“La historia es una fuente impagable de lecciones aplicables al mundo de la gestión y el caso concreto de Israel y la destrucción del Primer Templo de Jerusalén nos sirve de ejemplo y reflexión sobre una cualidad absolutamente crítica hoy para cualquier directivo y organización: la gestión del cambio, pues podemos considerarlo como uno de sus primeros casos de éxito”. Así se pronunciaba Samuel Pimentel, Presidente de Ackermann International, en el arranque de su conferencia “La destrucción del Primer Templo de Jerusalén y la gestión del cambio” impartida dentro del ciclo de encuentros “Historia y Directivos” que ha organizado esta firma especializada en Executive Search, Selección y Consultoría de Recursos Humanos para brindar a los directivos aprendizajes extraídos de la historia para mejorar el presente y el futuro del management.
Durante su intervención, el Presidente de Ackermann International explicó cómo Israel tenía una posición complicada y muy debilitada dentro del marco geopolítico antiguo: “Dividido tras la muerte del rey Salomón en dos reinos, el Reino del norte o Reino de Israel y el Reino del Sur o Reino de Judá, Israel vivía a merced y amenazado por los intereses y las dinámicas bélicas entre sus poderosos vecinos: el imperio mesopotámico (Asiria y Babilonia), y el imperio de Egipto. En el año 721 a.C. el reino del Norte es aniquilado por el ejército asirio que se dirige a la conquista de Egipto y el reino del Sur también es asediado. En este caso, la invasión no llega nunca a completarse; los asirios se ven obligados a regresar a Babilonia con sus tropas para defender su imperio y es por ello que abandonan la conquista de la ciudad de Jerusalén”.
Según Samuel Pimentel, esta especie de triunfo que consiguió el Reino de Judá será determinante para lo que sucederá después cuando sean los babilonios quienes se lancen a la conquista de Israel: “Cuando Babilonia cerca y asedia Jerusalén, sus ciudadanos no se toman en serio la amenaza. Si ante el avance de las tropas asirias, el rey Ezequiel preparó la ciudad para el asedio construyendo un túnel y un canal para asegurar el suministro de agua durante el mismo, en esta ocasión Israel comete el error de no hacer nada; ni se protege ni refuerza sus muros… Y no hace nada porque se confía y cree que, al igual que sucedió con los asirios, los babilonios terminarán retirándose… ¿Cuántas empresas no cometen el mismo error cuando teniendo a los enemigos a la puerta insisten en creer que no va a pasar nada, que nada ni nadie puede amenazar su estabilidad y reinado?”, añadió.
Como consecuencia de esa falta de reacción, Jerusalén es conquistada por Babilonia y el pueblo judío es obligado al destierro, que se produce en dos etapas, tal y como indicó Pimentel: “La primera deportación se produce en el año 597 a.C. y afecta a las clases altas: políticos, religiosos, comerciantes…, lo que coloca a la población en una difícil situación al dejarla sin sus dirigentes; esta situación se complica todavía más cuando en el año 587 a.C. las tropas babilonias vuelven a entrar en la ciudad para contener su rebelión y en represalia por ella, destruyen el templo de Jerusalén e imponen ya sí el exilio de todo el pueblo intelectual judío a Babilonia”.
“El escenario es absolutamente de crisis total -continuó relatando el Presidente de Ackermann International- . El pueblo judío es despojado de todo: reino, rey, clase dirigente, comerciantes, Dios, templo, independencia…. Y ante esta situación, obligado a realizar todo un proceso de gestión del cambio. Y si bien cometieron un error al subestimar la amenaza de los babilonios, en este caso, la gestión del cambio fue todo un éxito ya que consiguieron preservar la identidad y la religión judías y sentar unas sólidas bases que son las que les han permitido llegar hasta nuestros días”.
En este sentido, Pimentel destacó como claves de ese proceso: “Crearon un nuevo modelo de organización basado en comunidades y delegaron el liderazgo y la dirección de las mismas a los ancianos. Es decir, acertaron en la elección de sus líderes puesto que los ancianos eran quienes poseían la experiencia y la capacidad para mantener la identidad y preservar las tradiciones del pueblo. A su vez, fijaron su visión: aunque la ciudad había sido destruida, el pueblo debía seguir creyendo en ese Jerusalén celestial y para ello otorgaron el máximo poder a sus profetas. En este caso, la visión sirvió para crear comunidad y mantener la unión y la esencia de su ser. Establecieron también unos valores y unas normas para mantenerse apartados de los no judíos; es decir, conservaron su diferenciación, no se mezclaron y se mantuvieron como un pueblo. Y, por supuesto, fijaron su misión: volver a Jerusalén, lo que actuó como motor que alimentaba las aspiraciones y hacía sobrellevar la dureza extrema de las condiciones en las que vivían”.
“La confluencia de todas estas decisiones y factores –misión, visión, valores y liderazgo- determina el milagro de la existencia del pueblo judío, y hablo de milagro porque es un caso único en la historia: se trata de un pueblo que se queda sin nada y es deportado, y, como tal, está condenado a desaparecer. Sin embargo, reacciona, actúa y gestiona el cambio de tal manera que consigue preservar su identidad, reformularse y asentar unas bases de futuro que le han ayudado a gestionar todas las etapas de su historia y llegar hasta nuestros días. Un caso, sin duda, que nos ayuda a reflexionar en las empresas acerca de la importancia, primero, de no subestimar los peligros que nos acechan y estar siempre alerta porque no hay posición o estatus incuestionable o imbatible en el mercado actual; y, segundo, la importancia de gestionar el cambio porque por adversas que sean las circunstancias, nada está escrito; solo la inacción y la parálisis conducen a la desaparición”, concluyó el Presidente de Ackermann International.
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