Nathan Butcher tiene 25 años y, como muchos hombres de su edad, no trabaja. Cansado de las largas jornadas ganando el salario mínimo, renunció a su empleo en una pizzería en junio. Quiere un nuevo trabajo, pero no va a tomar uno que deteste. Así que, por ahora, el joven oriundo de Pittsburgh y padre de niños pequeños está viviendo con su madre y capacitándose para convertirse en un técnico médico de emergencias, con la esperanza de montarse en la escalera a una vida mejor.
Diez años después de la Gran Recesión, los varones de 25 a 34 años son la franja etaria y el grupo de género más rezagado en la mano de obra de Estados Unidos. Unos 500,000 más de ellos estarían trabajando si su tasa de empleo hubiera regresado a los niveles previos a la recesión. Muchos, como Butcher, afirman estar capacitándose. Otros informan discapacidades. Todos están fuera de un mercado laboral recalentado y dejan pasar años laborales fundamentales, años tradicionalmente llenos de ascensos que sientan las bases de una carrera.
«En algún momento, puede darse cierto efecto de generación perdida», de acuerdo con David Dorn, economista de la Universidad de Zúrich. «Si se llega a los 30, uno nunca tuvo un empleo de verdad y tampoco tiene educación universitaria, recuperarse se vuelve muy difícil a esa altura».
Hombres desempleados
En las últimas décadas, los hombres -el género económicamente privilegiado de Estados Unidos desde hace mucho- han sido afectados por tasas elevadas de encarcelamiento y crecientes de discapacidad. Fueron perdiendo empleos con salarios elevados luego de que la tecnología y la globalización golpearon la fabricación y la minería.
A los jóvenes les ha ido particularmente mal. Muchos terminaron la secundaria en un mundo con pocas oportunidades laborales de calificación media y fueron dejados de lado por la peor recesión desde la Gran Depresión. El empleo se desplomó para todas las categorías durante esa recesión, de 2007 a 2009, y los hombres de 25 a 34 años cayeron mucho más que sus colegas un poco mayores.
Su ausencia del mundo laboral acarrea consecuencias económicas amplias. Constituye una pérdida de talento humano que disminuye el crecimiento potencial. Los jóvenes con un mal comienzo en el mercado laboral enfrentan una penalización salarial duradera. Y los economistas responsabilizan parcialmente al declive del número de hombres empleados que podrían casarse por la reciente merma en el número de matrimonios y el aumento de los nacimientos extramatrimoniales. Esas tendencias fomentan la inseguridad económica entre las familias, lo cual podría empeorar los resultados para la próxima generación.
Es difícil determinar si este grupo demográfico desea seguir marginado o si lo hace la escasez de opciones atractivas. Puede que opten por quedarse en casa o matricularse en una escuela porque hay cada vez menos empleos con salarios altos que no piden formación universitaria en industrias como la manufactura. Pero no queda claro por qué la pérdida de oportunidades afectaría más a los hombres jóvenes.
Por su parte, Butcher espera que la capacitación para técnico médico de emergencias en The Community College of Allegheny County constituya un primer paso hacia una carrera en la atención médica. Quiere ganar lo suficiente para brindar seguridad a su hijo y su hija, que viven con la madre.
«Es un buen comienzo para una carrera», dijo.
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