Por tercer año consecutivo, la Fundación Adecco presenta el informe “Un empleo contra la exclusión” que, en esta ocasión ha analizado e interpretado los datos del informe AROPE, en su relación con cifras oficiales de la EPA y una encuesta elaborada a 120 personas desempleadas y en riesgo de exclusión, que han encontrado recientemente trabajo.
Por tercer año consecutivo, se registra una caída en el índice de riesgo de pobreza. Así, en 2017 se ha alcanzado el valor mínimo desde 2010, con una tasa del 26,6% cifra que, sin embargo, aún dista de la alcanzada hace una década (23,3%). Esta evolución da cuenta de que, aunque la tendencia es positiva, estamos todavía lejos de las cotas deseables para el momento actual, teniendo en cuenta que hace una década, en una sociedad con menos recorrido y menos madura, la situación era más favorable que la de hoy.
El desempleo y la pobreza
¿Qué explicación tiene este retroceso? La evolución de la pobreza está íntimamente ligada al desempleo: en coyunturas en las que el segundo mejora, la primera tiende a disminuir. Así, ambos indicadores han experimentado un desarrollo similar, disminuyendo en los años recientes, coincidiendo con la recuperación económica, pero registrándose índices de pobreza superiores a los de hace una década, cuando la crisis aún no había arreciado y las cifras de desempleo eran más favorables que las actuales.
En efecto, si en 2008 se contabilizaban 3.206.800 desempleados, la cifra registrada hoy es un 3% superior, alcanzando los 3.304.300 parados. Asimismo, el porcentaje de desempleados de larga duración se ha incrementado en más del doble: hace una década representaban el 21,3% y hoy son el 47%.
Por tanto, en 2008 las cifras de desempleo eran más favorables que las actuales y por lo tanto también lo era el índice de pobreza, que entonces alcanzaba el 23,8%, frente al 26,6% de hoy.
Según Francisco Mesonero, director general de la Fundación Adecco: “se pone de manifiesto la importancia del empleo como indicador para medir el bienestar social y la madurez de una sociedad, siendo el activo por excelencia para combatir las situaciones de pobreza y exclusión”.
Pero, ¿qué personas se consideran en riesgo de pobreza y exclusión, según AROPE? Aquéllas que cumplen, al menos, uno de los siguientes criterios:
- Vivir en un hogar con una renta inferior al umbral de la pobreza (el 60% de la mediana de la renta nacional).
- Estar en privación material severa, no pudiendo afrontar, al menos, 4 de los siguientes gastos: vivienda, calefacción, vacaciones, alimentación básica, gastos imprevistos, teléfono, televisor en color, lavadora o automóvil.
- Vivir en un hogar con baja intensidad de trabajo (inferior a 0,2), definida como la relación entre el número de meses trabajados por todos los miembros de la unidad familiar y el número total de meses que podrían trabajar, como máximo, todas las personas en edad laboral de dicho hogar.
Según Francisco Mesonero, director general de la Fundación Adecco: “aunque el desempleo sólo se menciona expresamente en el tercer punto, es el desencadenante de todas las situaciones de pobreza y exclusión social. Así, el hecho de que las familias tengan que subsistir con ingresos inferiores a 684 euros mensuales (umbral pobreza) o que no puedan afrontar gastos básicos como la vivienda o la calefacción (privación material severa), tiene tras de sí el factor desempleo u otros estrechamente relacionados: paro de larga duración, agotamiento de prestaciones, precariedad, economía sumergida, etc”.
Las personas en edad laboral, más pobres que la media
Cruzando los datos de AROPE con los de población proporcionados por el INE, un 28,4% de las personas entre 16 y 64 años, es decir, 8.608.663, se encontraría en esta situación. Este porcentaje es superior a la media de todas las edades (26,6%) y, aunque decrece con respecto al pasado año (30,1%), es casi 7 puntos porcentuales superior al alcanzado en 2008 (21,8%).
