Las medidas orientadas a contener la expansión de la Covid-19 han tenido numerosas repercusiones económicas, si bien sus efectos han sido heterogéneos a nivel de región, sector y colectivo de trabajadores. Según los datos obtenidos por Asempleo en el Boletín de marzo «Avance del Mercado Laboral ASEMPLEO-Afi», si bien desde una perspectiva sanitaria la Covid-19 ha afectado de manera más grave a las personas mayores de 50 años, en el ámbito laboral este colectivo es el que menos ha sufrido a lo largo de 2020.
En una situación opuesta se encuentra el colectivo de menores de 25 años, que a pesar de haber resistido mejor el impacto del virus en el ámbito de la salud, ha sido el grupo más afectado desde un punto de vista laboral. Durante el último año, casi uno de cada cuatro jóvenes menores de 25 años ha perdido su empleo o se ha visto afectado por un ERTE en nuestro país. A su vez, alrededor del 40% de los jóvenes se encuentra actualmente en desempleo, frente al 12,7% en los mayores de 50 años.
La mayor volatilidad del empleo de los jóvenes frente a cambios en la coyuntura económica no es algo específico a esta crisis, sino que se reprodujo a su vez durante el anterior shock. En efecto, entre 2007 y 2013, casi dos de cada tres menores de 25 años (62,1%) perdieron su empleo como consecuencia de la crisis. Por el contrario, la ocupación entre los mayores de 50 años se incrementó un 8% durante este mismo periodo. En definitiva, estos datos ponen de manifiesto, que, durante las dos últimas crisis, que han sido además de una envergadura sin precedentes durante la segunda mitad del siglo XX, el empleo entre los mayores de 50 años apenas se ha visto afectado, al tiempo que trituraban las oportunidades laborales de los jóvenes en España. Dicha asimetría responde principalmente a dos factores, conectados también entre sí: las diferencias en el tipo de contrato y en el sector de actividad entre jóvenes y mayores.
El empleo temporal supone una herramienta de flexibilidad laboral externa para las empresas, al tiempo que la figura de los ERTE permite aumentar la flexibilidad interna. Ambos elementos han sido de gran relevancia durante la actual crisis, permitiendo a las empresas adaptar su fuerza de trabajo a los cambios en la demanda, a la evolución de la pandemia y a las distintas medidas de restricción de la actividad. En este sentido, no sorprende que los trabajadores temporales hayan sido los más afectados por la crisis. En concreto, el 47% de los empleos destruidos en 2020 (sumando despidos y ERTE) han sido temporales, cuando estos solo representaban el 26% del empleo en 2019.
A su vez, la incidencia de la temporalidad entre los jóvenes es muy elevada, afectando en 2020 a dos de cada tres (67,4%) menores de 25 años, lo que ayuda a explicar que uno de cada cuatro jóvenes temporales haya perdido su empleo en 2020. Por el contrario, apenas el 14,3% de los trabajadores mayores de 50 años tiene un contrato temporal, y apenas un 4,7% de ellos perdió su empleo el año pasado. En otras palabras, el impacto negativo de los shocks económicos sobre el empleo se ve atenuado por la seguridad del empleo indefinido, y este es más frecuente entre asalariados de más edad en detrimento de los jóvenes.
Los empleos a tiempo parcial suelen ser menos protegidos (existiendo una correlación positiva entre temporalidad y parcialidad), siendo a su vez los más susceptibles de verse afectados ante cambios en la plantilla de la empresa. Así, el 27,5% de los empleos destruidos a lo largo de 2020 han sido puestos de trabajo a tiempo parcial, cuando la tasa de parcialidad en 2019 apenas llegaba al 14,5%. Entre los jóvenes, la incidencia de la parcialidad supera el 36%, y el 22,7% de ellos ha perdido su empleo en 2020. Por el contrario, apenas el 11,6% de los trabajadores mayores de 50 años está empleado a tiempo parcial, y solo el 5,2% de estos ha perdido su empleo este año.
La distinta especialización sectorial en función de la edad también contribuye a explicar la dispar incidencia de esta crisis en el empleo. Así, se observa que el empleo en el ámbito de la hostelería, el comercio y otras actividades de ocio ha sido el más afectado por las medidas restrictivas orientadas a frenar la expansión del virus. En 2020, el empleo en estos sectores se contrajo un 16,2% (despidos y ERTE), frente a un 7,7% de media en el conjunto de la economía. Los datos muestran que más de la mitad (51,3%) de los jóvenes menores de 25 años estaban empleados en estos sectores en 2019, y que la pandemia ha provocado que el 15,9% de ellos perdiera su empleo en 2020.
Por el contrario, apenas el 27,9% de los trabajadores mayores de 50 años ejercen su profesión en la hostelería o el comercio, y solo el 2,3% de ellos ha perdido su empleo en 2020. Y es que este colectivo de trabajadores mayores de 50 años está empleado en su mayoría (48%) en otras actividades del sector servicios, menos afectadas por la pandemia (-2,4% de variación interanual). Es más, los trabajadores mayores de 50 años en estas actividades, no solo no han menguado por la crisis, sino que han crecido en 2020 un 1,4% respecto a 2019, prueba de la fortaleza del empleo de este colectivo.
El grado de envejecimiento de la fuerza laboral también contribuiría a explicar el efecto asimétrico de la crisis a nivel regional. Así, se observa que las regiones del norte peninsular son las que menos empleo han perdido durante el año 2020, al tiempo que es en estos territorios en donde los ocupados mayores de 50 años representan una mayor parte del total de la fuerza de trabajo. De esta forma, Galicia, Asturias, Cantabria, País Vasco, Navarra, Aragón, La Rioja y Castilla y León presentan valores inferiores a la media de España en cuanto a destrucción de empleo, pero superiores al promedio nacional en cuanto a peso de los mayores de 50 años en el conjunto de la fuerza de trabajo. Por el contrario, las tres regiones que más empleo destruyeron en 2020 (Cataluña, Canarias y Baleares), cuentan con un mercado laboral relativamente joven respecto a la media del conjunto de España. En este último punto desempeña un papel fundamental el sector de actividad, puesto que la destrucción de empleo en estas tres regiones responde en gran medida a una estructura productiva vinculada al turismo, que emplea en su mayoría a trabajadores jóvenes y con contratos temporales.
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