“Si estás atravesando el infierno,
no te pares” Winston Churchill
6. Puerto de San Julián – Puerto de Santa Cruz
Salida el 24 de agosto de 1520 – Llegada el 26 de agosto de 1520 Travesía de dos días
La tranquilidad trae estancamiento y… el agua estancada se pu- dre. Durante los largos meses de invernada, se llevan a cabo labores de limpieza y mantenimiento de las naves, básicamente para tener entretenidos a los hombres. Vacían bodegas y comprueban que los proveedores les han estafado y queda bastante menos comida de la que habían pagado. Nuevamente hay que reducir las raciones: a medida que se van agotando las existencias van alimentándose de resentimiento.
Cuando por fin Magallanes decide salir, encuentran muy ma- las condiciones meteorológicas y vuelve a detenerse, esta vez en Puerto de Santa Cruz. De nuevo, otra incomprensible escala de cincuenta y tres días esperando a que el verano entrara totalmen- te. La marinería se inquieta, parece un movimiento errático más, pero nadie se atreve a discutirle. Afortunadamente allí la pesca es mucho más abundante, pero se enfrentan a una naturaleza salvaje, sin domesticar y desconocida. Resulta penoso, pero el paso estaba ya solo a tres jornadas de navegación.
Al partir de San Julián, abandonaron a su suerte —mala suerte— a los amotinados Juan de Cartagena y fray Pero (Pedro) Sánchez de la Reina en un terreno donde solo habitaba la muerte. Que Dios se apiade de vuestra alma.
Una vez liberado de la hostilidad de los capitanes afines al obispo Fonseca, Magallanes pudo rodearse de personas de su confianza para dirigir la flota, todos ellos de origen portugués. Su primo, Álvaro de Mezquita (o Mesquita), al que confirma al frente de la San Antonio, contraviniendo las órdenes de la Junta de Indias de no poner como capitán a un portugués. A su cuñado Duarte Barbosa al mando de la Victoria y a Juan Serrano —cuya malograda nave Santiago había naufragado— le confía la Concepción.
La flota, finalmente, zarpa el 24 de agosto con las cuatro naves que le quedaban, dejando atrás una dura etapa: han perdido un barco, a varios hombres y, sobre todo, ha pasado un año entero y no se ha logrado nada. Encontrar el paso parece una quimera de la que todos recelan.
Subirse a una de aquellas naves es un acto de fe para Magalla- nes, con un equipo que no creía en él, desmotivado y al límite. Habían vivido momentos trágicos y había que rearmarse anímica- mente, volver a conectar con el proyecto y continuar la travesía.
Es fácil imaginar a un Magallanes especialmente taciturno y ensimismado, rumiando su miedo a estar haciendo una apuesta demasiado alta. Era un buen momento para reflexionar, poner en práctica el pensamiento crítico y actuar. Cada golpe de mala suerte era una señal que indicaba que la empresa estaba condenada al fracaso, pero Magallanes no iba a desistir, era un todo o nada, está obsesionado y encontrar el paso es su cruzada personal: tiene un compromiso con la Corona y consigo mismo.
Magallanes ha conseguido que nadie le discuta, pero es el miedo y no la fidelidad lo que mantiene el compromiso con la misión. No puede perder credibilidad ante su equipo, pero no sabe a dónde va. Se empieza a rumiar entre la marinería la idea de retornar a casa antes de que se deteriorasen más las naves y perdieran más hombres. Los suspiros de España se oyen especialmente en la San Antonio (aún sobreponiéndose a la crueldad de Magallanes al conmutar la pena de muerte a su capitán por una sentencia agoni- zante, cruel y lenta). Del orgullo de pertenencia y del engagement hablaremos otro día.
Los últimos estudios demuestran que los empleados contentos y comprometidos con la empresa rinden entre un 30 y un 50 % más. Además, se ha demostrado que el estado de ánimo se contagia.
¡Aléjate de los quejicas y júntate con personas vitamina!