El desempleo juvenil en Europa se ha convertido, con la crisis económica, en un grave problema a resolver, aunque en cada país se ha vivido con distinta intensidad en función de la tasa de paro, del grado de implantación de la formación dual, del apoyo de los interlocutores sociales y del prestigio social de la Formación Profesional. Mientras en los países del centro de Europa la tasa de paro juvenil crecía un 3% –excepto en Alemania–, en España se alcanzaba un 50%. Además de contar con una tasa de paro general de un 26%, en el país no se daban ninguna de las circunstancias antes mencionadas para favorecer el empleo juvenil.
El sistema educativo español carece de una línea argumental que transmita seguridad y coherencia. Demasiados cambios de rumbo según el color político de los Gobiernos que solo pueden provocar desconcierto y desorientación en uno de los principales pilares de la sociedad. Es un problema que tiene raíces estructurales, y exige una respuesta adecuada para conseguir un sistema educativo que prepare a los jóvenes de acuerdo a las necesidades del mundo empresarial, que actualice los requisitos curriculares y que ofrezca una formación práctica que los capacite para incorporarse al mercado de trabajo y puedan sentirse útiles a la sociedad.
Es necesario recuperar la empleabilidad de la generación de la crisis y, sobre todo, crear las circunstancias para que su situación no se vuelva a repetir en el futuro. Una de las consecuencias de la falta de una política educativa adecuada a la realidad es la poca estima y reconocimiento social de la Formación Profesional, que se considera como la última opción para aquellos que no pueden superar el Bachillerato y menos aún los estudios universitarios. Al mismo tiempo, tampoco ha logrado ganarse el prestigio necesario en el mundo empresarial.
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