Tras el estallido de la crisis sanitaria provocada por el COVID son muchos los sectores y empresas que resistieron el «envite» y consiguieron mantenerse. El denominador común de todos ellos fue, tal y como destaca Jordi Damià, profesor de estrategia en EADA Business School y CEO de Setesca, la innovación. En el cambiante entorno actual, las competencias y las habilidades que se requieren al directivo ya no son las mismas y todas pasan por un perfil sin miedo al cambio y capaz de anticiparse a él.
Buenos líderes virtuales
La pandemia ha obligado a muchas a empresas a implantar el teletrabajo. Los compañeros se vuelven virtuales o avatares, las conversaciones son mensajes de texto o través de una pantalla. Todo eso ha repercutido en el modelo de liderazgo. «Los directivos actuales deben saber transmitir su liderazgo a través de la pantalla o del teléfono y, eso, no es fácil. Requiere no solamente dirigir muy bien por objetivos, si no ser capaces de comunicar y empatizar a través de una pantalla y eso supone una adaptación del estilo de dirección, comunicación y negociación a los nuevos canales» destaca Jordi Damià.
Reconocer que el modelo de dirección ha cambiado
«El primer paso para mejorar es reconocer la necesidad del cambio y la urgencia del mismo» dice John Kotter y, esa necesidad existe, la crisis destapó muchos errores en el modelo de gestión directiva que son necesarios subsanar y que ahora los empleados, los clientes y la propiedad exigen. Utilizar modelos de gestión no basados en los resultados de los empleados, abusar de la autoridad, poner más énfasis en la auto venta que en los resultados a obtener, exigir y no demostrar, no aplicar modelos de gestión estructurados, no contar con la innovación y la tecnología, etc. son estilos de dirección poco efectivos y que las empresas no aceptarán. Lo primordial es que el directivo sea consciente de esta necesidad de cambio y que sea capaz de transformar su forma de trabajar.
Directivos proactivos «de verdad»
Nadie admite que no le guste cambiar, pero los estudios sociológicos indican que solamente un porcentaje de la población (aprox. un 20%) son personas que naturalmente son proactivas respecto a procesos de cambio e innovación y por lo tanto el resto debe efectuar un esfuerzo mayor para cambiar hábitos, formas de tomar decisiones o escuchar incluso formas más efectivas de trabajar. El problema es que cuando estas personas naturalmente reacias alcanzan posiciones de dirección altas se convierten en «stoppers» que pueden poner en riesgo a la empresa. El modelo de dirección por lo tanto debe reconocer a este tipo de perfiles para facilitar que entiendan su necesidad de adaptación y sobre todo explicitar que la empresa premia la proactividad, la modernización, la innovación y el trabajo en equipo Todos estos objetivos requieren de un estilo de dirección orientado al mercado y orientado a la innovación.
Firme compromiso con la tecnología y la innovación
¿Es sostenible para una empresa tener en su comité de dirección personas que no conozcan las posibilidades que ofrece la tecnología? ¿Tiene sentido que un director financiero no conozca el uso de big data o de las Fintech? ¿Es plausible que un director de RRHH no conozca las mejores prácticas en retención o formación mediante herramientas digitales? La tecnología abarca todos los campos y áreas y, por esto, los directivos tienen que estar preparados y conocer de forma amplia las posibilidades que les puede brindar la tecnología para avanzar.
Modelo de dirección adaptativo según el objetivo, el entorno y el equipo
Los directivos excelentes son aquellos que saben adaptar su estilo de dirección a cada objetivo a conseguir. Eso en la práctica quiere decir, que no se puede actuar siempre como «el lobo de Wall Street», ni como un «gestor de la felicidad», no como un líder coach, ni como un líder autoritario. Para conseguir los objetivos, y siempre siguiendo el modelo impuesto por la cultura de la empresa, el directivo debe de adaptar su modelo de dirección según las circunstancias, y no debe sentir que eso hará que le perciban más débil o menos coherente, ya que en realidad es todo lo contrario. El buen directivo (y el que goza de más empleabilidad en el mercado) es aquel que sabe tomar sus puntos fuentes como gestor y adaptarlo en cada momento a las necesidades y a la organización existente.
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