“Hacer grandes cosas es difícil, pero ordenar grandes cosas lo es aún más”
Friedrich Nietzsche
El 9 de julio de 1522 llegan a las islas de Cabo Verde. La Victoria echa el ancla en Ribeira Grande, en Isla Santiago, y parte de la tripulación —los trece con mejor aspecto para no levantar sospechas— desembarcan en un batel para abastecerse. Van con los deberes hechos y en un impecable “elevator pitch” relatan que regresaban de América cuando un fuerte temporal los dejó maltrechos. Se trataba de un suceso improbable, pero no imposible. Los portugueses socorren a los expedicionarios y les suministran alimentos y agua.
Los locales les aseguran que es 10 de julio, mientras que según sus cuentas es día 9. “Después supimos que no existía error en nuestro cálculo, porque navegando siempre hacia el oeste, siguiendo el curso del sol y habiendo regresado al mismo punto, debíamos ganar veinticuatro horas sobre los que permanecían en el mismo sitio y basta reflexionar para convencerse de ello” (Pigafetta). En su diario, el piloto Albo anotó: “A los 9 del dicho (julio-1522) no tomé el sol, y surgimos en el puerto de Río Grande (Ribeira Grande de la Isla de Santiago de Cabo Verde) y este día fue miércoles, y este día tienen ellos por jueves; y así creo que nosotros íbamos errados en un día y estuvimos hasta el domingo en la noche, e hicimos a la vela por miedo al mal tiempo y travesía del puerto”. Es la misma historia que, siglos más tarde, contó Julio Verne en su “Vuelta al mundo en ochenta días”.
Herrera, el historiador decimonónico, lo cuenta así: “Tardaron en ir, y venir, tres años, menos catorce días; erraronse un día en la cuenta, y así comieron Carne los Viernes, y celebraron la Pascua en Lunes…”.
Y de nuevo, otra sacudida del destino: ”… uno de los marineros reveló nuestro secreto, diciendo que el comandante en jefe era muerto y que nuestra nave era la única de la escuadra de Magallanes que regresaba a Europa”. Son las palabras de Pigafetta, otras versiones apuntan a que quisieron comprar esclavos para ayudarles en sus tareas a bordo y, al pagar con clavo, se delataron. Fuera como fuese, los trece que bajaron a tierra fueron apresados por los portugueses.
Entre los rehenes estaban Martín Méndez (contable de la flota), Ricarte de Normandía, (carpintero), Roland de Argot (artillero), cuatro marineros, Vasquito Gallego (un aprendiz de marinero) y dos pasajeros más.
Vasquito era un niño de unos siete u ocho años cuando embarcó. Y sobrevivió. De regreso a España era, con once años, uno de los hombres más curtidos y que más horribles vicisitudes había experimentado de todo el país. Su pequeña vida resulta gigante.
Fue el único que no cobró sueldo directamente —de quinientos maravedíes— sino a través de su madre, lo que demuestra que no tendría capacidad jurídica aún. Su padre quiso que le acompañara como paje para forjarse como marino. Ambos embarcaron en la nao Victoria.
Hijo de Vasco Gallego (probablemente el apellido denota su lugar de origen), aquel piloto de la Casa de Contratación muerto durante la exigente travesía por el Pacífico (poco antes de llegar a la isla de los Ladrones, lo que, sin duda, le hubiera salvado la vida), y al que cuidaron entre todos. En los momentos más duros, se fueron los muy necesarios.
Son personajes capitulares, casi anónimos, pero las empresas las conforman sus empleados y estas historias esperaban a ser contadas. Y Vasquito es uno de esos personajes que te robará el corazón y del que te costará reponerte.
Elcano tiene que largar velas inmediatamente, emprendiendo así la huida y dejando atrás a sus compañeros, es el 15 de julio de 1522.
Solo quedaban veintiún hombres útiles y aún morirían tres más. Son muy pocos para gobernar la nao, pero tendrán que arreglárselas. Decide poner proa rumbo sur y despistar a los portugueses. Lo fácil habría sido tomar un derrotero dirección norte, la ruta más corta hacia España.
Tan solo treinta y siete días después de que lo hiciera la nao Victoria, llegaron a España nueve de los apresados porque Elcano se lo imploró al rey. Los últimos tres aún tardaron en hacerlo cinco meses y veintidós días.
En esos momentos de crisis, puedes perder el tiempo lamentando el error y buscando un culpable, o concentrarte en buscar una solución y tomar decisiones. ¡Cuánto tiempo se pierde muchas veces en las empresas en lo primero!
*Capítulo 56 del libro Un empresa redonda: El viaje de Magallanes y Elcano que cambió el mundo’ escrito por Raquel Sánchez Armán y Jesús Ripoll, fundadores de la agencia de motivación y formación Helpers Speakers.
Raquel Sánchez Armán y Jesús Ripoll, fundadores de la agencia de motivación y formación Helpers Speakers (apasionados de la historia, la navegación, el management y el desarrollo personal), reinterpretan la epopeya de la primera vuelta al mundo desde la perspectiva del management actual. En este libro podremos aprender de los aciertos —y de los errores— de aquellos hombres de hace 500 años, a través de la lección de liderazgo histórico que nos brindan. Embárcate junto a ellos en esta apasionante aventura.
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