Los buenos líderes saben la importancia que tiene la comunicación. Por ello muchos se forman en adquirir habilidad para el lenguaje. Y es que tan importante cómo se dicen las cosas, es lo que se dice. El problema de muchos directivos es que siguen sin dar importancia a la forma en la que envuelven su mensaje, y así se comunican en el trabajo, de igual forma que lo hacen en su ámbito privado, con su familia o amigos.
A juicio de Gonzalo Martínez de Miguel CEO de INFOVA y director del Acelerador del Talento Directivo, «hay jefes a los que le cuesta comunicarse, dar direcciones claras o hacerse entender. Pero también están los que imprimen mucha naturalidad a sus comentarios. Hacen chistes y bromas buscando la cercanía y la complicidad, utilizando el sarcasmo y la ironía, que pueden funcionar bien en otros ámbitos que no son el laboral».
Que la comunicación funcione es esencial para que el trabajo en equipo sea posible. Y es primordial en un buen líder la capacidad para comunicarse de forma clara. Además, su comunicación debe reforzar el vínculo con sus colaboradores y producir el menor ruido innecesario, que pueda generar tensiones entre él y el equipo, o entre los miembros de este.
El sarcasmo y la ironía tienen mucho peligro, cuando se habla de dirigir y de trabajar en equipo. A pesar de que puede parecer divertida e ingeniosa, la ironía es muy traicionera. Lo que para uno es evidentemente una broma sin maldad, no necesariamente es entendida por su interlocutor. Por ello, la recomendación es clara, no usar la ironía como estilo de comunicación. Si se hace, se puede acabar pagando un precio que no compensa.
En este sentido, es curioso que el sarcasmo y la ironía están asociados a manifestaciones de inteligencia. Es cierto que hay que ser muy rápido para ser irónico, y es muy divertido cuando alguien tiene esa capacidad para decir lo contrario de lo que quiere decir, y para usar una metáfora absurda o crear una imagen inverosímil. Pero la ironía y el sarcasmo están catalogados como maneras violentas de comunicación. Es decir, las formas de hablar que conllevan un “te lo digo en broma, pero te lo digo”, no son convenientes, mucho menos en la empresa y con los colaboradores.
«No nos confundamos, el humor es bienvenido en un entorno profesional, pero en las dosis adecuadas. Hay pocas cosas más inteligentes que un chiste o un guiño a tiempo, que permita que el ambiente se relaje, que la gente se entienda, que la reunión avance, o que un problema se desbloquee», matiza Gonzalo Martínez de Miguel.
Pero un chiste ocasional es una cosa, y hacer de la ironía una forma de comunicación es otra. Son cosas distintas. Detrás de la ironía suele haber mucho ácido, y si el interlocutor lo detecta, lo más normal es que le moleste. En palabras del CEO de INFOVA, «He trabajado el tema de la ironía en procesos de coaching con muchos directivos y siempre se repite una pauta de distorsión, entre lo que es la percepción que las personas irónicas tienen de sí mismas y la que tienen de ellas los demás. Y es que se auto perciben como simpáticas e ingeniosas, mientras que su entorno las ven como pesadas o impertinentes«.
También hay que ponerse en el lugar de los interlocutores, y pensar que un equipo no tiene porque hacer el esfuerzo continuo de decodificar lo que quiere decir un jefe cuando es irónico, ni de leer entre líneas para entenderle. Si hay que decir algo, que sea de la forma más clara y más fácil de entender. Además, hay que tener en cuenta, que si la persona a la que se habla de forma irónica, repitiera textualmente las mismas palabras en otro contexto, sin faltar a la verdad de lo que se ha dicho, quedaría el jefe como que está equivocado o, lo que es peor, como un bobo o un impertinente.
«En definitiva, la ironía y el sarcasmo solo funcionan con tus amigos, en un contexto de mucha familiaridad y de mucha confianza. En la empresa es mejor ser claro y decir lo que quieres transmitir a tus colaboradores«, concluye Martínez de Miguel.
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