“Tú mismo debes ser el cambio que quieres ver en el mundo”
Gandhi
Los Reyes Católicos habían prohibido expresamente la esclavitud en el Nuevo Mundo, pero sí abogan por la evangelización. Magallanes sigue esa estela de trato justo, humano y cristiano.
Se podría decir que, en general, intentaron ser respetuosos con los indígenas. La llegada de los españoles a Filipinas no fue interpretada como una invasión, sino como una relación comercial. Las directrices estaban claras, respeto como palabra clave es lo que le encomendó el propio rey Carlos: “… una vez en dichas islas de la Especiería haréis asiento de paz é trato (comercio) con el Rey y Señor (…) en ninguna manera habéis de consentir que ninguna persona toque a mujer”.
Los primeros contactos de los indígenas con “la civilización” son de absoluto desconcierto y fascinación. Pensaban que la tripulación eran emisarios de los dioses. Pigafetta nos narra el primer encuentro con los gigantes patagones (el pueblo amerindio de los Tehuelches). Son una tribu, ya extinguida, que se caracterizaban por su enorme estatura en comparación con los europeos.
“Un día, cuando menos lo esperábamos, un hombre de figura gigantesca se presentó ante nosotros, este hombre era tan grande que nuestra cabeza llegaba apenas a su cintura. De hermosa talla, su cara era ancha y teñida de rojo. (…) las mujeres no son tan grandes como los hombres, pero, en compensación, son más gordas. Sus tetas colgantes tienen más de un pie de longitud… Nos parecieron bastante feas, sin embargo, sus maridos se mostraban muy celosos (…). Medían entre dos metros y medio y tres metros de altura, eran feos como el diablo y también hablaban atronadoramente” (Pigafetta).
La tripulación castellana no pasaría de metro cincuenta o metro sesenta, según el estándar de la época. “Hay algunos ingleses tan altos como el más alto que vimos, pero seguramente los españoles piensan que ningún inglés vendría por aquí a reprobar su versión y eso los hace más audaces para mentir”, se burlaba Drake, el despreciable pirata que no perdía oportunidad de demostrar su resentimiento frente a la potencia española. Por cierto, a pesar de que su vuelta al mundo ocurrió “solo” cincuenta y cinco años después de la expedición magallánica…, en muchos países anglosajones todavía hoy se conoce y se reverencia más su gesta que la española. Y seguimos para bingo.
Está claro que no son solo importantes los hechos en sí —o la calidad de un producto o servicio— sino el marketing que se haga de ellos.
El caso es que llevaron al pobre ingenuo patagón a bordo con engaños (le mostraron una cadena con grilletes y le enseñaron a ponérsela…) para cubrir el cupo de “espécimen exótico” que exige la Casa de Contratación. Fue la mascota de Pigafetta. Con él
—y mucha paciencia— escribió un diccionario básico para poder comunicarse: fue el primer europeo que aprendió y transcribió el lenguaje tehuelche de la Patagonia. Llegaron a convertirle y se le bautiza como Pablo. Moriría meses después de escorbuto, pero tuvo un entierro cristiano en alta mar.
A título anecdótico, el gigante de la Patagonia atrajo la atención de William Shakespeare (leyó la traducción inglesa del diario de Pi- gafetta hecha por Richard Eden). Se pueden ver ecos claros en la obra “La tempestad”.
Unos años más tarde, será Bartolomé de las Casas el que inicie oficialmente el debate sobre la ética en la colonización. Pasará cincuenta años de su vida, luchando activamente contra la esclavitud, maltrato y el abuso colonial hacia los pueblos indígenas. A mediados del siglo xVI participó en el famoso debate vallisoletano contra Ginés de Sepúlveda (este sostenía que los indios eran una raza inferior y precisaban civilizarse a manos de los conquistadores). Bartolomé de las Casas mantenía que eran plenamente humanos y, por tanto, que era injustificable someterlos por la fuerza.