“Hacer las cosas es mucho mejor que hablar de ellas. Actúa”
Tom Peters
1. Isla de los Ladrones (Isla de Guam) – Isla de Homonhon, Filipinas
Salida el 9 de marzo de 1521 – Llegada el 16 de marzo de 1521 Travesía de siete días
Finalmente, a mil quinientos kilómetros al norte de las Molucas, ¡gritan “tierra”! Eran las islas Rota y Guam, del archipiélago de las Marianas (en honor a Mariana de Austria esposa de Felipe IV).
Nos cuenta así Ginés de Mafra la alegría que fue para todos: “Yendo, navegando esta armada, uno que estaba en la gavia que se llama Navarro, dijo a grandes voces: tierra, tierra. Con esta subida palabra todos se alegraron tanto que el que menos señales de alegría mostraba se tenía por más loco”.
Era el 6 de marzo de 1521, por fin una isla donde pueden desembarcar: era la isla de Guam, que fue española hasta 1898 y escala para los navíos españoles de América a Asia. Pero les esperaba una nueva broma del destino.
La isla resulta estar muy poblada y los isleños, la tribu polinesia de los chamorros (que ya de entrada, suena a clan mafioso) acuden en canoas (“praos”) a las naos. Son rápidos y pillan a la tripulación desprevenida y con las defensas bajas: no tienen sentido de la propiedad, son anárquicos y, ante el asombro de los expedicionarios,
abordan las naves y se llevan todo cuanto pueden. “Estos pueblos no conocían ley alguna, siguiendo solo su propia voluntad; no hay entre ellos ni rey ni jefe; no adoran nada; andan desnudos; algunos llevan una barba larga y cabellos negros atados sobre la frente y que les descienden hasta la cintura. Los isleños venían a nuestros barcos y robaban tan pronto una cosa como la otra, sin que pudiéramos impedirlo. Por lo maravillados y sorprendidos que quedaron al vernos, estos ladrones creían, sin duda, ser los únicos habitantes del mundo” (Pigafetta). La llamaron, consecuentemente, isla de los Ladrones. Allí permanecen tres días.
Magallanes desembarcó en la isla con cuarenta y cuatro hombres, mató a siete indígenas e incendió el poblado. Recuperó casi todo lo robado, incluido el bote auxiliar de la Concepción. Recogieron co- cos y frutos diversos, lo que fue providencial y un remedio milagroso: la mayoría sanaron en pocos días del escorbuto.
Los marineros que se quedaron a bordo de los barcos —muchos al límite de sus fuerzas— imploraron a la partida que bajó a tierra que les trajeran los órganos internos de los chamorros muertos, pues creían que servirían para curar el escorbuto. Su predisposición para recurrir al canibalismo demuestra lo desesperados que estaban.
Cabe señalar que Magallanes inmediatamente ordena lanzar a los muertos al mar para evitar la antropofagia, aunque algunas crónicas sostienen que se llegó a dar a bordo (con el gigante patagón, aunque Pigafetta recogió en su diario que se le dio entierro cristiano en el mar).
2. Isla de Homonhon, Filipinas – Isla de Mazava, Filipinas Salida el 25 de marzo de 1521 – Llegada el 28 de marzo de 1521 Travesía de tres días
Continúan rumbo este hasta la isla de Homonhon. Creen haber llegado por fin a su destino, pero no son las Molucas, en realidad estaban siendo “los primeros de Filipinas” (veinte años después, otro explorador, Villalobos, lo rebautizó en homenaje al rey Felipe II).
Encuentran buen puerto para fondear y, por fin, pueden parar y recuperar fuerzas durante tres días. Los indios se muestran dispuestos a ayudar y amigables. Enseguida se dieron cuenta, viendo el oro con el que se adornaban los indígenas, que habían descubierto una tierra de enorme riqueza.
Avanzan hasta una nueva isla, llamada Mazava —hoy Limasawa— donde conocen al rey local, con el que establecen lazos, y se ofrece a guiarlos hasta Cebú, donde les dice que hay otro rey y mucha población. Se quedarán en Mazava una semana.
Por desgracia hay que lamentar una baja importante: Juan Rodríguez de Mafra. Veterano de los viajes de Colón y uno de los más prolíficos exploradores españoles de finales del xV y principios del xVI.
Juan no tiene una vida, tiene una novela. Nacido en Palos de la Frontera (Huelva), cuando entró en la expedición de Magallanes ya era un reputadísimo y veterano marino que ostentaba el cargo de piloto de Su Alteza por la Casa de Contratación.
Aunque eludió acompañar a Colón en su primera e incierta travesía, sí participó —ya con más garantías— en la segunda y tercera (nadie prueba la profundidad de un río con los dos pies al tiempo). Se embarcó en múltiples aventuras de los llamados viajes andaluces a América: descubrió parte de la costa brasileña, viajó con Rodrigo de Bastidas a Darién, hizo viajes a Cuba, la Española, San Salvador…
Desgraciadamente, falleció en la expedición de Magallanes a la edad de cincuenta y un años, tras completar la travesía del Pacífico, el mismo día que tocaban tierra en la isla de Mazava (Filipinas).
La flota va completando la hoja de ruta: han encontrado el paso, han salvado el inmenso océano y se acercan a las Molucas. La empresa está siendo terriblemente exigente y aún falta lo peor, están sometidos a una presión y a una exigencia —tanto física como mental— extremas. Los días de tregua son los menos, pero ahora disfrutan de una energía renovada gracias a la motivación de ver más cerca el objetivo final.
Mejorar la capacidad de resiliencia en tiempos de crisis es vital para la supervivencia, y refuerza la competitividad. Si el equipo está comprometido, es crucial reconocer y agradecer su implicación, aun cuando los resultados no acompañen.
Cargando ...
