25 de diciembre de 2024

Una empresa redonda | Organización. El barco como lugar de trabajo: la vida (y la muerte) a bordo

Una empresa redonda | Organización. El barco como lugar de trabajo: la vida (y la muerte) a bordo

“La fábrica del futuro tendrá dos empleados: un hombre y un perro. La tarea del hombre será alimentar al perro.

La tarea del perro será asegurar que el hombre no toque

nada del equipamiento automático”

Warren Bennis

La primera indicación de Magallanes ya fue toda una declaración de intenciones. La Trinidad, la nao capitana, iría en cabeza. La flota debía navegar en conserva con su fanal (farol) en popa encendido como guía para que el resto siguiera su derrota.

Se decía que “los barcos de su majestad se olían antes de ser avis- tados” por la falta de higiene y hacinamiento. Imaginad a sesenta personas conviviendo en un piso de escasos noventa metros cuadra- dos, trabajando, durmiendo, comiendo y haciendo sus necesidades… a la intemperie, a pleno sol abrasador o expuestos a las tormentas y al frío…

La convivencia no debía ser nada fácil a bordo, cada hombre te- nía asignados unos dos metros cuadrados. Se vivía según una rígida estructura social donde dependían los unos de los otros para sobre- vivir. Solo el capitán gozaba de algún tipo de comodidad a bordo, disponía de su propio camarote en el castillo del barco, el resto se acomodaba como podía en cubierta. Muchos organizaban campa- mentos improvisados (de ahí la expresión de “zafarrancho de com- bate” cuando han de dejar libres los ranchos para poder maniobrar con los cañones).

La intimidad no existía a bordo. Defecar era una de las tareas más arriesgadas, exigía un complicado número de equilibrismo, dado que el marinero debía encaramarse sobre la baranda de la borda y se sen- taba sobre un asiento suspendido sobre las olas. Había dos (en proa y popa) conocidos como “jardines”. Se limpiaban con una cuerda cubierta de brea. Aunque siempre estaba la opción de hacerlo en un balde y, para hacer pis, siempre a sotavento para evitar la lluvia dorada.

Los marineros estaban sometidos a una estrecha vigilancia, turnos exigentes…, resultado de la férrea disciplina militar de Magallanes. El sistema de guardias se organizaba de la siguiente manera: el pri- mer turno, hasta el anochecer, estará a cargo del capitán; el segundo, llamado medora, hasta la medianoche bajo las órdenes del piloto; el tercero por el sobresaliente hasta la madrugada.

La disciplina a bordo era fundamental, el buen gobierno de la flota exigía la sincronización de toda la marinería. En esa cadena de mandos, el capitán era quien decidía los rumbos y maniobras, los marineros y oficiales debían estar en su puesto para ejecutar su co- metido eficientemente. El trabajo en equipo era fundamental.

Durante los pocos momentos de esparcimiento y descanso “af- terwork”, se procedía a la lectura colectiva para sacudirse la mo- notonía a bordo: sabemos que llevaban un ejemplar de “Orlando furioso” (la sensación literaria del momento) y “bestsellers” de caba- llerías con épicos enfrentamientos entre moros y cristianos, amoríos trágicos y sufridos que protagonizan los héroes… También lecturas evocadoras como “Los viajes de Marco Polo” o “Los viajes de sir John Mandeville”, inspiradoras —y aspiracionales— historias que conseguían mantener el ánimo. Podrían equipararse a las beneficio- sas conferencias motivacionales de la actualidad. Aunque estaba prohibido jugar a la baraja a bordo, sabemos que llevaban naipes. Pigafetta nos confirma que llegan a cambiar un rey de oros por seis gallinas a los indígenas.

Dentro de las naves se rigen por un código ético y de comporta- miento. Estaba penalizado blasfemar, también estaba prohibido fu- mar de noche por peligro de incendio —de día estaba permitido solo junto al palo mayor y al lado de una tina con agua—. Fue Rodrigo de

Jerez (acompañó a Colón en sus viajes) quien puso de moda fumar, mascar y esnifar, en Cádiz. Durante un tiempo estuvo penado con la cárcel por el mismísimo Tribunal de la Santa Inquisición: solo el diablo daba poder a un hombre para exhalar humo.

La homosexualidad era un tema recurrente a bordo y, aunque la sodomía estaba penada con la muerte, se solía mirar hacia otro lado. Salvo en la flota de Magallanes: el primer ajusticiado va a ser un sodomita.

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