“Sin fracaso no hay logro”
Tony Robbins
1. Puerto de Santa Cruz – Estrecho de Magallanes – Isla de los Ladrones (Guam)
Salida el 18 de octubre de 1520 – Llegada el 6 de marzo de 1521 Travesía de ciento treinta y nueve días
Perseverar cuando no hay resultados no es fácil. Magallanes necesita una victoria, debe recuperar la credibilidad cuanto antes, es muy consciente de que está en crisis y un nuevo fracaso podría ser el último clavo de su ataúd. Sin duda, en algún momento se había planteado volver a casa, pero rendirse no es una opción: habían ido demasiado lejos… sin haber llegado a ninguna parte.
Como reflexiona Javier Iriondo, en estos momentos de duda tenemos dos opciones: “dar un paso atrás y abandonar, o dar un paso al frente y crecer”.
Un paso no te lleva a donde quieres ir, sin duda, pero te saca de donde estás. El 18 de octubre zarparon de nuevo y continúan bajando dirección sur. Están en el hemisferio austral y no solo aquellas aguas eran absolutamente desconocidas, la cúpula celeste ha cambiado también y con ello, sus puntos de referencia. Se avista por primera vez la Cruz del Sur (en el hemisferio boreal, el faro es la Estrella Polar).
A los tres días de navegación descubrieron un cabo que bautizaron como el cabo de las Once Mil Vírgenes. Todos sospechaban que se trataba de una enorme bahía sin salida, pero había que explorarla. Sin ser aún conscientes de ello, se adentraban entre farallones y desfiladeros en el ansiado paso del estrecho. Les quedaban 565 kilómetros de “pesadilla náutica” por ese laberinto acuático (para que nos hagamos una idea de la magnitud, el estrecho de Gibraltar mide catorce kilómetros de longitud). Dentro del estrecho recién descubierto, las distancias son descomunales, teniendo en cuenta la infinidad de rutas erróneas, titubeos haciendo y deshaciendo el rumbo, la distancia final fue muy superior
La habilidad de Magallanes para recorrer en “solo” treinta y ocho días toda la longitud de la Cola del Dragón (como se conoce coloquialmente al estrecho que llevaría su nombre) se considera como la mayor hazaña de la historia de la exploración marítima, un prodigio de la navegación repleto de bordos debido a un complejo entramado de estuarios serpenteantes entre desfiladeros fantasmagóricos. Desde luego no era un simple atajo navegable al mar y de ahí a la Especiería. Podría haber estado meses buscando una salida sin encontrarla. Magallanes aguardaba impaciente a que se produjera la escena que cambiaría su vida para siempre, pero cada día volvía a ser exactamente igual que el anterior: frío, decepción y desánimo. La exploración resulta muy complicada.
Decide enviar de avanzadilla a la San Antonio —la mayor y no precisamente la más rápida— y a la Concepción para explorar cada uno su manga de mar. Perseverancia, constancia y tesón no le faltan. Una noche, una terrible e interminable borrasca de treinta y seis horas hace garrear las dos naves y las arrastra hacia una bahía. La gran tormenta de la que hablaba Pigafetta se conoce como “williwaw” y es característica del estrecho. “A los tres días mientras estábamos en esta incertidumbre sobre su muerte (de las tripulaciones de la Concepción y la San Antonio) los vimos venir hacia nosotros, singlando a toda vela y con los pabellones desplegados, y cuando estuvieron más cerca saludaron con descargas de las bombardas y prorrumpieron en exclamaciones de júbilo. Hicimos nosotros lo mismo, y al saber que habían visto la continuación de la bahía, o mejor dicho, del estrecho, todos juntos dimos gracias a Dios y la Virgen María” (Pigafetta). Era el 1 de noviembre del año 1520, día de la festividad de Todos los Santos. Así se llamó aquel cabo que indicaba que iban por el buen camino.
Magallanes, alborozado y pletórico, se reunió con los capitanes en el camarín para (en un acto sin precedentes) estudiar la situación y pedir su opinión. Quedaban pocos víveres, pero las energías se habían visto renovadas. Todos estuvieron de acuerdo en seguir adelante, salvo Estêvão Gomes, piloto de la San Antonio, partidario de volver a Castilla y regresar mejor pertrechados con una flota más equipada, pero no fue escuchado, pese a ser el piloto más cualificado. No es momento de vacilar, hay que seguir avanzando. ¡A levar anclas!
Continúan abriéndose camino entre placas de hielo y un silencio denso y amenazante. Los únicos seres vivos que encuentran son leones marinos y unos “gansos extraños” que caminan erguidos y que cuesta mucho pelar… (¡pobres pingüinos!). Aquí tenemos el relato de Pigafetta: “Costeando esta tierra hacia el polo antártico, nos detuvimos en dos islas que encontramos pobladas de gansos y de lobos marinos. Hay tantos de los primeros y tan mansos, que en una hora hicimos una abundante provisión para la tripulación de los cinco navíos. Son negros y parecen estar cubiertos por todo el cuerpo de plumitas, sin tener en las alas las plumas necesarias para volar; y, en efecto, no vuelan y se alimentan con peces; son tan gordos, que tuvimos que desollarlos para poder desplumarlos. Su pico es como el de los cuervos”, Pigafetta en Punta Tombo. Estos pingüinos se encuentran en peligro de extinción, la especie que él describe se conoce con el nombre artístico “Pingüino de Magallanes” (Sphenicus Magellanicus) y habita en las islas Malvinas, islas de la Patagonia, Argentina y Chile.
También se topan con seres menos vivos, al divisar unos esqueletos de ballenas sienten que se acercan al objetivo. La migración de cetáceos indica que hay una salida al mar abierto… Pero ¿dónde?
A Magallanes no se le perdonan los errores. Eso es muy español, aquí estigmatizamos el fracaso. En los países anglosajones, su visión es totalmente diferente: si no has fracasado alguna vez es que no lo has intentado. Como dijo Charles Dickens, “cada fracaso le enseña al hombre algo que necesitaba aprender”.
La lectura está clara: ni todo el que fracasa es un fracasado ni todo triunfador va a seguir teniendo éxito toda la vida.
*31 capítulo del libro Un empresa redonda: El viaje de Magallanes y Elcano que cambió el mundo’ escrito por Raquel Sánchez Armán y Jesús Ripoll, fundadores de la agencia de motivación y formación Helpers Speakers.
Raquel Sánchez Armán y Jesús Ripoll, fundadores de la agencia de motivación y formación Helpers Speakers (apasionados de la historia, la navegación, el management y el desarrollo personal), reinterpretan la epopeya de la primera vuelta al mundo desde la perspectiva del management actual. En este libro podremos aprender de los aciertos —y de los errores— de aquellos hombres de hace 500 años, a través de la lección de liderazgo histórico que nos brindan. Embárcate junto a ellos en esta apasionante aventura.
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