoa languidece desde hace unos años y no parece mostrar capacidad de reacción. Los tiempos han cambiado de tal manera que el clásico Seat 127, al que cualquier mecánico metía mano sin reparo hasta localizar la escurridiza avería, es hoy un anticuado sistema de trabajo que devuelve una imagen de color sepia.
En la última década, el vehículo se ha complejizado de una forma tremenda y la electricidad y la electrónica han entrado por la puerta grande. El sector precisa de mano de obra cualificada para afrontar toda esta revolución, pero ésta escasea. Para cubrir las necesidades actuales hacen falta unos 150 operarios, que habría que añadir a los que salen de las escuelas de formación profesional, según datos aportados por AEGA, la Asociación de Empresarios de Automoción de Guipúzcoa. El relevo generacional, mientras tanto, sigue siendo una incógnita.
Lo preocupante es que los cierres de los talleres no se producen por falta de rentabilidad, sino por el mero hecho de que se alcanza la edad de jubilación y los operarios "prefieren recolocarse en otros talleres antes de emprender una aventura profesional", precisa Juan María López Osa, secretario general de AEGA.
Francisco José Rodríguez, de 54 años, es uno de esos supervivientes que cada vez abundan más en los pequeños talleres de reparación de Guipúzcoa, como el suyo, en Pasai Antxo, donde las chapas y botes de pintura se reparten por los 200 metros cuadrados de local.
Curtido profesional donde los haya, sabe que el precipicio que se asoma tras la brecha tecnológica siempre está al acecho y que al mínimo despiste puede llegar la fatal caída. "Ahora hay que estar constantemente al día, pero cuando comencé en esto hace cuarenta años, todo era mucho más sencillo", rememora con cierta nostalgia, ubicando el recuerdo en 1968 y en un pequeño taller de Palma de Mallorca, donde el martillo, hoy casi en desuso, era una herramienta con entidad.
El aprendiz empezaba de lo más bajo. "Trae esto aquí, deja eso allí", le decían. Eran las órdenes que seguía a pies juntillas aquel chaval de 13 años, que a fuerza de obedecer y dedicar horas descubrió la disciplina del trabajo. Cuatro décadas después, este mecánico sevillano se muestra crítico ante la falta de vocaciones y mano de obra que asola al sector. "He tenido dos aprendices, pero les cuesta Dios y ayuda aprender. Siempre quieren saltarse la base del trabajo, ir más deprisa de lo que deben y ponerse a pintar sobre el coche cuando antes deben lijarlo y darle fondo", lamenta el profesional.
La escasez de aprendices se registra desde hace ya unos quince años y, en cierto modo, tiene su lógica. "Para que aprendan necesitan del orden de dos años de trabajo en el taller, pero una vez que han conocido el oficio te dejan por otro mejor", describen los empresarios consultados.
Bien lo sabe Luis Carrasco, subdirector del Instituto Don Bosco de Errenteria y profesor del Departamento de Automoción. Este docente prepara cada año a 225 de estos chavales en sus tres especialidades (Grado Medio de Electromecánica; Grado Medio de Carrocería-Pintura y Grado Superior de Automoción).
De esos alumnos, unos 70 consiguen dar el salto a las empresas, pero raramente echan raíces largo tiempo. "El sector de automoción es un túnel con una boca de entrada y otra de salida", expone gráficamente, acostumbrado al constante ir y venir de alumnos.
Los chavales, asegura el docente, comienzan en los talleres con toda la ilusión del mundo, pero después de tres o cinco años dan el salto a otros sectores en busca de unas condiciones mejores. Se valen de su formación, cada vez más polivalente -electricidad, electrónica, mecánica, sistemas automáticos…- para acabar dejando vacante la plaza que ocupaban, prolongando hasta el infinito el sempiterno problema: mano de obra.
Los formadores se muestran preocupados por esta diáspora de alumnos y, de hecho, centros como el de Formación Profesional de Don Bosco están firmando acuerdos con diferentes marcas automovilísticas, como en su día hicieron con el programa de reclutamiento de Volkswagen Audi, y en estos momentos con Iveco. El objetivo es que los chavales no se vayan. De lo contrario, el sector se verá obligado a echar mano del exterior.
importar mano de obra De hecho, la Asociación de Empresarios de Automoción de Guipúzcoa está analizando seriamente esta posibilidad. "Tenemos ya los contactos necesarios con países como Marruecos o Rumanía y no nos sería difícil contactar con países de Sudamérica", asegura López Osa.
AEGA ha contactado también con técnicos de la Subdelegación del Gobierno en Guipúzcoa y en breve va a mantener una reunión con empresas interesadas en contratar trabajadores extranjeros. "Les queremos explicar el proceso que deben seguir e intervendrá también un técnico marroquí de selección de personal", detalla López de Osa.
El ruso Igor Kuzwetsou, de 33 años, es de los que se han adelantado a esta creciente necesidad y hace siete años que llegó a Guipúzcoa tras un proceso de formación en el Mar Báltico, cerca de la frontera con Polonia, de donde es oriundo. "¡Lo que han cambiado las cosas, cuando no hace tanto tiempo lo hacíamos todo con un martillo! Ahora cada coche se ha convertido en un mundo, y hoy el ordenador y la máquina de diagnóstico de cada vehículo es indispensable", reconoce sin dejar de comprobar los cilindros de una furgoneta.
Entre los motivos que explican para este joven la falta de relevo generacional, Igor observa que hoy en día es difícil que los jóvenes sean seducidos por un sector "con un convenio tan bajo", al menos comparándolo con otros, como puede ser el de la construcción. "De todas maneras, uno de los motivos que más retrae a los chavales es la gran responsabilidad que tenemos frente al cliente en unas condiciones que no siempre son las mejores", recalca.
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