“La genialidad está en ver lo que todo el mundo ha visto y pensar lo que nadie ha pensado”
Albert Szent-Györgyi
Ahora empieza la Historia con mayúsculas. ¿En qué momento surgió el “esto va a ser grande”? La ilusión por conseguir la hazaña de la vuelta al mundo fue clave en la elección del derrotero: no era la ruta más segura ni la más corta, pero estaban dispuestos a cruzar medio mundo por territorio enemigo y sin detenerse en la costa para evitar ser apresados. Podría ser el principio del fin o el pasaje a la posteridad.
Había que intentarlo: si uno quiere ganar a lo grande ha de apostar a lo grande, no hay más. Asumir riesgos, tener la curiosidad de ir más allá, navegar en la incertidumbre e ir a por ello con todas las fuerzas y todas las debilidades.
Incluso en la actualidad, con el big data y la ayuda —muy bien remunerada— de grandes consultoras internacionales, al final los líderes tienen que tirar de instinto para tomar una decisión entre las opciones finalistas que les presentan.
Elcano se perfila como un líder ambicioso capaz de cambiar y re- ajustar el objetivo: han logrado su misión, pero… ¿por qué no tratar de lograr una gesta aún mayor? El secreto: cuando se está arriba, no acomodarse. Formar parte de algo más grande que ellos mismos, trascender y pasar a la posteridad fue su motivación. Demuestra tener dos cualidades fundamentales:
- Visión estratégica: para proyectar con perspectiva, valorar las opciones y sopesar el impacto en la organización de las decisiones.
- Influencia, para persuadir e implicar al equipo para que ejecute el plan y lo materialice, inocular esa pasión por formar parte de algo mucho más grande e impensable.
El propio Elcano nos lo confirma en la carta que envió al rey Car- los I nada más llegar a Sanlúcar de Barrameda dando noticias de su llegada: “Mas saberá tu Alta Magestad lo que en más avemos de es- timar e tener es que hemos descubierto e redondeado toda la redon- deza del mundo, yendo por el oçidente e veniendo por el oriente”.
Gracias a esta carta somos conscientes de la enorme importancia que para Elcano suponía haber completado la primera circunnavegación: no destaca ante el rey el haber descubierto el paso del estre- cho, ni haber abierto una nueva ruta comercial, tampoco habla de la misión de certificar que aquellas islas pertenecían a la demarcación castellana. Lo más relevante para él había sido dar la vuelta al mundo. Elcano confió en la maltrecha nao Victoria para enfrentarse al desafío de aquel viaje suicida, pero, sobre todo, confió en la resisten- cia y en el compromiso incondicional de aquellos marineros de raza. Prefirió enfrentarse al inmerso mar (navegando tan al sur —evitan- do ser avistados— que era una ruta absolutamente desconocida) antes que a los portugueses. Un todo o nada, pero cuando tus sueños te atrapan de verdad acabas atreviéndote e inspirando a otros a seguirte.
Pero no todos en la nao opinaban igual. El piloto Francisco Albo y el maestre griego Miguel de Rodas quieren volver con la Victoria por el mismo camino que llegaron, y parar en las islas de Maldiva para reparar la embarcación.
El testimonio del grumete Martín de Ayamonte es revelador:
“Un piloto les llevó a Timor por ser monzón […] y el maestre y el piloto, que eran griegos, querían ir por Malaca, y el capitán, que era vizcaíno (en realidad era guipuzcoano, natural de Getaria), no quiso”.
Martín de Ayamonte (nativo de la ciudad fronteriza e hijo de Fernán Martínez y de Marina Lorenzo) se ha convertido en una pieza clave para reconstruir el periplo de la armada. Detrás de este niño, un simple grumete de la nao Victoria, se esconde otra de las maravillosas microhistorias de la aventura. Sobrevivió a todo lo que allí aconteció: el escorbuto, el hambre, la batalla de Mactán y esas traicioneras estacas escondidas en el suelo, la emboscada de Cebú en la que rajaron el cuello a veintiséis españoles… Pese a su corta edad, vio la muerte de cerca muchas veces, pero no quiso enfrentarse a ella una vez más en un océano desconocido.
El 5 de febrero de 1522 Martín junto a otro joven, el soldado Bartolomé Saldaña, abandonaron “sin ser sentidos” la Victoria en la isla de Timor, donde la nave estaba fondeada. Desertaron porque tenían miedo a morir rumbo hacia el oeste, no querían embarcarse en esa travesía suicida, navegando lejos de la costa, sin escalas y comiendo solo arroz hervido en el mejor de los casos. Era una temeridad.
Puede que aquellos dos adolescentes, que habían padecido ya lo indecible pese a su corta vida, no tuvieran el sentido del deber ni el del honor de los demás, pero demostraron un profundo sentido de la supervivencia que los llevó a resistir durante más de quince meses en la soledad de la selva. Tenían la intención de regresar a las Molucas, donde estaba siendo reparada la Trinidad; Ayamonte quería reunirse con un familiar que viajaba en esta nao y que iba a volver a España, no por el oeste como la Victoria, sino por el este. Pero su sueño se truncó al ser descubierto por un navío portugués y fue apresado en la fortaleza de Malaca. Allí es interrogado el 1 de junio de 1522 y un escribano dejó constancia de su declaración.
Este documento terminó en el Archivo Nacional Torre do Pombo, en Lisboa y, aunque fue traducido al portugués moderno en 1933, los historiadores españoles desconocíamos por completo su existencia hasta el año pasado. Es la única fuente que indica que hubo discrepancias en la decisión sobre el rumbo del tornaviaje entre el piloto Francisco Albo y el maestre griego Miguel de Rodas y el capitán Elcano, que se mantiene firme y hace prevalecer su criterio frente a sus principales oficiales. Les espera una misión aún más grande y gloriosa: dar la vuelta al mundo por vez primera.
Afortunadamente cada vez más se reivindica la hazaña y determinación de Elcano. Ya escuchamos menos la coletilla de “la primera vuelta al mundo de Magallanes”, como si Elcano simplemente fuera quien completó el viaje, fruto de la inercia de haber recorrido medio globo en ese sentido y por aguas ya conocidas por los portugueses.
La gesta lleva una firma clara: Juan Sebastián Elcano.
En las empresas es importante atribuir los éxitos al equipo y reco- nocer las contribuciones individuales más destacables en público. Los que están en posiciones de poder nunca deben atribuirse méri- tos que no son suyos o su equipo comenzará a despegarse de ellos, con el riesgo de bajada de productividad, mayor número de errores y mayor rotación.
*Capítulo 49 del libro Un empresa redonda: El viaje de Magallanes y Elcano que cambió el mundo’ escrito por Raquel Sánchez Armán y Jesús Ripoll, fundadores de la agencia de motivación y formación Helpers Speakers.
Raquel Sánchez Armán y Jesús Ripoll, fundadores de la agencia de motivación y formación Helpers Speakers (apasionados de la historia, la navegación, el management y el desarrollo personal), reinterpretan la epopeya de la primera vuelta al mundo desde la perspectiva del management actual. En este libro podremos aprender de los aciertos —y de los errores— de aquellos hombres de hace 500 años, a través de la lección de liderazgo histórico que nos brindan. Embárcate junto a ellos en esta apasionante aventura.
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