Aunque parezca difícil de creer, el estado emocional de las personas tiene una influencia de carácter directa con la economía del país. La población, tan sólo con su estado anímico, tiene el poder de potenciar o debilitar el flujo económico de una nación. Es fácil de ejemplificar: cuando una persona está estresada o triste, tiende a comprar más por impulso. De esta misma manera cuando alguien va a hacer la compra con hambre acaba cogiendo cosas que no están en la lista.
En un artículo publicado en 2015, Gabriel Coll, co-Director del Instituto Europeo de Psicología Positiva (IEPP), alerta sobre la prevalencia del estrés y de cómo se ha convertido en el segundo motivo más frecuente de baja laboral. En opinión de IEPP, el estrés es uno de los grandes denominadores comunes de carácter negativo en el ecosistema empresarial, habiéndose normalizado y adoptado como algo natural y costumbrista cuando no lo es en absoluto.
Según datos ofrecidos por NASCIA, el gasto que asumen las empresas españolas para cubrir las bajas por estrés asciende a 80.000 millones de euros. Por otro lado, en base a los datos recogidos por INFOCOP, el Ministerio de Sanidad ha invertido 41.000 millones de euros para costear los gastos generados por trastornos mentales. Si ambas cifras se suman se refleja que el estado anímico español tiene un valor de 120.000 millones de euros. Sin embargo este gasto se asume para tratar estos problemas, no para prevenirlos.
Los extremos nunca son la solución
Ante el ritmo de la vida en la ciudad, el trabajo, los horarios, la rutina y las exigencias de la vida profesional es difícil no padecer síntomas de estrés o depresión. En América Latina las enfermedades suponen pérdidas de entre el 4-5% del valor del PIB anual. Esta serie de impactos abren muchos interrogantes: ¿Cuál es la solución?, ¿la aceptamos sin que haya posibilidad de cambio?, ¿somos los únicos responsables de nuestra gestión emocional?, ¿podemos pedir soluciones a los gobiernos para cambiar culturalmente el estilo de vida?
Las personas como individuos no son las únicas responsables de su nivel de estrés. Como decía la dra. Sonia Lyubomirsky, summa cum laude por la Universidad de Hardvard, “la percepción de la felicidad dependerá en un 10% de las circunstancias, un 50% de la base genética y un 40% de la actitud ante la vida”. Es por ello que la responsabilidad individual es únicamente un cuarenta por ciento. Esto concuerda con las opiniones de IEPP de que, tanto la empresa como los trabajadores deben enfrentarse a los problemas anímicos en conjunto para mejorar la productividad de la empresa.
Todo en extremo es malo. De la misma manera que un exceso de estrés puede ser perjudicial para la economía de una compañía, un exceso de relajación puede resultar fatal para conseguir los objetivos. Los trabajadores y los líderes (que no jefes) deben trabajar para encontrar el equilibrio entre el medio ambiente laboral perfecto y el punto de estrés necesario para sacar el mayor rendimiento a la productividad. La crítica del IEPP es que el estrés laboral es uno de los principales enemigos del trabajo, por lo que hay que controlarlo para poder conseguir los objetivos de manera eficiente. Según Eva Rodríguez, responsable de comunicación del IEPP, incluso en Google el incremento en búsquedas los últimos 12 meses sobre ansiedad y estrés ha rozado el 100% de tendencia.
Cómo interpretar el estrés
El estrés no tiene por qué ser algo dañino. Según Dafne Cataluña, socia directora del Instituto Europeo de Psicología Positiva, “el estrés suele catalogarse como algo malo y perjudicial y eso influye mucho en la actitud e impide relacionarse de manera sana con el entorno”. Esta actitud por tanto es fundamental para convertir ese nervio en una herramienta más para empujar a los trabajadores lo suficiente, para que puedan cumplir sus propósitos y no para alterar su ambiente de trabajo, tal y como critica IEPP.
Por otro lado, la empresa tiene el deber de crear el entorno de trabajo adecuado para reducir las posibilidades de sufrir estrés laboral, generando un entorno más positivo y alegre que se traduzca en una mayor productividad. Las nuevas tecnologías facilitan mucho esta labor con medidas como el teletrabajo, el Big Data o el machine learning, que ayuda a establecer modelos predictivos y crear herramientas de prevención de accidentes laborales para, así, poder medir el estado de seguridad y salud laboral de los trabajadores del país.
Kelly McConigal, doctora y profesora de psicología en la Universidad de Stanford, explicó durante su conferencia TED “cómo convertir el estrés en un aliado” dando herramientas para gestionarlo y convertirlo en un arma en favor de la productividad y el positivismo. Para ello el IEPP recomienda hacer un ejercicio exhaustivo de auto-observación para poder identificar la forma en que se habla cada persona a sí mismo (lenguaje interno) y la manera en la que se comunica con los demás (lenguaje externo). No es lo mismo pensar y decir “esto es difícil, no voy a conseguirlo”, que “esto es difícil, voy a dar lo mejor de mí”. Ese pequeño matiz puede ser fundamental para cambiar la cultura del estrés en el ámbito laboral y obtener las herramientas anímicas necesarias para afectar positivamente a la economía de un país.
2 comentarios en «El estrés de los españoles cuesta a las empresas 80.000 millones al año»
Muy interesante propuesta de invertir en el talento humano en su salud mental y emocional…ya que permite la realización exitosa de su vida personal y profesional en el escenario en el que se encuentre…un talento humano fortalecido, reconocido, estimulado gane gane para todos…Muchas gracias…
Hay que cuidarse mentalmente para dar lo mejor de uno mismo.
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