“La estrategia consiste en la consecución de metas ambiciosas a partir de recursos limitados”
C.K. Prahalad
Son solo cuarenta y siete hombres los que van a emprender el regreso en la Victoria, los acompañan trece indígenas, moluqueños la mayoría. Los recursos eran muy limitados y debían aprovecharlos con eficiencia.
En empresas tan exigentes como nuestra armada, no pueden depender del talento de una sola persona. Elcano está liderando la flota, pero desde el principio deja a un lado el “yo” para convertirse en “nosotros”. Están escasos de manos y, a medida que avancen, se recrudece la situación. Se hace indispensable la colaboración: todos (o casi todos…) van a aportar valor al grupo, todos (o casi todos…) están conectados con el proyecto, coordinados, hay comunicación fluida y compromiso. Y al parecer, un amago de sublevación también.
11. Tidore, Islas Molucas – Isla de Timor
Salida el 21 de diciembre de 1521 – Llegada el 25 de enero de 1522 Travesía de treinta y cinco días
Analizando las etapas de la expedición, aunque cueste creerlo, cruzar el Pacífico no había sido la peor: regresar resultó aún más duro. La vuelta hacia poniente entrañaba el enorme peligro, nadie antes había surcado aquellas aguas tan alejadas de la ruta comercial portuguesa (conocida como la Carreira da India).
Elcano era muy consciente de la situación, Portugal estaba al acecho. Estaban transgrediendo el Tratado de Tordesillas, firmado hacía ya veintisiete años, al navegar por aguas lusas. La costa africana y algunos enclaves estratégicos de Asia estaban plagados de bases logísticas, al igual que el mar, repleto de naves portuguesas. Y no solo esto supone una amenaza, al tratarse de un barco solitario —y con las bodegas repletas de especias— eran una presa muy apetecible para los depredadores.
Pronto una tempestad pone en jaque la resistencia de la nao, deben arribar a la isla de Mallúa —hoy Pulau Wetar— cerca de Timor para reparar el casco. Fondean el 25 de enero y les esperan quince días de incertidumbre… Las dudas vuelven a poner en riesgo la misión. Los ánimos se caldean.
Dos jóvenes marineros abandonan el barco y salen huyendo: Martín de Ayamonte y Bartolomé de Saldaña, que nadaron hasta la costa aprovechando la oscuridad de la noche. Ya hemos recogido su historia en el capítulo 48 y la importancia del testimonio de Martín. El historiador Martín Fernández de Navarrete habla del episodio en su obra “Historia general de los hechos de los castellanos en las Islas y Tierra Firme del mar Océano que llaman Indias Occidentales” (1601-1615).
“La isla de Timor es grande con muchas poblaciones: en ella hay sándalo muy bueno, gengibre, mucho oro y tenía muchos enfermos de bubas. Hubo allí una pendencia entre algunos del buque, y ocultamente se fugaron de la nao quedándose en tierra dos individuos de á bordo, que eran un grumete nombrado Martín de Ayamonte, y Bartolomé de Saldaña, hombre de armas y page (sic) que había sido del Capitán Luís de Mendoza”.
También contamos con el testimonio de Francisco Gómez de Go- mara gracias a su “Historia general de las Indias” (1553): “Tocó mu- chas islas y en Timor tomó sándalo. Hubo allí un motín y brega, en que murieron hartos de la nao”. Es el primero que habla abiertamente de levantamiento.
Antonio Brito, capitán portugués de la fortaleza de Ternate que apresó a la Trinidad, escribe una reveladora carta a su rey (firmada en 1523) donde habla de la maltrecha embarcación de Elcano: “Será tan gran milagro ir a Castilla como fue venir de Castilla a Maluco, porque la nao era muy vieja, los mantenimientos ruines, y los castellanos no querían obedecer al capitán”. Sin duda era un milagro que la maltrecha Victoria pudiera dar la vuelta al mundo. Elcano llegó a Sevilla antes que esa carta a Lisboa… Pero lo significativo del testimonio es esa frase lapidaria: “los castellanos no querían obedecer al capitán”.
Sobre este episodio apenas se habla, parece que hay un intencionado apagón informativo por parte de los supervivientes y una versión pactada de los acontecimientos. Es evidente que en Timor hubo una discusión y se produjeron las deserciones ya comentadas. Otros autores hablan de muertes de varios integrantes de la tripulación. ¿Cuántos? ¿Fue un intento de sublevación? Silencio.
Prosiguen la marcha, la navegación se vuelve lenta con un viento flojo que luego rola y ayuda al maltrecho ánimo de los marineros. Durante varios días recorren el archipiélago de las Molucas, y recogen muestras de otras especias para llevarlas al emperador. Hay tantas islas que durante las noches se ven obligados a permanecer al pairo y vigilantes para evitar embarrancar.
Pigafetta nos relata las penurias de esta primera etapa del viaje: “Puesto que teníamos muy pocas cosas, y el hambre ya estaba constriñéndonos, retuvimos en el barco a un jefe de otra aldea y a su hijo”. Cambiaron los rehenes por animales: había que abastecerse, costara lo que costara. Están en modo supervivencia y ya nada importa.
En las primeras horas del miércoles 11 de febrero, la Victoria levó anclas rumbo a Java. No paran demasiado tiempo allí, y a los once días parten hacia el inmenso océano.
Quedan veinte mil interminables kilómetros por delante.
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*Capítulo 54 del libro Un empresa redonda: El viaje de Magallanes y Elcano que cambió el mundo’ escrito por Raquel Sánchez Armán y Jesús Ripoll, fundadores de la agencia de motivación y formación Helpers Speakers.
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