Según Francisco Mesonero, director general de la Fundación Adecco: “no parece aventurado señalar que, entre estas personas en edad laboral, nos encontramos con una elevada proporción de desempleados, fundamentalmente de larga duración que han agotado todas sus prestaciones, así como profesionales que se encuentran en situación de irregularidad, trabajando en la economía sumergida o inactivos con capacidad para trabajar, pero que no lo hacen por razones culturales: personas con discapacidad, mayores de 45 años que perdieron su empleo y se han retirado del mercado, ante la falta de expectativas profesionales, etc. El desempleo, la precariedad y la inactividad, se convierten, por tanto, en factores que subyacen detrás de las situaciones de pobreza y exclusión”.
Por otra parte, hay que tener en cuenta que el segmento de la población que ha experimentado un mayor aumento de su pobreza es, precisamente, el de los desempleados: el 59,1% vive en riesgo de pobreza, porcentaje que se ha incrementado en 17 puntos desde 2007 (42,1%).
En este sentido, hay que tener en cuenta el aumento del paro de larga duración y la reducción de la cobertura de protección para desempleados, a raíz de la crisis económica, que ha disparado el porcentaje de parados que viven en riesgo de pobreza: un 59,1% frente al 42,1% de 2007, según AROPE.
Ante esta situación, Mesonero destaca que: “La solución pasa, necesariamente por la articulación de efectivas políticas activas de empleo que, frente a los subsidios no sostenibles en el tiempo, garanticen que los desempleados con más dificultades puedan desempeñar una ocupación, de forma continuada, que dignifique su vida”.
Llama asimismo la atención el elevado porcentaje de población entre 16 y 29 años y entre 45 y 64 años que se encuentra en situación AROPE: un 34,6% y un 28%, respectivamente, frente al 27,1% de las personas entre 30 y 44 años. A este respecto, Mesonero declara que: “los jóvenes y los mayores de 45 años son los que presentan mayores dificultades en su acceso al mercado laboral y ello tiene una consecuencia directa: una mayor tendencia al riesgo de pobreza y exclusión social”:
El empleo, factor de inclusión social y salud
Una encuesta realizada a 120 personas que se encontraban en desempleo y riesgo de exclusión (por atravesar grandes dificultades económicas), y que recientemente han encontrado una ocupación, revela que el empleo es un factor determinante para superar estas situaciones.
Así, si el 90% de los encuestados manifestaba grandes dificultades para llegar a fin de mes cuando no tenía trabajo, sólo el 30% lo hace una vez lo encuentra.
Y si bien un 30% sigue expresando dificultades económicas cuando encuentra empleo, según Mesonero: “encontrar un trabajo, aunque sea a jornada parcial y con bajos ingresos es, para una persona en riesgo de exclusión, el primer paso para salir de una situación de bloqueo que le impide avanzar y tomar decisiones. El empleo ayuda a las personas a empoderarse, a continuar formándose y a adquirir nuevas habilidades. En definitiva, es el punto de partida para recuperar la ilusión y la motivación necesarias para buscar otras oportunidades en el medio plazo, mejorando las condiciones actuales”.
En esta línea, y según la presente encuesta, el empleo tiene otros efectos en la vida de las personas en riesgo de exclusión: un 64% admite que puede hacer frente a gastos que antes no podía permitirse y que ha incrementado su consumo en actividades de ocio y entretenimiento.
Sin embargo, el empleo no sólo impacta en el bolsillo, también en otras esferas vitales: un 50% destaca cómo éste ha mejorado sus relaciones familiares y un 75% declara haber incrementado sus relaciones sociales. Asimismo, un 91% destaca que el empleo le hace sentirse más libre y completo y un 83% lo asocia con la mejora de su autoestima y salud emocional.
Según Francisco Mesonero: “El desempleo, especialmente cuando es de larga duración, puede derivar en el auto estigma, haciendo que las personas se retraigan en sus relaciones familiares y sociales y entren en una espiral de aislamiento, cada vez más profunda. Desde nuestras oficinas, asistimos diariamente a casos de personas que se encontraban muy abatidas y en grave riesgo de exclusión, pero que han logrado superarla gracias al empleo”.
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