Hoy en día se habla mucho de la flexibilidad de los espacios abiertos y la colaboración en la oficina. Las empresas apuestan por una forma de trabajo que facilite la comunicación entre los empleados. Puestos de trabajo donde lo único que hace falta es sentarse con el portátil para comenzar a trabajar. Y, sin embargo, esto puede ir en contra de la productividad personal.
Porque parte del proceso de concentración y puesta en marcha cada mañana tiene que ver con nuestras pequeñas rutinas. Llegamos a nuestro puesto, nos sentamos y encendemos el ordenador. Todo está donde esperamos y ejecutamos diferentes automatismos que nos ayudan a concentrarnos y trabajar más rápido.
Y esto choca con la concepción de no tener un puesto de trabajo fijo en la empresa. Pero también con la facilidad para concentrarse dentro de un entorno abierto, donde siempre hay gente deambulando de un lado para otro, más ruido, etc. No es tan fácil concentrarse en un espacio pensado para facilitar la comunicación visual y verbal con otros compañeros.
Es cierto que hay que buscar un equilibrio entre productividad personal y de equipo. No todo depende del trabajo que seamos capaces de sacar adelante, sino que hay un tiempo para coordinar cómo debe llevarse a cabo dicho trabajo. En este caso es cierto que muchas veces se producen parones en un proyecto porque tenemos que consensuar o decidir que camino seguir.
Esta es la gran virtud de facilitar la colaboración, una mayor facilidad para tomar decisiones y encaminar los proyectos en la dirección correcta. Y también que todo el equipo vaya en la misma dirección. Quizás lo que necesitemos es un cambio de hábitos. Acostumbrarnos a aislarnos en un entorno abierto.
Lo cierto es que aquí ayuda utilizar música. Unos auriculares para poner una música de fondo que nos ayude a concentrarnos en el trabajo que tenemos delante, pero que también haga ver a los demás que no es un buen momento para interrumpirnos ya que estamos concentrados en una tarea importante.
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