Los casos de turismofobia que se han conocido este verano y la saturación excesiva que han vivido algunos de los principales destinos de nuestro país han hecho saltar las alarmas sobre el estado de salud de nuestra principal actividad económica.
El turismo aporta en torno al 16 por ciento del PIB y aunque la llegada de extranjeros a España marcará este año un nuevo récord, el nivel de gasto de quienes nos visitan es escaso y apenas deja márgenes. Por si fuera poco, el empleo que genera esta actividad es cada vez más precario y menos cualificado. Por todo ello algunos expertos temen el estallido de una burbuja turística que, sin alcanzar las cotas del pinchazo del ladrillo desde 2007, sí podría complicar el actual proceso de recuperación.
Hay quienes como Santiago Carbó, director de Estudios Financieros de Funcas, emplea el término turisboom para referirse a la actual situación en el sector. En un artículo publicado en el blog de la fundación, Carbó incide en que pese a que el tirón del turismo permitirá a España crecer por encima del 3 por ciento y bajar el paro del 17 por ciento este año. Como ocurre en el deporte, «cuando los récords se baten una y otra vez conviene también analizar posibles casos de dopaje. El empleo es excesivamente temporal y los salarios hace tiempo que deberían haber crecido con un poco más de alegría».
Es lo que evidencian, de hecho, los datos del Ministerio de Empleo. Entre abril y agosto se firmaron 9,6 millones de contratos en nuestro país. Sin embargo, el número de afiliaciones a la Seguridad Social en este periodo apenas se ha incrementado en 187.622, lo que da buena idea de la escasa calidad del empleo que se crea.
Tomamos esta horquilla de tiempo (de abril a agosto) porque la campaña estival habría arrancado antes este año debido a que la Semana Santa se celebró más tarde. Otro dato muy significativo es el dato diario de afiliaciones de la última jornada de agosto. Solo ese día 31 el Sistema perdió 266.362 cotizantes.
Al igual que alertan patronales del sector como Exceltur, Carbó pone el punto de mira en que el visitante extranjero gasta poco en términos generales. Esto es así porque la mayor parte del turismo que recibimos es de carácter estacional, se concentra en el verano y cuenta con poca capacidad de gasto. Su procedencia tiene mucho que ver en este tipo de comportamiento. Ocho de cada diez viajeros proceden de la Unión Europea y son, además, visitantes con una media de edad más elevada, como explican desde el think tank The Shopping & Quality Tourism Institute.
Los datos de Egatur, la Encuesta de Gasto Turístico que elabora el INE, revelan que cada francés que nos visitó el año pasado gastó de media 602 euros, cada británico 911 euros y cada alemán 990 euros. Unas cantidades que ni tan siquiera suponen la mitad de los 2.593 euros que se dejó de media en España cada visitante chino. Se dan casos en los que este tipo de visitantes llega a gastar 1.400 euros diarios solo en compras.
Calidad, mejor que cantidad
España capta siete veces menos turismo de calidad que competidores directos como Francia o Inglaterra. Apenas acaparamos el 3 por ciento del gasto mundial en este segmento de viajeros, frente al 20 por ciento de nuestros vecinos. «No se trata solo de ingresar más, sino de evolucionar hacia un modelo que sirva para generar valor añadido, para crear empleo estable y cualificado» aseguraba recientemente a este diario su portavoz, Isabel Atkinson.
También incide en esta idea de no dejarse llevar por los récords constantes de llegadas el portavoz de Exceltur, José Luis Zoreda. La tentación es evidente si tenemos en cuenta que solo en los siete primeros meses de 2017 el número de turistas que visitan España aumenta un 11,3 por ciento y roza los 46,9 millones de personas.
Las últimas cifras de Frontur (movimientos turísticos en frontera) hechas públicas por el Instituto Nacional de Estadística (INE) muestran cómo los principales países emisores en lo que va de ejercicio siguen siendo Reino Unido (con 10,9 millones de turistas y un incremento del 8,7 por ciento respecto a los siete primeros meses de 2016), Alemania (con casi 6,9 millones de turistas y un crecimiento interanual del 9,4 por ciento) y Francia (con casi 6,3 millones de turistas y un alza del 4,3 por ciento).
«Apostar por modelos sostenibles implica que ese adjetivo pueda ser exportable al empleo y al arrastre que el turismo produce en otros sectores», añade Carbó. Es a lo que se refieren desde la patronal de la excelencia turística cuando inciden en que, al margen de aumentar la recaudación, habría que buscar un tipo de actividad que deje más márgenes al sector y que genere más empleo y más cualificado. Tender, en definitiva hacia la especialización. Éste será el único modo de que quienes habitan en zonas de máxima afluencia de visitantes perciban que la actividad turística mejora su calidad de vida y que no resta.
El objetivo es evitar a toda costa un desplome como el que vivió en su momento la construcción, cuyo peso en el PIB llegó a ser del 13 por ciento en épocas de bonanza.
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