La experiencia de dos consultores estadounidenses muestra que esos jefes que humillan y amedrentan a los demás no son los mejores para las compañías pues generan ambientes que disminuyen la productividad. Por fortuna, muchos de estos jefes pueden convertirse en líderes extraordinarios.
Atrás han quedado los jefes que con miedo, terror e intimidación ejercen el poder y consiguen sus logros. Las buenas relaciones, la comunicación y el liderazgo con rostro humano son ahora las características que debe tener un ejecutivo para poder triunfar.
Esta es una de las principales conclusiones del libro “El síndrome del macho alfa” escrito por Kate Ludeman y Eddie Erlandson, dos consultores estadounidenses expertos en coaching para ejecutivos, con clientes como Michael Dell y los demás ejecutivos de Dell, entre otros.
Según los consultores, en las empresas existen muchos machos alfa, en diferentes cargos, personas que pueden o bien mover a toda la empresa para lograr objetivos en conjunto y salir adelante, o generar ambientes nocivos en el trabajo con su consecuente baja de productividad, por la agresividad y su forma de dirigir basada en generar miedo.
“Utilizamos el término alfa para referirnos a una personalidad poderosa y autoritaria con serie de rasgos específicos. Los alfas son combativos y exigen alto desempeño de sí mismos y de los demás porque su motor principal es el logro. Por su naturaleza valerosa y segura, siente entusiasmo por las ideas audaces y novedosas”, escriben en el libro.
El problema con estas personas es que por conseguir sus logros también pueden hacer lo que sea y desarrollan así una faceta negativa con la cual agreden a los demás, pasan por encima de las necesidades de otros, son mordaces y pueden perder éxitos en las empresas.
Los consultores sostienen que a los jefes con estas características es necesario hacerlos conscientes de sus cualidades y de cómo esa fuerza puede volverse contra ellos. “Al inspirar resentimiento en vez de respeto, y miedo en vez de confianza, crean telenovelas corporativas en las cuales los colaboradores son desgraciados, las compañías incurren en problemas onerosos y se descarrilan las carreras ascendentes, incluidas las de ellos mismos”, explican los autores.
Cuando el macho alfa no está, por decirlo de alguna manera, en buen estado, suele ser competitivo, agresivo, impacientes y con dificultades para controlar la ira.
En cambio, si estos líderes están en buena forma, suelen hacer notar claramente los efectos y las equivocaciones y genera así respeto, en vez de rechazo y resentimiento.
Estos machos alfa también se ponen a la defensiva cuando les hacen críticas. Son supremamente duros con los demás, pueden ser sarcásticos y burlones, pero cuando se trata de hablar de ellos mismos, siempre están a la defensiva. El alfa que aprende a valorar su propia fuerza, acepta las críticas y aprende a escuchar a los demás.
El libro cita un estudio de dos profesores de Harvard y Duke según el cual los sentimientos son más importantes que la idoneidad. Mientras se tenga un jefe que genera sentimientos de rechazo, pocas personas se van a fijar en sus capacidades, mientras que si es carismático, sus pares y subalternos siempre le van a dar una nueva oportunidad para que muestre sus capacidades. Además, los empleados que se consideran maltratados nunca serán fieles.
Si los jefes son machos alfa y desean realmente ascender, generar equipos productivos y ser verdaderos líderes, deben fijarse no sólo en la obtención de logros sino en la forma como llegan a ellos. Deben consultar y ser incluyentes, construir alianzas, ganarse el apoyo de los demás, ser maduros y no solo talentosos, y pensar más en el bienestar de la empresa que en la vanidad personal. Estos machos alfa tienen la capacidad para ser buenos jefes cuando entiendan que su fuerza puede ser negativa o positiva según como ellos la enfoquen.
Los autores sostienen que “cada vez son más los líderes que reconocen que para tener éxito en la selva corporativa es necesario mantener a raya las tendencias abusivas”.
Ahora bien, el libro se refiere a los machos y no a las hembras, porque se observan más en ellos las características negativas de los alfas. Existen también las hembras alfa, mujeres fuertes y capaces de mover toda una corporación, pero ellas sienten más la necesidad de liderar que de dominar, como sí lo hacen los hombres.
Ellos parecen querer dominar a costa de cualquier cosa, mientras ellas suelen tener más empatía con los otros. Esto no quiere decir que no existen mujeres alfa que son disfuncionales en las organizaciones, sí existen, pero son más frecuentes los hombres.
Para quien desee conocer si es un macho alfa y si va por buen o mal camino, el libro le permite al lector descubrirlo. Pero más allá del ejercicio, lo que muestra el estudio es que estas personas tan competitivas, que arrasan y piensan sólo en llegar a la meta, maltratando a los pares y a sus subalternos, están mandados a recoger y no son propiamente los ejecutivos más exitosos.
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