El centro de trabajo tradicional ha muerto. Cada vez son menos las personas que se levantan por la mañana a la misma hora, para dirigirse a un lugar de trabajo donde le esperan su silla, su mesa, su ordenador y su teléfono. “Ya no necesitamos cuatro paredes. La dictadura del metro cuadrado ha terminado porque el poder de decisión ya no está en los despachos, sino que reside en las personas. Y estas deciden dónde, cuándo y cómo quieren trabajar”. Así de contundentes fueron las palabras de Phillipe Jiménez, Country Manager España, Senegal y Costa de Marfil de Regus, que participó en la entrega de los Premios Empresa Flexible.
Jiménez afirmó que una sociedad globalizada y altamente competitiva como la actual, es poco eficiente la pérdida de tiempo en los desplazamientos casa-trabajo-casa. “En España la media es de una hora y media al día, lo que supone que cada año, desperdiciamos un mes en desplazamientos. Eso, además de ser tiempo improductivo es estresante”. La realidad se está imponiendo y cada vez son más las personas que organizan su trabajo en función de objetivos, y lo desarrollan desde cualquier lugar y a cualquier hora, gracias a la tecnología. “Si esto es así, es absurdo tener oficinas enormes en las que los gastos fijos, como el IBI o los suministros, se pagan al 100%. Desde los años 80 hemos reducido el espacio de trabajo de unos 20 metros por persona, a 8 metros.”
La tecnología ha sido uno de los impulsores de esta transformación. En la era analógica, hacían falta grandes máquinas y estábamos rodeados de papel. Hoy, con Internet, los teléfonos inteligentes y la nube, todo eso se ha hecho prescindible. “Hemos pasado de trabajar como robots, a trabaja con robots” afirma Jiménez.
En todo este cambio además de estos cambios estructurales que son ya una realidad, las empresas se han encontrado con el reto de cambiar la cultura organizativa, adaptar los modelos de gestión de equipos y formar a las personas en las habilidades necesarias para trabajar en estos entornos.
La socia de FLEXJOBS, Eva Pankorva, afirmó que trabajar con diferentes personas y en distintos lugares necesita un nuevo modelo de gestión de equipos, porque cuando estamos en la oficina, tenemos acceso a mucha información, que puede ir o no dirigida a nosotros, pero cuando no estamos, perdemos muchos datos. “La formación y el entrenamiento en habilidades de comunicación, debe ir asociado a los cambios estructurales”, afirma.
Por su parte, la socia de MacLehm, Lola Espinosa de los Monteros, destacó el hecho de que en las pymes el modelo funciona, si consigues adaptarlo muy bien a las necesidades de los diferentes colectivos. “El sistema debe sustentarse en un modelo que permita implantar medidas por cada colectivo dentro de la organización (Millenials, padres y madres, singles, etc) y contar con herramientas de medición y análisis que permitan valorar la eficacia de lo que estamos haciendo.
La socia de Zinkcare, Angelines Basagoiti, resaltó que la flexibilidad debe partir de la estrategia de la compañía. “Se deben hacer cambios estructurales para adaptarse al nuevo entorno y los mandos intermedios deben contar con herramientas que les permitan gestionar por objetivos y medir por resultados. Y todo ello no es posible, si no forma parte de la cultura de la organización y no se impulsa desde la alta dirección.
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