“La mayoría de los problemas de comunicación pueden resolverse con proximidad”
John C. Maxwell
Abril de 1521 fue una fecha funesta. A la muerte de Magallanes se suma, pocos días después, una nueva tragedia que rompió el corazón de la armada cuando estaba en pleno duelo.
Enrique, el esclavo malayo de Magallanes, tras la muerte de su señor toma conciencia de sí mismo: por fin era un hombre libre. Había servido a su amo desde adolescente con diligencia y lealtad, pero ahora iba a ser uno más en la tripulación. Magallanes había dispuesto una generosa cláusula en su testamento para liberarlo en caso de su fallecimiento, pero los capitanes de la flota no atendieron a razones: le necesitan por ser el único intérprete. Duarte Barbosa le dice que pertenece a la familia (pero no en el sentido de eres uno más) y, que a su regreso, servirá a Beatriz, su hermana y mujer de Magallanes.
Enrique no reconoce la autoridad de los nuevos mandos y discute. El hasta entonces fiel sirviente está absolutamente fuera de sí, no se siente parte del grupo, no se le respeta ni valora, no se tienen en cuenta sus derechos…
Traicionó la memoria de Magallanes: su venganza fue más sangrienta de lo que nadie había imaginado.
Suenan tambores de guerra. El rey de Cebú se cuestionaba la alianza con los españoles —a los que había creído inmortales y ahora eran una tremenda decepción— tras la muerte de su capitán en Mactán. La crisis de reputación es complicada de salvar, la humillante derrota de los “invencibles” hizo perder credibilidad a la armada, tienen que salir cuanto antes de allí. Enrique aprovechará su resentimiento para alentar la revuelta de los indígenas contra el enemigo invasor, le dice al rey de Cebú que los españoles van a partir en breve y que se va a quedar sin nada cuando lo merece todo: puede tener la mercancía y los tres barcos. El rey de Cebú había sido leal a Magallanes, pero ahora estaba muerto, su tripulación a punto de irse y él se quedaba desprotegido y siendo el hazmerreír de un Lapulapu muy venido arriba.
Humabon decide organizar un banquete de despedida y confraternización donde dará regalos para agasajar a “su” emperador Carlos I. Los españoles sospechan que puede tratarse de una emboscada, pero también consideran que sería un acto de cobardía el desplante, la mayoría de los mandos asisten. Elcano no bajó al estar indispuesto, al igual que Pigafetta, herido en la frente con una flecha envenenada durante la batalla.
El resultado es desolador: mueren asesinados veintiséis hombres en una nueva emboscada. La cúpula directiva había caído en bloque. Solo João Carvalho, que había llegado tarde (¡bendita impuntualidad!) es el que da la alerta al ver algo sospechoso, pero ya era tarde. Afortunadamente puede escapar.
En la playa, el capitán Juan Serrano, herido y maniatado, les suplica a gritos que no le abandonen allí. La superioridad numérica de los guerreros es tal que no tienen más remedio que largar velas y emprender la huida. Según contó Ginés de Mafra, “que se quedase con Dios y les perdonase”. Fue una penosa y complicada decisión del piloto João Lopes Carvalho, que se erige desde ese momento como capitán de la diezmada flota. Mientras escapaban abatidos, conmocionados y aterrados pudieron ver cómo los filipinos echaban abajo la gran cruz entre gritos de algarabía.
Elcano es uno de los pocos navegantes con oficio que quedaban, pero, ni aun así, se le va a tener en cuenta.
Resulta profundamente conmovedor cómo los supervivientes mantendrán siempre la esperanza de que alguno de sus compañeros hubiera logrado sobrevivir. El propio rey Carlos I solicitará a Hernán Cortés que envíe a Cebú una flota (la expedición de Álvaro de Saavedra) para buscarlos o, en el peor de los casos, saber qué ocurrió. Hay un detalle muy emotivo en el testamento de Juan Sebastián Elcano, ya que lega a su amigo, el piloto de Su Alteza Andrés de San Martín, un almanaque, un libro de astrología y paños “por si le toparen”.
Que el nivel de compromiso de los empleados determina el 80 % del éxito es una realidad. ¿Cómo hacer que tus empleados se “enganchen”? Sintiéndose parte de la empresa, que su trabajo sea reconocido, que sean motivados, informados y escuchados.
*Capítulo 40 del libro Un empresa redonda: El viaje de Magallanes y Elcano que cambió el mundo’ escrito por Raquel Sánchez Armán y Jesús Ripoll, fundadores de la agencia de motivación y formación Helpers Speakers.
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